Caso nº 00035 – OMERTÁ (CERRADO)

omerta-cerrado

En estos cinco años y medio, la Sociedad del Misterio ha tenido clientes de todo tipo. La policía suele recurrir a nosotros con bastante frecuencia, pero también hemos ayudado a una joven desconsolada por la muerte de su hermano, a un sacristán injustamente acusado de asesinato, incluso a una actriz porno amenazada de muerte. Nunca hemos hecho distinción: si alguien nos necesita, allí estamos.

Aún así, creo que nunca imaginamos que llegaríamos a trabajar para un cliente así.

- ? -

Firmé el acuerdo de confidencialidad que tenía frente a mí y pasé la pluma de oro al Profesor Boniatus. Rechacé educadamente el sin duda excelente vino que me ofrecía el anciano mayordomo y, mientras el resto de la Junta Directiva firmaba el documento legal, sostuve la mirada de nuestro nuevo cliente.

Giancarlo Rosano me contemplaba con interés desde el otro lado de su enorme escritorio de caoba, con los dedos entrelazados frente al mentón y una mirada gris y cansada. Oficialmente, el hombre que requería nuestros servicios era un empresario de la construcción, un hombre de negocios que estaba consiguiendo capear con éxito la crisis económica mundial. Junto a él, como una torre, se erguía Antonio Pesci, abogado de la familia y mano derecha de Rosano. Un hombre alto y espigado de mirada astuta y hosca.

Mycroft fue el último de nosotros en firmar. Pese a que no iba a participar de forma activa en el caso, su vinculación con la Sociedad del Misterio hacía que su rúbrica también fuese necesaria. Con calma, empezó a leer el documento.

—Es una mera formalidad, Mycroft —dijo Pesci.

—Me hago cargo, Antonio —respondió Mycroft sin apartar la mirada del contrato.

Finalmente estampó su firma sobre el papel. Acto seguido lo hicieron Pesci y Rosano. Ahora era oficialmente nuestro cliente.

—Son ustedes detectives —dijo Pesci—, así que no les insultaré negando nuestro conflictivo pasado. A cambio, ustedes no nos insultarán negando nuestro presente.

—Nos debemos a los hechos, señor Pesci —respondí—. Las pruebas demuestran que la familia Rosano aún tiene una buena relación con los Sidone, aunque sigue enemistada con los Vitti y los Manetta. Pero a día de hoy, esa parece ser la única conexión del apellido Rosano con el Sindicato.

No es elegante decir “Crimen Organizado” delante de un mafioso, aunque sea uno reformado. Poco elegante y peligroso.

—Usted muestra respeto —musitó Pesci—. Hoy en día eso es algo que cuesta encontrar.

—Nuestro acuerdo es muy sencillo, caballero. Hemos venido aquí porque ustedes necesitan ayuda para esclarecer un misterio y quieren dejar a las autoridades fuera. Como asesores privados, no  estamos obligados a meter a la policía en esto, y mientras no seamos testigos ni partícipes de algo manifiestamente ilegal esta situación no tiene por qué cambiar. Quedando atrás su pasado, como usted bien dice, no tiene por qué darse esta situación, así que ¿por qué no tratarle con el mismo respeto que a cualquier cliente?

Por el rabillo del ojo pude ver que Boniatus estaba inquieto. Y podía entenderlo: la imponente verja de hierro por la que nos habían conducido se había cerrado a nuestras espaldas y no parecía querer volver a abrirse. Estábamos aislados del mundo.

Entonces, cuando Pesci estaba a punto de decir algo, Rosano alzó su mano derecha para detenerlo y tomó la palabra por primera vez.

—Acompáñenme, por favor —dijo levantándose de la silla. Al verlo de pie, nos dimos cuenta de que era mucho más bajo de lo que pudiera parecer… pero aún así seguía teniendo una presencia ominosa y amenazadora.

Precedidos por el mayordomo, que iba abriendo las puertas al paso de su señor, fuimos conducidos por los amplios pasillos hacia la cocina, de ahí a un atrio con suelo de tierra y elegantes columnas romanas, y finalmente al garaje. Se trataba de una monumental cochera que daba acceso directo al exterior. Estaba completamente equipada para el mantenimiento de los tres automóviles que descansaban en el interior: un banco de trabajo, un completo surtido de herramientas, incluso una fuente de piedra para lavarse las manos, con una rejilla de hierro en el suelo que hacía de desagüe. La puerta abatible parecía enormemente pesada, a juzgar por el tamaño del motor que la levantaba.

Uno de los tres vehículos era un Chrysler Imperial Roadster de 1933, un coche clásico y elegante. En el estado en que nos lo mostraron, se trataba de un carísimo colador con ruedas.

—Hace tres días falleció un asociado mío, Giovanni Palmintieri. En su poder tenía cierta información que declaró sensible, y dejó instrucciones de que, si le ocurría algo antes de poder entregármela, mi gente la recogiera y me la trajera aquí. Ayer por la tarde, dos de mis hombres de confianza, Luca Buonarotti y Aldo Bassi, volvían del taller, de recoger el Imperial, y ya que estaban por la zona se encargaron de recoger la bolsa en la que Palmintieri guardaba esa información. Volvieron a la finca y activaron el Protocolo de Seguridad hasta poner dicha bolsa a buen recaudo…  —respiró hondo antes de continuar—. Fueron abatidos a tiros tan pronto como bajaron del coche.

—¿Qué es el Protocolo de Seguridad? —preguntó Parmacenda.

—Todos los accesos a la finca cerrados —aclaró Pesci—. Nadie puede entrar ni salir sin mi autorización expresa. Lo han experimentado al entrar.

—Luego el asesino debió entrar antes de que se implantara ese protocolo. ¿Cómo salió?

El silencio de Rosano nos hizo comprender la situación: con el protocolo de seguridad implantado, el asesino no había podido salir. Estaba en la finca con nosotros.

—¿La bolsa? —preguntó Mycroft.

—Desaparecida.

—¿El arma? —inquirió Celdelnord.

Nuevamente, Rosano se mostró incómodo.

—Es una Tommy del 28 —explicó Pesci.

—Vaya —exclamó Nicolás—. Eso a día de hoy es casi una pieza de museo. Quiero decir, incluso si hablamos dentro de los parámetros del cr… del Sindicato, ¿quién tiene un arma así hoy en día?

—Yo —admitió Rosano—. Adquirí una hace dos semanas, para mi colección. Había sido autentificada como el arma que Elliot Ness usó en una de sus redadas contra los soldados de Capone. Estaba en mi sala de trofeos. Se encontró tirada en el suelo junto al coche, justo ahí.

No pude contener un silbido de admiración. ¡El arma de Elliot Ness!

—¿No estaba inutilizada?

—¿Compraría usted la Giocconda original para cortarle la sonrisa? ¿El David original para hacerle añicos la cabeza? No se puede inutilizar el arte.

—Sigue sin ser legal.

—La Peacemaker de Wyatt Earp. La Luger de Göring. Incluso las Astra de ese Caudillo que tuvieron ustedes. Cuando se justifica el valor histórico de un arma, cuando está documentado que dicha arma perteneció a una figura de relevancia en la Historia, no se la inutiliza. Este arma está documentada, tengo los papeles del FBI que cerfitican que ha estado en un almacén de pruebas.

—¿De quién sospechan? —pregunté directamente.

—Hemos registrado la casa a fondo y no hay nadie más que los que normalmente están aquí. Tiene que ser uno de los míos.

—Omertá —musitó entonces Boniatus.

—¿Perdón? —dije.

—La Ley del Silencio —explicó—. La prohibición categórica de la cooperación con las autoridades estatales o el empleo de sus servicios, incluso cuando uno ha sido víctima de un crimen. Por eso han acudido a nosotros, y por eso el acuerdo de confidencialidad. Piensan que uno de los suyos es un chacal de una de las familias rivales.

—Estoy fuera de ese juego —explicó Rosano—. Pero si es eso lo que ha pasado, si esto es obra de los Vitti o de los Manetta… No, meter a la policía en esto sólo sería complicar las cosas. ¿Pueden resolverlo ustedes?

—Tendremos que hablar con toda la gente de la casa —dijo Parmacenda.

—Contándome a mí, somos nueve.

—Aquí nos vendría bien Zalaya —musitó.

—Sí, pero mientras no termine su investigación no puede regresar al país, ya lo sabes —expliqué.

—Necesitaré pleno acceso a la hacienda —argumentó Boniatus.

—Yo al coche y al arma en todo momento, y posiblemente a más objetos que encuentre mi compañero—agregó Celdelnord.

—Concedido.

—Yo necesitaré saber todo cuanto sea posible sobre su familia —solicitó Nicolás.

—Le proporcionaré toda la información que necesite —terció Pesci.

—Podemos resolver este caso, señor Rosano —dije—. El asesino ya ha cometido su primer error: ha atacado cuando no podía entrar ni salir nadie. Pero debo hacerle una pregunta, y necesito una respuesta totalmente franca.

—Adelante.

—Cuando encontremos al asesino, ¿qué hará usted?

El silencio que siguió a aquella pregunta heló la sangre en las venas de los presentes. Rosano me taladró con la mirada.

—Si cree que puede insultar al señor Rosano en su propia casa… —objetó Pesci.

—No es mi intención —me apresuré a explicar—; pero si la policía se queda fuera de esto, necesitamos saber cuáles son sus planes, dado que según los términos de nuestro acuerdo no vamos a ser cómplices de nada ilegal.

—Su deber, señor Ryder, es encontrar a un asesino —respondió Rosano—. Cumpla usted con su deber, y yo cumpliré con el mío. ¿Va a cumplir con ese acuerdo que tan diligentemente acaba de esgrimir contra mí, o tendré que buscar a alguien que sí lo haga?

Agaché la cabeza, oculté mi mirada bajo el ala del sombrero. Habíamos firmado. Nos había enseñado lo ocurrido. Nos había revelado que sospechaba de su propia familia. Ahora ya no había vuelta atrás.

—Soy un hombre de palabra, señor Rosano —concluí—. En esta casa hay un asesino, y la Sociedad del Misterio dará con él.

286 comentarios el “Caso nº 00035 – OMERTÁ (CERRADO)

  1. Jengibre dice:

    Buenos días jefe.

    Me uno a la investigación, pero primero me sirvo un café bien cargado…

  2. Jack Ryder dice:

    Bufff…

    … vale, este caso promete ser más grande que ningún otro hasta la fecha, pero supongo que nuestra reputación ya nos lo permite. Vamos a hacerlo bien, ¿de acuerdo? No olvidemos que tenemos que resolver tanto el robo como el doble homicidio.

    Estos son los hechos, comienza la investigación. Y Jengibre se lleva el Primerísimo Primer Golpe (estáis cogiendo unas costumbres muy raras, vosotros, ¿eh?)

  3. Papyrus dice:

    Listo y al pié del cañón… a la una de la madrugada… ese cañón me está mirando feo… mejor me duermo y pongo la alarma en cinco horas…

  4. Jack Ryder dice:

    Bien, actualizando la Sala de Archivos con el informe preliminar (y con los fondos de pantalla descargables del caso, claro está). Cuando empiecen a llegar informes los iré guardando donde corresponde; hasta entonces… ¿alguien tiene alguna idea de por dónde empezar?

    Papyrus, bienvenido a la investigación.

  5. Papyrus dice:

    …definitivamente me inquieta ese cañón… ¿Cuántas personas sabían que la «typewriter» no estaba inutilizada?

  6. Papyrus dice:

    Perdón por mis modales. A sus órdenes jeffe. Hola señorita Jengibre.

  7. Mauser Still dice:

    Listo: me descargaré el informe en la oficina.

    ¿Rosato no tiene su colección de armas bajo llave?

  8. Profesor Boniatus dice:

    Definitivamente las exigencias de la paternidad me habían oxidado… Tanto tiempo inactivo pasa factura… Aunque los momentos con la pequeña Boniatus no los cambiaría por nada del mundo!!!

    Así que sacare inmediatamente mi lupa del maletín y me pongo a procesar el escenario enseguida… Espera… que hacen estos biberones aquí?… En fin, lo dicho, oxidado…

  9. Jack Ryder dice:

    Mauser, Profesor bienvenidos a la investigación. Vamos a empezar ya el caso con las pilas puestas.

    Vayamos por partes: Papyrus, si con «typewriter» te refieres al arma (y cabe suponer que así es), te diré que en casa todo el mundo sabe que las armas de colección del señor Rosano están cargadas. No es habitual que nadie coja ninguna (y más porque, y ya aprovecho para responder a Mauser, efectivamente Rosano las guarda bajo llave), pero si por cualquier motivo alguien cogiera una, es mejor que sepa de antemano lo que podría pasar.

    Profesor, por tu bien espero que alguno de esos biberones lleve café. Por dos motivos: el primero es que vas a necesitar una buena dosis de cafeína, viendo el tamaño de la mansión que tienes que procesar; y el segundo es que, si alguno de tus biberones tiene café y no lo has traído contigo, la pequeña Boniatus va a dar una noche interesante 😛 ¡Bienvenido a bordo!

  10. Profesor Boniatus dice:

    a todo esto… Jengibre, Papyrus, Mauser… Bienvenidos detectives madrugadores!!!

  11. maureen1978 dice:

    Me uno, aunque esta tarde me voy de vacaciones (tenemos un precioso puente aquí en Castilla – La Mancha), así que veremos si puedo aportar algo antes de irme.

  12. Mr. Zalaya dice:

    Con esto del protocolo de Seguridad, no se si podré colarme en la mansión…. Entre eso y que un asunto me retiene fuera de lpaís… mucha suerte, compañeros!

  13. Parmacenda dice:

    Que el Protocolo de Seguridad me retenga dentro de la hacienda sin poder salir me pone algo nervioso… pero el caso lo requiere, así que no hay nada que hacer.

    Voy a ir concertando citas con las nueve personas a las que hay que tomar declaración, que con la cantidad de trabajo que va a suponer, me viene bien ir empezando.

  14. KilFer - Fernando Belaza dice:

    Buenos dias, señores. Un caso extraño y difícil, sin duda. Pero entre todos daremos a cabo.

    Esperaré a los informes preliminares, pero creo que debería ser prioridad registrar donde se guardan las armas. El asesino cogió esa pistola, luego puede que haya algo ahí.

    Voy a coger una taza de chocolate caliente mientras medito sobre lo que hay, aunque sea poco.

  15. Jack Ryder dice:

    Maureen, bienvenida a la investigación. No te preocupes, participa lo que puedas; quién sabe, quizás este caso sea lo bastante complejo como para que te dé tiempo a volver y tus compañeros aún no lo hayan cerrado (aunque al ritmo que vais últimamente, no sé yo ;P ).

    Zalaya, bienvenido a bordo. No, yo tampoco tengo tan claro que te dejen entrar, aunque si ves que tienes disponibilidad suficiente avísame y yo hablo con el señor Rosano (quizás siendo de la Junta Directiva haga una excepción). De todas formas, y dada la naturaleza de la investigación que te mantiene ahora mismo fuera del país, creo que todos lo entendemos.

    Parmacenda, bienvenido a bordo… y sí, yo cuando dijeron «somos nueve» también pensé en la que te espera. Pero uno no asciende a Jefe de Departamento si no vale para el puesto, así que tranquilo, confiamos en ti.

    KilFer, bienvenido a la investigación. Tomo nota de tu observación sobre el lugar donde se guardan las armas; Profesor, Celdelnord, creo que su sugerencia va para vosotros.

    Ya tenemos un par de puntos de partida planteados. En cuanto empiecen a llegar los informes tendremos más con lo que trabajar (pero sed pacientes… son muchos sospechosos a los que interrogar, muchas historias que documentar, muchas pruebas que procesar y una casa muy grande que registrar).

  16. maureen1978 dice:

    Se me ocurre… si los dos fallecidos se pasaron a buscar el sobre por casualidad… ¿cuánta gente de la casa podía saberlo?
    Puede ser que alguno de los dos llamara por teléfono a alguien de la casa para informarle. ¿Se pueden revisar las llamadas hechas desde los móviles de los muertos?

  17. Jack Ryder dice:

    Lo investigaré, Maureen, pero creo que no fue precisamente «por casualidad». Hasta donde tengo entendido sí, se pasaron después de salir del taller, pero cuando salieron de casa con rumbo al taller ya sabían que luego se pasarían a recoger la bolsa del señor Palmintieri.

  18. maureen1978 dice:

    Ah, puede ser. Me ha dado por cómo lo ha dicho, que había sido de la manera contraria: que ya que estaban por allí, se les había ocurrido ir a buscar el sobre.

  19. ¡Buenos días a todos! Aquí la Rizos.
    Algo que creo importante es qué tipo de «información sensible» había dentro del maldito sobre, ya que sabiendo si está relacionado con alguna de las familias rivales quizá sepamos por dónde rascar. ¿Nadie sabía absolutamente nada sobre ello? ¿Ni siquiera Giancarlo? ¿no será que no le hace gracia darnos más datos sobre el tema?

    Me da a mí que este caso irá para largo, que aquí todos tienen mucho que callar.

  20. Jack Ryder dice:

    Rizos, bienvenida a la investigación. He preguntado al señor Rosano, y de momento sólo me ha dicho que es una información que compete a sus negocios, y que sabemos para el caso cuanto necesitamos saber. Le he dicho que nos vendría bien saber algo más, pero… también es comprensible, si sospecha que alguien de su casa trabaja en secreto para sus rivales, cuanta menos información que no tenga que ver directamente con el crimen revele mejor.

    Con todo, Rosano, es el primer interesado en que este asunto se resuelva. Incluso me ha dicho que tiene un interés especial en que esto esté cerrado de aquí a dos semanas como mucho (no se qué de un compromiso social ineludible). Así que hemos llegado a un acuerdo: en privado, si averiguamos algo (o si directamente encontramos la bolsa) él nos dirá «sí» o «no». Vamos, que si descubrimos algo no se cerrará en banda, pero que hasta entonces sus labios están sellados.

  21. Bien, lo entiendo.
    Y una pregunta que igual parece tonta, pero no me ha quedado muy claro. Giovanni Palmintieri ¿murió de muerte natural, o fue asesinado? Porque creo que el señor Rosano no lo ha especificado y sería un dato importante a tener en cuenta. De haber sido un asesinato, ¿por qué, si no se llevaron el sobre? Desconocían de su existencia, supongo.

  22. Jack Ryder dice:

    No, no se nos ha confirmado la causa de la muerte del señor Palmintieri. Lo investigaré, a ver qué averiguo.

    Una cosa, que veo que ya sois dos las investigadoras que lo mencionáis: no perdamos de vista que la «información sensible» de Palmintieri estaba en una bolsa de cuero negro, no en un sobre. Lo digo, para empezar, porque en una bolsa de cuero negro caben bastantes más documentos 😉

  23. Mauser Still dice:

    A la hora de revisar a los sospechosos, convendría fijarse en su forma física un poco. Un matón particularmente tirillas, habría tenido dificultades, entiendo yo, para disparar en automático un subfusil largo de calibre 45.

    Por no hablar de que son casi cinco kilos de metralleta.

  24. Mauser Still dice:

    Y ya puestos ¿Qué le pasaba al coche que necesitaban llevarlo a un mecánico de fuera? La cochera da a entender que el mantenimiento lo hacen en la casa

  25. Jack Ryder dice:

    Mauser, apuntadas tus observaciones, creo que esto es competencia de Parmacenda. En cuanto a lo del coche… lo investigaré, pero ya te digo yo que por mucho que se le haga un mantenimiento en casa, estamos hablando de un Chrysler Imperial Roadster del 33; siempre hay cosas que no se pueden hacer en casa, y supongo que para un vehículo así de clásico hará falta un taller especializado.

  26. Jack Ryder dice:

    Vale, he hablado del coche con el señor Rosano. Según me dice, es menester llevarlo al taller especializado cada cierto tiempo; para empezar, algunas piezas como el delco o las juntas del motor requieren el paso por el taller. Aparte, dice que conviene sacarlo a pasear de tanto en tanto y que un experto lo controle decentemente; principalmente, porque algunas de las piezas que usan los Imperial Roadster ya no existen, y habría que pedirlas o fabricarlas.

    Esta ocasión coincidió con una de esas visitas rutinarias al taller. Además, el señor Rosano (quien gusta de pasear en su Imperial) había notado últimamente que el coche no sonaba todo lo bien que debiera y quería asegurarse de que se respusieran las piezas que estuvieran gastadas.

  27. El maletero del coche este, ¿tiene un tamaño normal? Es decir… ¿cabe una persona dentro? Por saber 😛
    ¿No podrían esos ruidos poco habituales en el coche haber sido provocados para que lo sacaran al taller justo ese día?

  28. Jack Ryder dice:

    Esto es lo que tenemos sobre el coche: el maletero es lo bastante grande como para que cupiera una persona, sí, pero no sería muy aconsejable: aparte de que es donde va la rueda de repuesto, el aislamiento de gases no es total, podría filtrarse algo del tubo de escape, y eso sería poco agradable. Aparte de esto, el señor Rosano me dice que los ruidos ya llevaban un tiempo ahí incordiando… «A estos coches cuando no les pasa una cosa les pasa otra», han sido sus palabras textuales. Según el informe del taller, el problema era de un par de piezas de la transmisión que se esetaban desgastando.

  29. Profesor Boniatus dice:

    Damas y caballeros… Sin mas dilacion… Mi informe

    La Villa Rosano era una enorme mansión de una sola planta en cuyas paredes aún resonaba el eco de la grandiosidad del Imperio Romano. Las enormes columnas del atrio, el monumental friso de la puerta principal, los relieves de la cenefa de las paredes, todo estaba hecho para transmitir la sensación de que estabas en un templo construido en nuestros días. El arquitecto merecía un aplauso: incluso en plena noche, ese sitio era asombrosamente luminoso.
    Intentaba olvidar quien era el dueño de la mansión. Pero un doble homicidio perpetrado con una Tommy Gun junto a un Chrysler Imperial para robar una bolsa de cuero negro… Todo aquello no me permitía ignorar del pasado mafioso de Giancarlo Rosano.
    En fin. Dos crímenes por resolver, el doble homicidio y el robo. Lo fácil seria examinar el garaje, pero lo cierto es que todo él se había convertido en una gigantesca prueba física. Así pues, Celdelnord y yo nos habíamos puesto de acuerdo: ella procesaría el escenario del asesinato, y yo registraría el resto de la hacienda para resolver el robo.
    Había dos formas de entrar o salir de la casa: la puerta principal y la de la cocina. Decidí que esos dos puntos serían el principio y el final de la visita. Tenía que encontrar esa bolsa… pero también tenía que descubrir cómo podría el asesino haber vuelto a la casa sin ser visto. Sabía que el señor Rosano y su séquito ya habían explorado la casa a conciencia y no habían encontrado nada; pero también sabía que ellos no son jefes de departamento de Escena del Crimen de la Sociedad del Misterio.
    El mayordomo abrió la puerta principal. Tan pronto como la crucé, le pregunté quién tenía llave de esa puerta. Confuso al principio, el mayordomo respondió que el señor y la señora tienen un juego de llaves cada uno. Acto seguido pregunté si siempre llevaban esas llaves encima. Tal y como pensaba, la respuesta fue “no, sólo cuando van a salir”. De ahí a una última pregunta: ¿están esos juegos de llaves al alcance de todo el mundo? Aquí lamentablemente la respuesta fue un poco menos concluyente: “Están en el dormitorio principal, así que cualquiera que tenga acceso a ese dormitorio puede cogerlas”.
    Maldición. Tenía la esperanza de poder descartar una de las dos entradas. Recorrí el vestíbulo mirando a mi alrededor. Elegantes paneles de cedro revestían las paredes, acompañando mi camino con el dibujo cambiante de la luz sobre el barniz. Al lado de la entrada principal estaba el pequeño aseo de invitados y un discreto guardarropa. Hacia el frente se extendía el amplio vestíbulo, con una puerta de doble hoja que daba al comedor a mi izquierda, junto a otra de una sola hoja que daba a la cocina; a la derecha tenia la puerta de la sala de trofeos. En el centro, al fondo, la puerta doble de la sala de música. A sus lados, sendos pasillos que conducían a los dormitorios y los despachos.

    Decidí comenzar por la izquierda. El comedor era una sala amplia, con una larga mesa con capacidad para doce personas. Una lámpara de araña con innumerables lágrimas de cristal, una lujosa vitrina que exhibía la vajilla más elegante, un busto de mármol a cada lado de la puerta, aquella habitación tenía que acumular polvo como pocas. Registré la vitrina, los pedestales de los bustos, mire debajo de la mesa, me asegure de que el suelo no sonase hueco por ninguna parte. Allí no parecía haber sitio para esconder la bolsa.
    Dejé la cocina para el final. Me dirigí a la sala de música. Apenas había muebles aquí: una lámpara mucho más elegante que la del comedor, dos sofás, y un piano de cola frente a un gran ventanal con lujosos cortinajes. El resto estaba prácticamente vacío. Al parecer esta habitación hacía también las veces de sala de baile. Mis pasos resonaban mientras caminaba por ella, la acústica era inmejorable. Al haber tan pocos muebles, termine pronto la inspección: los sofás no habían sido movidos en mucho tiempo, no había nada bajo ellos, y dado que la caja de resonancia del piano estaba abierta sería un disparate esconder nada en su interior (aparte de que esconder algo metiéndolo entre las cuerdas de un Steinway & Sons sería un crimen). Entonces se me ocurrió: ¿y si…? Alargue lentamente la mano hacia los cortinajes y los descorrí con brusquedad. Pero no había nada oculto detrás. Tan solo una ventana.
    La Sala de Trofeos me convenció de que el comedor no era la habitación que más polvo acumulaba en esa casa. Aquello parecía un museo de la mafia: réplicas de coches clásicos, recortes de periódicos con noticias sobre el Sindicato, trajes de celebridades del hampa; la sala también cumplía las funciones de biblioteca, y cada pared estaba forrada con libros y más libros. Me sorprendió incluso que la puerta también simulara ser una librería. El armario armero ya había sido cerrado, aunque el lugar de honor (el reservado para la Tommy) había quedado vacío. Así y todo, ahí había un considerable arsenal, todas piezas de colección: un revólver Colt .38m etiquetado como «Pistola de Alphonse ‘Scarface’ Capone»; una escopeta, parecida al arma del crimen, etiquetada como «Escopeta de Kate ‘Ma’ Baker».
    A ambos lados de la Sala de Trofeos se extendían sendos pasillos. El de la izquierda conducía a un despacho, luego doblaba hacia la izquierda formando una L y llevaba a otro despacho, al dormitorio principal y al de la hija del señor Rosano. El de la derecha, al dormitorio de la doncella, el del mayordomo y un pequeño cuarto de baño para el servicio.
    El dormitorio principal era, probablemente, el más elegante y a la vez intimidante que jamás había visto. Altas paredes de un verde oscuro, iluminadas de forma casi medieval por cuatro apliques estratégicamente colocados, se alzaban hasta el techo revestido en mármol del que pendía una lujosa lámpara de lágrimas que, al parecer, no se correspondía con ninguno de los interruptores de la pared. La amplia cama de matrimonio, con recargados cabecero y pie de maderas nobles y una fina colcha de seda decorada con un motivo floral, atraía toda la atención desde el centro mismo de la estancia. El parqué sugería un dibujo en damero mediante la forma en que la luz jugaba con el veteado. Un amplio vestidor a la izquierda, un buró antiguo a la derecha, un discreto mueble zapatero en una esquina. A ambos lados de la cama, sendas mesitas de noche con sendas lámparas.
    No iba a colar, pero mire bajo la cama. Efectivamente, nada sospechoso, sólo dos pares de zapatillas. Abrí los cajones de las mesitas de noche: ropa interior, principalmente. En la del lado izquierdo de la cama había una pistola de pequeño calibre; estaba cargada y con aspecto de haber sido utilizada frecuentemente hace poco. El número de serie estaba a la vista, lo apunte.
    El vestidor tenía aproximadamente las dimensiones de medio dormitorio. Las luces se encendían con un sensor de movimiento, así que me detecto tan pronto como entré. Vestidos, abrigos, camisones, trajes y todo tipo de zapatos de mujer. Espejos en todas las paredes. Dos estantes llenos de sombrereras. Tras dedicar más de un cuarto de hora a examinar el lugar no encontré ni rastro de la bolsa.
    Abrí cuidadosamente la tapa del buró. Documentos personales, correspondencia, papel de carta, pluma y tintero. Registre los cajones abriéndolos con la llave que el señor Rosano me había dado: sobres, sellos, una libreta de direcciones, nada fuera de lo normal. El zapatero estaba situado bajo uno de los cuatro apliques y junto a un felpudo. En el interior, sólo los zapatos del señor Rosano (de una factura impecable). Los aparté por si acaso, pero no había ningún espacio detrás. El felpudo presentaba marcas de pisadas, siempre de pies descalzos. Al parecer, al señor Rosano no le gustaba pisar el suelo con sus propios pies antes de calzarse.
    Pasé al siguiente dormitorio, el de María Teresa, hija del señor Rosano. Esta habitación era bastante más luminosa: paredes blancas, delicadas cortinas, peluches por doquier; solo faltaba que la cama tuviera un dosel rosa. Eso no era el dormitorio de una joven señorita: eran los aposentos de una princesa.
    Aquello parecía un templo en honor a la joven María Teresa Rosano: la mesa, las estanterías, la mesita de noche, todas estaban llenas de fotos de la chica. María Teresa en una fiesta, María Teresa en un yate, María Teresa paseando por la playa… Algunas fotos (más de la mitad, de hecho) parecían haber sido recortadas, como si en ellas hubiera habido alguien que ahora no debiera estar ahí; eso parecía una pista, pero por desgracia, cuando se veía algún indicio de quién podía ser ese alguien, nunca era la misma persona: un hombre alto y moreno, uno grande y pálido, la mano de un hombre negro, al menos tres mujeres distintas… No, el único elemento en común en todas las fotos era ella, posando con arrogancia y un marcado afán de protagonismo. Me llamó la atención una foto de María Teresa en la playa, en bikini, pero con una esclava de oro y rubíes en la muñeca. Algo quizás demasiado valioso como para llevar a la playa. Eso hizo que me fijara mejor en el resto de las fotos: la llevaba en todas.
    Bien, suficiente con las fotos, había trabajo que hacer. En aquella habitación, y conociendo las dimensiones de la bolsa que buscaba, no había muchos posibles escondites: bajo la cama, los cajones, el vestidor, pero nada más. Bajo la cama encontré una caja. Solo había zapatos. El vestidor me ofreció los mismos resultados que el de su madre: nada fuera de lugar. En los cajones encontré algo que no esperaba, pero difícilmente una caja de bombones nos serviría de algo en este caso.
    En esta ala sólo quedaban los despachos. El primero era el del señor Rosano, que por orden expresa del mismo se había mantenido tal y como estaba en el momento de los disparos. Al parecer, al mayordomo le había parecido una aberración y no había parado de objetar desde el doble asesinato, pero yo desde luego lo agradecía (es más, lo habría agradecido en el resto de la casa).
    Ya conocía este despacho, era donde habíamos firmado el acuerdo de confidencialidad. Así que ya llevaba parte del trabajo hecho: me había estado fijando en el amplio ventanal tras el monumental escritorio, en los gruesos cortinajes. La luz no entraba en ese despacho si el señor Rosano no se lo autorizaba. Descorrí las cortinas y examine el ventanal: cristales a prueba de balas. Comprobé las vistas: el jardín trasero de la casa, con su pequeña arboleda con bancos de mármol. No se veía la escena del crimen desde allí.
    Sobre el escritorio, hechos a un lado para dejar sitio para nuestro contrato, aún descansaban los libros de cuentas que Rosano y Pesci habían estado estudiando aquella noche. Les eche un ojo. Efectivamente, el balance final no cuadraba con los ingresos y gastos registrados, ahí faltaba dinero.
    Oí pasos desde el pasillo. Eso me sorprendió, dado que la puerta (también blindada, como de hecho todas las de la casa) estaba cerrada. Abrí y me asome a mirar: se trataba de la doncella en el otro extremo del vestíbulo. Esperaba que el lugar de trabajo del señor Rosano le mantuviese aislado del ruido exterior, pero para mi asombro, la acústica de aquella estancia era magnífica. Es como si en cualquier momento pudieses saber si había alguien en cualquier lugar de la casa sin siquiera salir del despacho.
    Haría falta mucho valor para ocultar la bolsa en el mismísimo despacho del señor Rosano; por otra parte, es el último lugar donde Rosano buscaría, así que… Nada bajo la mesa, como era de esperar; armarios y cajones sólo contenían documentos, y todos ellos impecablemente organizados por orden cronológico primero y alfabético después. Esconder ahí cualquier hipotético documento contenido en la bolsa habría supuesto el trabajo extra de asegurarse de que no estuviera fuera de lugar, y aún así eso nos seguía dejando con una bolsa de cuero desaparecida.
    En la pared oeste había un enorme retrato al óleo de la familia Rosano pintado hace cerca de una década, a juzgar por la edad de María Teresa en la pintura. También había una segunda hija… Curioso, de ésta no teníamos constancia, lo apunte para Nicolás. Como no podía ser de otra forma, al apartar el cuadro encontré una caja fuerte empotrada en la pared. El señor Rosano había cambiado la clave por 12345 para mi examen, sin decírselo a nadie más de la casa para que nadie pudiera trastear en su interior. La abrí sin problemas: sólo libros y cartas. Ignore el contenido y me centre en el continente: ni los sobres ni las tapas de los libros presentaban marcas de presión. No se había colocado nada medianamente pesado sobre ellos. Al parecer, la bolsa de cuero tampoco había pasado por aquí.
    El segundo despacho pertenecía al señor Capuccio, el contable de Rosano. Mucho menos solemne, pero con asientos cómodos, esta sala era un lugar de trabajo para alguien eficiente con un jefe importante. Estanterías y archivadores revestían las cuatro paredes, dejando al descubierto sólo el hueco de la ventana, el de la puerta y el de la enorme caja de caudales. La mesa estaba cubierta de papeles y libros de cuentas, un ordenador portátil y un teléfono fijo de los de dial. En el cajón, un gastado listín telefónico con nombres y teléfonos de diversos contactos comerciales de Rosano. Junto al portátil, un posavasos con manchas de café. El portátil estaba protegido con contraseña. Que esta también fuera 12345 era demasiado pedir, así que hice llamar al mayordomo y le pedí que trajera al contable.
    Aquí había una buena cantidad de lugares donde esconder una bolsa de cuero robada. Abrí uno por uno los cajones de todos los archivadores, sólo para encontrar una carpeta tras otra. Los cajones del escritorio tampoco ocultaban nada fuera de lo común: más libros de cuentas, agendas, un libro de direcciones y material de oficina diverso. Algunos de los estantes de las múltiples estanterías tenían puertas, pero en el interior sólo había carpetas clasificadoras perfectamente ordenadas.
    Quedaba la caja de caudales. Del tamaño de una nevera pequeña y con el encanto de las cajas fuertes clásicas, aquella pieza parecía de las resistentes. La abrí con la nueva clave. Gruesos fajos de billetes se amontonaban en el interior, distribuidos en pilas de diferentes alturas. Los pagos en metálico para el personal de la casa. Ahora me parecía incluso más admirable no haber encontrado nada que señalase a un intento de violación de la caja. Con todo, algunas pilas de dinero eran lo bastante altas y estaban lo bastante al frente como para ocultar algo detrás; cuidadosamente aparte un par de ellas un centímetro, lo suficiente como para escrutar hacia el fondo de la caja con mi linterna. Y entonces vi una segunda caja fuerte, más pequeña, del tamaño de una caja de zapatos. Probé la clave que Rosano me había proporcionado, pero no funcionó.
    —Saque las manos de esa caja fuerte si no quiere que informe al señor Rosano —sentenció entonces una voz a mis espaldas.
    Me gire para encontrarme cara a cara con el contable, el señor Capuccio. Me Identifique y le explique mi presencia mientras él contaba el dinero del interior de la caja para asegurarse de que no faltaba nada, y entonces le explique que necesitaba abrir esa pequeña caja fuerte y acceder a su portátil.
    —Lo que necesita para el caso está a la vista, detective —me dijo Capuccio.
    —Con el debido respeto, señor Capuccio, el señor Rosano nos ha dado pleno acceso a la casa para que podamos esclarecer este doble asesinato…
    —Y con el mismo debido respeto —me interrumpió—, soy consciente de ello y pongo a su entera disposición todo lo que está a la vista; pero también tengo mis derechos, y mi contrato con el señor Rosano estipula que, si bien trabajo para él, tengo derecho a una cierta privacidad. El contenido de esa caja fuerte es personal y no compete al caso. Puede acceder al portátil, la contraseña es “Turiddu”, dos Ds, la T mayúscula. Pero no voy a darle la clave de mi caja fuerte. Puede discutirlo con el señor Rosano si le place.
    Entonces se dio la vuelta y se marchó sin esperar respuesta. Aquello no me lo esperaba. Apunte que debíamos consultar con Rosano este particular y procedí a examinar el portátil. Lo primero que me llamó la atención es que no tenía conexión alguna a Internet: ni por cable, ni por wi-fi, ni siquiera una red configurada. Ese ordenador no se usaba para contactar con el exterior de la casa, y nadie de fuera podía acceder a él. Dedique una hora a revisar el contenido del portátil, pero no encontré más que hojas de cálculo, copias digitales de facturas y bases de datos de importaciones y exportaciones. La base del imperio comercial de Rosano, pero nada más.
    Pase al ala este de la casa, la dedicada al servicio. Sólo dos dormitorios y un triste cuarto de baño, Poco quedaba ya.
    Abrí la puerta del dormitorio de la doncella. Pestañee un par de veces. Cerré y volví a abrir. Saque el móvil del bolsillo y llame a Jack de inmediato.
    —Jack, tengo un par de preguntas rápidas.
    —Dispara.
    —El señor Rosano dice que recorrieron la casa entera el día del asesinato buscando la bolsa, ¿cierto?
    —Ajá.
    —Y que no la encontró.
    —Desde luego.
    —Última pregunta: ¿El personal de la casa sabía que íbamos a venir hoy a investigar?
    —Sí, todos estaban al corriente… ¿a qué viene todo esto?
    —Reúnete conmigo en el dormitorio de la doncella y te lo cuento.
    Colgué Luego todos sabían que veníamos. Y Rosano recorrió la casa entera buscando la bolsa. Habría que presuponer demasiada estupidez para que lo que tenía ante mis ojos tuviese algún sentido.
    Pero ahí estaba. Encima de la cama de la doncella, totalmente a la vista. Una abultada bolsa de cuero negro, con manchas de sangre seca en la base.
    Con una mezcla de cautela y suspicacia, abrí la bolsa y comprobé su contenido: cartas, documentos, libretas, información relacionada con un proyecto de opa hostil un tanto turbia que una empresa rival, propiedad de los Vitti, estaba preparando contra una tercera empresa. Aquella podía ser la información sensible que Palmintieri quisiera hacer llegar a Rosano: con esto se podría abortar una de las jugadas más grandes, caras y ambiciosas de la competencia de Construcciones Rosano antes de que pudieran llevarla a cabo, pero demasiado tarde para que pudieran echarse atrás.
    Examiné el resto del dormitorio. Se trataba de una habitación bastante modesta, con muebles humildes y muy poca decoración, el tipo de sitio en el que uno duerme pero no lo llama hogar. Ahora que ya teníamos la bolsa (si es que era esa), mi plan era averiguar si había estado oculta en esta misma habitación todo el tiempo. Bajo la cama no había sitio, el armazón de la misma era macizo. En el armario se podría haber llegado a esconder, aunque la ropa del interior estaba tan inmaculadamente limpia y cuidadosamente doblada que te daba la sensación de que meter esa bolsa ahí habría dejado algún rastro (ropa arrugada, o simplemente no tan planchada). El altillo era otro cantar, ahí había sitio de sobra. La mesita de noche sólo tenía un cajón para la ropa íntima, un vaso de agua y una fotografía antigua de la que debía ser la madre de la doncella. Aparte de eso, no había mucho sitio más donde esconderla.
    Algo no iba bien y lo sabía. Rosano no sería tan estúpido como para no haber visto esa bolsa encima de la cama, y habría que concederle mucha idiotez a la doncella para dejarla encima de la cama el día que viene la Sociedad del Misterio a registrar la casa.
    Parecía evidente que esa prueba había sido plantada, pero ¿por qué y por quién?
    Levante la bolsa de la cama para intentar sacarla de allí sin que nadie la viera, al menos hasta que decidiéramos qué hacer con ella. Entonces me fije en algo: la bolsa había dejado un ligero residuo rosáceo en la colcha. Examine bien la base de la bolsa: había una sustancia de un rosa blancuzco adherida a ella. Tome muestras para Celdelnord.
    No podía terminar la investigación aquí. Aún faltaba el dormitorio del mayordomo. Jack me esperaba en la puerta de la habitación de la doncella. Impagable la cara de asombro al ver la bolsa en mis manos. Le puse al día de mis sospechas, a las que encontró bastante lógica, y convinimos que el sacaría la bolsa de allí y que nadie, salvo Rosano (para que la identificara), sabría que ya la habíamos encontrado.
    El dormitorio del mayordomo era si cabe más humilde aún que el de la doncella. Una vieja cama pulcramente hecha, una mesita de noche con un candil y un libro, y un armario con sólo dos perchas. Ahora lamentaba no haber empezado por la habitación anterior… habría sabido en todo momento que no buscaba la bolsa sino su anterior escondite. Fui al grano: tanto bajo la cama como en el armario había espacio de sobra para esconder la bolsa, pero no quedaba ni rastro del residuo rosáceo. No obstante, esa habitación había sido fregada recientemente, así que no descartaba ninguna posibilidad. En la mesita sólo encontré ropa interior y una vieja fotografía amarilleada. Costaba determinarlo con seguridad, pero de los dos hombres que salían en la foto, uno de ellos podría ser perfectamente Alfredo, el mayordomo, cincuenta años atrás; en cuanto al otro, compartía rasgos faciales con el señor Rosano, pero era un hombre mucho más grueso.
    Ya sólo faltaba la cocina, el otro único acceso a la vivienda. Una sala grande, con amplias encimeras, hornilla de cuatro fogones, horno de piedra… Tenía que dar gusto cocinar aquí. Armarios de cocina por todas partes, tanto bajo las encimeras como colgados de las paredes. La nevera, de un tamaño considerable. El propio horno. Aquí había demasiados posibles escondites para la bolsa. Pero ahora jugaba con ventaja: sabía que tenía que encontrar ese residuo rosáceo. Y bastó un rápido examen a cada posible escondrijo para descartarlo: ni rastro del residuo. Aquello empezaba a resultar frustrante. A punto estaba de salir, cuando vi algo por el rabillo del ojo: una huella en el suelo. No es infrecuente, claro, desde luego había encontrado huellas de pisadas en más de un sitio, pero… ¿debajo de una mesa? Se trataba de una huella parcial, puede que medio borrada, de una suela de bota. Imposible determinar la talla con precisión. Lo único que tenía claro es que debajo de una mesa no era el sitio más lógico para haberla encontrado. Aparte de eso… sabía que aquello no era barro. Rasque un poco para Celdelnord, pero tenía toda la pinta de ser sangre seca.
    Una huella solitaria… El rastro terminaba aquí, y eso de por sí ya era desconcertante; pero era imposible que también empezase aquí. Me volví hacia la puerta que daba al atrio, aquella tenía que haber sido la entrada del asesino en la casa después del crimen. Me asome por la puerta: también parecía haber algunas huellas, ya casi borradas, por todo el suelo del atrio desde el garaje. Salí a examinarlas: ninguna estaba completa, probablemente su propietario sólo había pisado la sangre con media bota, pero se podía determinar que las había dejado una persona corriendo por la presión de la huella, concentrada sobre todo en la parte delantera. También se apreciaba que esa persona tenía un paso algo irregular… era como si la puntera ejerciese presión, pero menos de la debida, y que dicha presión aumentaba a medida que se llegaba al centro de la huella. A veces la huella se torcía, como si quien la había dejado hubiese dejado el pie lacio.
    Volví a la cocina tomando buena nota de todo esto. Por inercia, fui a limpiarme los pies en la alfombrilla que había bajo la puerta… y entonces me fije en las manchas. Salpicaduras de aceite por toda la alfombrilla, grasa, algo que parecía salsa. Todo eso tendría sentido si hubiera encontrado la alfombrilla al pie de los fogones, donde se cocina, pero ¿en la puerta? Me quite de encima y levante una esquina con cuidado: efectivamente, la alfombra había sido movida para ocultar dos huellas más que conducían de la puerta a la mesa. Ahora ya era oficial: teníamos el punto de entrada del asesino.
    Sabíamos por dónde entró el asesino. Sabíamos dónde se escondió. Pero no sabíamos qué había hecho con la bolsa todo este tiempo. ¿Había estado siempre en el cuarto de la criada? ¿Cómo pudo no verla Rosano? Y ese residuo rosáceo… No había encontrado nada parecido en ninguna otra habitación, sólo en la de la doncella donde había encontrado la bolsa. Por lógica, debía venir con la bolsa, así que… ¿dónde había estado todo el tiempo? ¿Qué se ocultaba detrás de toda esta historia?

  30. Jack Ryder dice:

    Bueno, pues… ya tenemos con qué empezar. Y sí, no me esperaba este resultado, desde luego. Buen trabajo, Profesor, enseguida guardo copia de tu informe en la Sala de Archivos.

  31. Nicolás dice:

    Jengibre, Mauser, Profesor, Papirus, Parmacenda, Zalaya, Maureen, LaRizos, encantado de volver a trabajar con vosotros. Señor Rider, estoy al pie del cañón.

    Ahora mismo Pesci me concederá unos minutos para hablar sobre la historia de la familia. Quedaos tranquilos, hay forma de cotejar muchas cosas de las que me dirá, por lo que si se marca un farol lo sabré de inmediato. ¿Jack, puedes preguntarle a Giancarlo si puedo pasar a registrar la colección de armas? Y si todo sale bien, por la tarde me conceden una entrevista para hablar de la casa y demás. Esta noche ya tendréis el informe. Por cierto, menudo brete en el que nos hemos metido, ¿eh? ¿En dónde nos quedaremos a dormir mientras tenemos sobre nuestras pobres cabezas el protocolo de seguridad? Porque a mí me gusta la casa, pero no quisiera estar cerca de un asesino que, si ya lo hizo dos veces, puede hacerlo una tercera. Parmacenda, te iré pasando las notas sobre los miembros de la familia, así te vas orientando en los interrogatorios; sólo usa un poco de paciencia para conmigo, que el caso es muuuy grande.

    Bueno, atendiendo el mismo razonamiento de que, dado el protocolo de seguridad, el asesino no pudo salir, es difícil que el bolso de cuero también haya desaparecido de la casa. Quien quiera lo haya robado, todavía debe tenerlo en su poder (u oculto en algún sitio).

    Ahora bien, la única posibilidad que queda abierta es que Rosano nos esté engañando en algo de lo que nos cuenta. Lo que sea que haya contenido ese bolso, era lo suficientemente importante para el asesino (estoy asumiendo que el mismo que cometió el doble homicidio es el mismo que robó la bolsa). Dudo que alguien monte tanto escándalo por unos documentos sobre una empresa. Pero esto es una conjetura, así que no hagamos mucho caso y esperemos a tener más hechos.

    Permiso, me está llamando Pesci.

  32. Jack Ryder dice:

    Nicolás, bienvenido a la investigación, hablaré con Rosano. En cuanto a la bolsa… veo que has escrito antes de poder leer el primer informe de Boniatus (lo que tarde o temprano nos pasa a todos, que cuando por fin publicamos se nos han adelantado), pero échale un vistazo con calma que creo que responderá a alguna de tus preguntas (al tiempo que generará algunas nuevas).

  33. Jack Ryder dice:

    Informe del Profesor subido a la Sala de Archivos. Ya podéis descargarlo para tenerlo siempre a mano y leerlo con más comodidad.

  34. Nicolás dice:

    Listo las hipótesis:
    H1: El profesor no encuentra rastro de esa sustancia rosada por ningún sitio.
    Si h1 es válida, quiere decir que esa bolsa no estuvo en ningún otro sitio que no fuera la cama de la doncella. Porque aparte en los otros lugares de la habitación no hay residuos de esa sustancia, ¿no?
    Pero si la bolsa estuvo todo el tiempo en la cama de la doncella, Rosano tuvo que haberlo visto. Luego esto no puede ser.
    Listo las conclusiones:
    C1: O bien alguien guardó la bolsa en algún otro sitio, luego la embadurnó con esa sustancia y luego la dejó en la cama de la doncella para incriminar.
    C2: O bien fue la doncella quien cometió el crimen. De alguna forma sacó la bolsa y se embadurnó con esa cosa rosa y la dejó en la cama.
    Francamente, c2 me parece poco probable (aunque posible).
    ¿Puede ser que la caja de seguridad secreta del contable sea la caja del porno?

  35. Bueno, o también puede tratarse de otra bolsa, que se le parezca mucho. A lo mejor alguien quiere incriminar a otra persona.
    ¿Sabéis dónde había también mucho rosa? En el dormitorio de la hija.

  36. Jack Ryder dice:

    Es pronto para saber eso, Nicolás. Aunque sobre esa caja os diré algo.

    He hablado con el señor Rosano. Como buen hombre de honor que es, está atado por contrato y obligado a respetar la privacidad de la caja fuerte de su contable. Pero también le ata su contrato con nosotros, en el que nos da libre acceso a la casa.

    Después de estudiar detenidamente la situación, ha encontrado la única salida posible: él no puede abrirnos esa caja fuerte, pero tampoco puede impedirnos que la abramos nosotros. Si somos capaces de descubrir la clave, su contable no podrá objetar a que la abramos.

    En cuanto a tus dos posibles conclusiones…

    C1: A esta le veo un hueco: ¿por qué iba alguien a embadurnar la bolsa con esta sustancia?
    C2: Cuando Boniatus me expresó sus dudas sobre la bolsa, hubo algo que me llamó la atención: incluso si de verdad la doncella tenía la bolsa todo el tiempo, tuvo que dejarla en algún sitio ya que en algún momento desde el crimen ha tenido que acostarse a dormir. Luego igualmente debería haber dejado residuos en otra parte.

    La Rizos, te me has adelantado… He mostrado la bolsa al señor Rosano y la ha autentificado. No le he dicho dónde la hemos encontrado, no hasta que sepamos con seguridad cómo ha llegado allí, pero esa es sin lugar a dudas la bolsa robada.

  37. Nicolás dice:

    Precisamente por eso descarté c2, no tiene mucho sentido (fíjate antes de c1).
    Hum… el hueco que le vemos a c1 puede ser explicado de dos formas: a- Ese empaste rosado fue accidental. B- El empaste rosado fue verdaderamente deliberado para que nosotros llegásemos a esa conclusión. Es decir, que alguien más ensució la bolsa de cuero con ese residuo y la dejó en la cama de la doncella. Si nosotros la encontrábamos allí y veíamos el residuo, íbamos a concluir que, como no había residuo en otra parte, la bolsa debía haber estado allí todo el tiempo. Recuerda que todos los miembros de la casa sabían que el profesor iba a hacer revisión de la escena del crimen, y también se dice en el informe que “Giancarlo Rosano no es jefe de departamento de Escena del Crimen”. Quien dejase ahí esa bolsa embadurnada podía creer que nosotros íbamos a considerar que a Rosano se le pasó por alto en la primera revisión de la casa, nada más.

  38. Nicolás dice:

    Y Jack, es más fácil descubrir la combinación de tres dígitos del minibar del doctor Watson que la clave de seguridad de un contable italiano 😛

  39. Jack Ryder dice:

    Una aclaración (y una disculpa, lo he visto tarde, debería haberlo aclarado antes): he estado repasando el informe de nuestro buen Profesor, y no dice en ninguna parte que en el dormitorio de María Teresa Rosano haya nada rosa. Lo más parecido que dice es que le extraña que la cama no tenga un dosel rosa.

    De cualquier manera, aún nos falta saber qué es realmente ese residuo. Tendremos que esperar a que Celdelnord pueda analizarlo.

  40. Hay que encontrar la bota que hizo esas pisadas. ¿La huella se corresponde con algún zapato de los que hay en los armarios?
    Aún así, el tipo de pisada es sospechoso: eso de que hubiese poca presión en la punta y más por el centro -o incluso pareciendo que estaba el pie lacio) da a entender de que no era un pie precisamente lo que había dentro de la bota, sino una mano. O que el que caminaba iba borracho 😛

  41. Jengibre dice:

    Por favor… este caso parece un episodio de Los Soprano…
    A mi el contable me da muy mala espina… XD
    También coincido que el único lugar donde pudo camuflarse un residuo rosa es en la habitación de Mª Teresa… hay una sobredosis de ese color… Profesor, espero que no hayas tomado ideas de esa habitación para decorar la de nuestra Baby Boniatus XD

    Lo que me ha llamado la atención es esa «peculiaridad» de las huellas, podría denotar que la persona en cuestión tuviera algún problema o particularidad al caminar… Jack, ¿has observado si alguno de los sospechosos camina raro?

    Por cierto, ¡¡¡¡¡Hola compañeros!!!! mola volver a trabajar con vosotros (no os saludo uno por uno, porque sois muchos)

    Y jefe, perdón… creo que me he incorporado al caso antes incluso de que este estuviera abierto oficialmente… I’m so sorry…

  42. Jengibre dice:

    Una pregunta… ¿cómo hacéis para que os salgan los emoticonos???
    ¡¡¡¡a mi no hay manera de que me aparezcan!!!!!

  43. Jengibre dice:

    Ups, leída la aclaración de la habitación… supongo que al mencionar lo de la habitación de princesa he dado por supuesto lo del color rosa… (es lo que tiene tener una sobrina de 8 años que tiene pasión por ese color)

  44. Lo mismito me ha pasado a mí, jengibre, con el rosa. Aunque no sabemos la edad de la muchacha, que ya lleva bikini. Lo mismo está ya bien criá xD

  45. Jack Ryder dice:

    Entonces no me vuelvo a remitir a mi anterior aclaración, porque veo que ya no hace falta 😉

    Sobre el tema de las huellas, Jengibre: yo no he visto a nadie caminando raro, pero también es cierto que apenas he visto a nadie de la casa salvo a los señores Rosano y Pesci y al mayordomo. Quizás Nicolás tenga constancia de alguna lesión en el historial de alguno de nuestros sospechosos, o Parmacenda pueda fijarse en algo cuando los entreviste. Creo que entre tu comentario y el anterior de La Rizos ha quedado ya claro que en esas huellas hay algo sospechoso, pero por ahora no tengo con qué contestaros.

    Dos cosas más: los emoticonos… a mí al menos me salen de forma automática. Pongo dos puntos y una p mayúscula, y sale :P; pongo punto coma y un paréntesis, y sale ;). Que no es que tenga una lista de emoticonos a mano, vaya, que me salen al escribirlos. Y sobre tus disculpas… Que sea la última vez que te disculpas por llevarte una condecoración, Jengibre. Te la has ganado tanto como se la ganaron tus compañeros en el caso anterior 😉

  46. Jengibre dice:

    tienes razón, Rizos…
    Hablando de la hija, me parece muy extraño lo de las fotos de su habitación. Me da a mi que esa chica es un poco narcisista… tantas fotos suyas en su propia habitación?? Si no he leído mal el informe del Profesor, muchas de las fotos han sido cortadas, descartando al/los acompañantes de turno y centrándose en su propia imagen… Me resulta curioso. Porque si fueran fotos con hipotéticas parejas, si la relación se rompe lo normal es que quites la foto, pongas las nuevas con tu nueva pareja y punto…
    También me llama mucho la atención que de la otra hija no haya ni rastro en la casa… ni habitación, ni fotos, como si no existiera… ¿que tipo de padres tratan a una de sus hijas como si fuera la princesa del cuento e ignoran a su otra hija?
    Nico, espero que con tus dotes de buen documentalista nos aclares ese particular!!!

  47. Jengibre dice:

    😛

  48. Jack Ryder dice:

    Veo que funciona 😉

  49. Jengibre dice:

    ¡¡¡bien!!! ahora ha funcionado… Gracias Jack…

    Se nota mucho que el reposo me aburre sobremanera y que me sobra tiempo verdad???
    😉

  50. celdelnord dice:

    Buenas a todos!

    Yo voy a intentar ponerme manos a la obra, a ver si me dejan un rato el cochecito… para analizarlo, claro está. Mientras tanto leeré el informe preliminar y el de Papá Boniatus.

  51. Jack Ryder dice:

    Celdelnord, bienvenida a la investigación. Si necesitas cualquier cosa para preparar tu informe, avísame y lo hablo con el señor Rosano… Ya me ha estado preguntando si necesitarás que te habilite un «laboratorio de campaña» en su despacho o algo.

  52. Nicolás dice:

    Un palo de ciego. ¿Esa sustancia rosácea podría ser relleno de bombones? ¿Bombones de fresa, tal vez? Lo dicho, palo de ciego 😛

  53. Jack Ryder dice:

    Me temo que tendremos que esperar a que Celdelnord lo pueda analizar.

  54. ¡Uriel Eugenio presente! ¡Hola a todos!
    ¿Rosano guarda las armas cargadas? ¡Mierda! Esperaba poder tirar por el lado de las balas… Como ya se dijo, la Tommy usa calibre .45 ACP (11.43×23mm), que entiendo que no es un muy común en Europa. Ahora en serio… ¡¿Cargadas?! Este hombre está loco…
    Vamos a ello, ¿quién tiene acceso a la llave del armario donde estaba la Tommy? No tendremos la suerte de encontrar huellas en la Tommy, ¿no?

    «El balance final no cuadraba con los ingresos y gastos registrados, ahí faltaba dinero.» Si en un libro de contabilidad falta dinero, eso no quiere decir que el dinero se gastó (que hay pérdidas), sino que no hay registros de a dónde a ido ese dinero. Si llevamos a Rosano a pensar que está en esa caja fuerte, tal vez Rosano obligue al contable a abrir su caja fuerte.
    En cualquier caso, ¿qué clase de combinación habría que adivinar? ¿Numérica? ¿4 números? ¿5? ¿6?

    La bolsa no estuvo todo el rato sobre la cama de la criada… como ya se dijo, tiene que haber dormido en este tiempo. Me asaltan varias preguntas, o reflexiones en voz alta: el residuo, ¿vendrá del lugar del escondite o de antes? ¿Estamos buscando un sitio lleno de residuo rosado, o sólo con una marca de la base de la bolsa? ¿Será un residuo que manche el suelo, o sólo la cama, por ser tela?

    Jack, ¿cuáles son las 9 personas en la casa? Yo sólo he podido contar 7: Rosano, Pesci, el contable, la esposa de Rosano, su hija, la doncella, el mayordomo…

  55. Hetty Callahan dice:

    Buenas a todos compañeros! Saludos jefe. Por fin puedo incorporarme y después de repasar los informes y todo lo que habéis dicho tengo una pregunta: ¿Puede venir el residuo de fuera de la casa? A una casa como esta no le faltan jardines ¿o sí? Es posible que ese producto se haya utilizado en las plantas o en la piscina (en caso de que la tuviera). Por otro lado si nada de esto fuera posible, ¿qué comieron el día del incidente? Puede que ese residuo pertenezca a algo que se hizo en la cocina pero cuyo rastro se haya fregado. Si se escondió en la cocina, puede que dejara allí el maletín. Aunque supongo que esto se resolverá cuando nuestra jefa de departamento tenga los resultados.

    Por otro lado, ¿a nadie le ha resultado raro que haya dos huellas en la entrada de la cocina, otra debajo de la mesa, pero que no haya nada fuera? El asesino pudo dejar las huellas antes de esconder el maletín o antes, lo que implicaría que lo escondió fuera, borró las huellas y entró en la cocina. Hay muchas formas de comprobar esto ¿sería posible ver si hay rastro de sangre fuera?

  56. Ideas (de esas sin prueba alguna): ¿y si el motivo del crimen no fuese el robo de la bolsa? Por algo fue encontrada tan fácilmente… ¿O será que el asesino/ladrón ya se está poniendo nervioso?

  57. Hetty Callahan dice:

    Una cosa en la que acabo de caer… ¿después de semejante crimen el mayordomo se empeña en arreglar toda la casa? ¿Está pensando en ocultar pruebas? Debería saber que el primer sospechoso siempre es el mayordomo, el tiene las llaves, acceso libre a toda la casa sin sospechas y conoce hasta el más mínimo escondrijo de la casa… Parmacenda ¿podrías preguntarle por este empeño en la limpieza en semejante momento?

  58. Jack Ryder dice:

    Uriel, Hetty, bienvenidos a la investigación. Dicho esto, vayamos por partes:

    URIEL: No creo que tengamos tanta suerte con las huellas de la Tommy; veré qué puedo averiguar sobre la llave. Rosano no va a obligar a su contable a abrir la caja fuerte, tiene un acuerdo con él y no ha de ser él quien lo rompa; la combinación, por lo que tengo entendido, es numérica y de ocho dígitos. Por lo que tengo entendido, el residuo en cuestión podría manchar el suelo, pero desde luego en la tela se ha impregnado bastante bien. Y sí, los siete que has contado son correctos, pero te faltan dos: Piero Scalpellino y Paolo Breccia. Según tengo entendido son hombres de confianza del señor Rosano.

    HETTY: tal y como dices tendremos que esperar a que Celdelnord analice el residuo para conocer su naturaleza exacta. No sé aún qué comieron el día del incidente (lo averiguaré), aunque tengo entendido que para la cena iban a tomar pasta de algún tipo. Quizás Parmacenda pueda arrojar algo más de luz sobre este particular. En cuanto a las huellas que dices, si te fijas bien, el Profesor sí que encontró algunas en el atrio.

    Uriel ha planteado una cuestión interesante: sabiendo que hemos encontrado la bolsa robada casi nada más empezar a investigar… ¿cuál creéis que ha sido el verdadero motivo del crimen? Ahora mismo no sé si tenemos pruebas suficientes para argumentar sobre este tema, así que mientras nadie pueda respaldar sus ideas con pruebas, lo único que busco es eso: ideas. ¿Qué opináis?

  59. Mauser Still dice:

    Nos falta el informe sobre la cochera, pero aventuro una cosa:

    1.- El asesino tuvo que entrar en el coche para recuperar la bolsa una vez hubo ejecutado a los correos (milagro, añado, que la bolsa no haya recibido ningún balazo)

    2.- Parece evidente que se manchó de sangre, al menos un poco, a juzgar por algunas de las huellas

    3.- Sabemos que el coche es viejo y algunas piezas, como la transmisión, tienen problemas.

    4.- Tenemos esas extrañas huellas de profundidades dispares frente a la cocina

    HIPOTESIS:
    Al ametrallar el vehículo se perforó el depósito de aceite o líquido de frenos, que salió en cantidades junto a la sangre impregnando la bolsa (la sustancia rosa) y por ende, al asesino cuando se acercó a recogerla.
    Ese líquido penetra en los zapatos del asesino, y le dificulta la huida cuando los pies empiezan a resbalarle dentro de los zapatos.
    Se percata durante la carrera hacia la cocina y allí mismo intenta limpiar el estropicio lo mejor que puede, con el felpudo, a fin de no dejar al menos un rastro de huellas rosadas hasta el escondite de la bolsa.

    PD:
    También me tiene mosca esa lámpara que no se enciende: me pregunto si pudo ser el escondite temporal de la bolsa ¿Es posible buscar restos de la sustancia allí, es la lámpara demasiado pequeña…?

  60. Hetty Callahan dice:

    Lo primero que se me ocurre es un crimen pasional disfrazado. Supongo que he leído demasiadas novelas de crímenes y ahora lo que se me viene es eso. ¿Qué sabemos de los dos fallecidos? Es peligroso liarse con la hija del jefe. Si Rosano nos ha contratado es de suponer que no sabía nada, el asesino podía estar actuando por «lealtad» a su jefe, protegiendo a la princesita y quitando de en medio a un matón que «solo querría aprovecharse de ella». Robando el maletín podía tener una distracción del verdadero motivo.

    Por otro lado, en la época en la que estamos el maletín ha estado desaparecido el tiempo suficiente para hacerles unas fotos con un móvil y enviarlos a quien sea que haga falta. Esto en el caso de que el motivo del crimen fuesen los documentos que contiene. Con los dispositivos móviles de hoy en día cualquier puede digitalizarlos y enviarlos via email en apenas unos minutos. Una vez conseguido pasar la información mantener el maletín oculto no era necesario. Al sacarlo de su escondite podían lograr desconcertarnos y hacernos mirar en otra dirección.

  61. Jack Ryder dice:

    He podido echarle un vistazo a la lámpara, Mauser… es una lámpara que cuelga del techo, con lágrimas de cristal. No es lugar para esconder la bolsa, la verdad.

    En cuanto a tu otra hipótesis… Esperemos a ver qué nos dice Celdelnord, pero me parece que tienes mal al menos un dato: no creo que el asesino necesitase entrar en el coche para nada. Pediré confirmación, pero el señor Rosano nos dice, cito del informe preliminar, «Fueron abatidos a tiros tan pronto como bajaron del coche». Luego las víctimas ya se encontraban fuera del vehículo, y si tan importante era esa bolsa, la habrían sacado con ellos. De cualquier manera, y como digo, pediré confirmación (a ver si nos pueden aportar algo, claro, que bien puede ser que no) y esperaremos al análisis de Celdelnord.

  62. Jack Ryder dice:

    Ideas apuntadas, Hetty. Por el momento no tenemos forma de demostrarlas ni de rebatirlas (aunque ya contábamos con ello, por eso mismo he pedido ideas), pero de momento te diré que son plausibles. Lo único que me intriga de tu segunda idea (a la que le veo potencial) es: ¿quién más se beneficia de esta información? Es decir, estos documentos permitirían a Rosano tener ventaja sobre sus competidores; quitárselos le arrebataría la ventaja, dejárselos tras hacer copia sólo serviría para que dos o más partes tengan acceso a dicha información, y si ese es el plan, ¿quién más se beneficiaría?

  63. Hetty Callahan dice:

    Con respecto a la caja fuerte, siendo ocho dígitos podemos ir probando con fechas importantes, su cumpleaños, el de sus hijos si tiene, su esposa, la fecha nacimiento/defunción de sus padres, la fecha en la que le contrató Rosano. ¿Qué os parece? Aunque creo que conseguir estas fechas es darle trabajo a Nicolás.

  64. Mauser Still dice:

    Y lo he mirado: Turiddu es otra referencia mafiosa (más o menos) es el protagonista de la Ópera «La Caballería Rusticana» que es lo que Michael Corleone iba a ver al final de «El padrino III» mientras estaban asesinando a todos los que le habían engañado, y también mientras trataban de asesinarlo a él.

    ¿La cobinación de la caja son Ocho dígitos? ¿Podría ser una fecha? tal vez 17051890: la fecha del primer estreno de «La caballería rusticana»

  65. Hetty Callahan dice:

    Conocer la información del maletín podría servir a un competidor de Rosano para adelantarse a los movimientos que este vaya a hacer, y bien hacerlos antes o truncarle el negocio y conseguir que pierda dinero.

  66. Nicolás dice:

    Bueno, ha demorado un poco más de lo previsto, pero aquí tenéis el informe. Veréis que hay algunas cosas interesantes en él. Sin más:

    DOCUMENTACIÓN Y CONEXIONES

    Me olí algo sospechoso cuando nos hicieron firmar ese acuerdo de confidencialidad. Y ahora estábamos metidos en una casona en donde vivía un clan de mafiosos. Y yo tenía que documentarme sobre ellos. Revisé el pilón de notas que me había facilitado Antonio Pesci, junto con todos los otros documentos que me había hecho traer. Sería una larga tarde. Con el mate dispuesto a mi lado, comencé a teclear furiosamente en el ordenador.

    La familia Rosano había emigrado a España a finales de los ochenta. Desde entonces, sus historiales estaban inmaculados: negocios legítimos, obras de caridad, mecenazgo, toda una magnífica campaña de Relaciones Públicas destinada a limpiar un apellido manchado de sangre.

    Por supuesto, la historia de los Rosano en Sicilia era mucho menos agradable. Durante tres generaciones, los Rosano fueron los dueños del cotarro:desde apuestas ilegales hasta drogas, pasando por tráfico de armas, extorsión y asesinatos a sueldo, todos los negocios turbios de la ciudad pasaban por un Rosano. Entonces comenzó la guerra: dos familias rivales, los Vitti y los Manetta, ninguna de ellas con el poderío suficiente para imponerse por sí misma, firmaron una alianza para destronar a los Rosano y arrebatarles su territorio.

    Esta guerra se volvió mucho más peligrosa al morir el hijo menor de Guido di Bugiardini, teniente de Federico Vitti. La policía dictaminó que se trataba de una muerte accidental, el coche del joven Bugiardini se salió de la carretera; pero los Vitti sentenciaron que aquello había sido una represalia de los Rosano. Una represalia que suponía una terrible falta de honor, pues en una guerra de mafias sólo se debe atacar a los soldados, no a sus familias.

    Habiéndose declarado una guerra abierta en la que todo el mundo podía caer, y todo a raíz de un malentendido, Giancarlo Rosano (el actual patriarca de la familia) decidió que sus territorios y sus negocios no le importaban tanto como su nombre. Giuliano Sidone, líder del clan Sidone y aliado de los Rosano, les ayudó a abandonar el país sin hacer ruido, comprometiéndose a tratar de mantener a raya a los Vitti y los Manetta hasta hacerles entender que la muerte de Bugiardini no entraba en los planes de nadie.

    Indignado por la falsa acusación y por las consecuencias que ésta había acarreado, y según se dice también influenciado por una afección cardíaca congénita que se le había empezado a manifestar, Rosano empezó una nueva vida en España. El clan Sidone le ayudó a salir de Italia, pero Giovanni Palmintieri, el socio recientemente fallecido, le había ayudado a entrar en España y a establecerse. Tomó uno de los viejos negocios de su padre, una empresa dedicada a la construcción que años atrás servía como tapadera legal para actividades ilícitas, y lo reformó desde los cimientos, conservando únicamente el nombre y algunos proveedores. Coincidió justo con pleno boom inmobiliario, por lo que la empresa logró despegar bastante rápido. Después, antes de que la burbuja inmoviliaria estallara, Rosano diversificó su empresa y creó otros múltiples negocios que supieron florecer, como Escuelas Taller, Casas de Oficio, Talleres de Reciclaje de Trabajadores e Incubadoras de Emprendedores. Rosano fue de los primeros en dar cursos de Community Management en España y ofrecer becas al extranjero, lo que incluso le ha granjeado el agradecimiento de estudiantes situados en puestos claves del entramado empresarial español. El dinero sucio de los Rosano había servido como base para construir un imperio completamente legal.

    Sería negligente ignorar el papel de Carla Rosano Auditore, la esposa de nuestro cliente, que había desempeñado en todo momento el rol de portavoz oficial de la familia en España. Valiéndose de técnicas profesionales de Relaciones Públicas, principalmente la estrategia del Guante Vuelto, la señora Auditore se aseguró en todo momento de que nadie negara el pasado de su esposo, pero que nadie pudiera ignorar que todo eso había quedado en el pasado. Una política de transparencia absoluta ponía al descubierto que la familia Rosano era, ahora, una familia honrada que se había labrado su posición.

    De esta historia ya podía empezar a elaborar algunos perfiles de personalidad. Giancarlo Rosano era un hombre de honor, para quien su nombre y su familia eran más importantes que el dinero o el poder. Un hombre orgulloso que jamás toleraría una falsa acusación sobre su cabeza. De él se decía que era diestro con las palabras, pero que gustaba de ir directo al grano en las cuestiones importantes. Su familia tenía un largo historial de asuntos turbios, desde luego, pero Giancarlo Rosano había tenido suerte: cuando él heredó el control de la familia, el imperio de los Rosano ya estaba bien asentado y él sólo tuvo que mantenerlo. De este modo, puede decirse que ha sido el Rosano que menos se ha manchado las manos, y definitivamente jamás de sangre.

    Su esposa, por su parte, provenía de una familia acomodada y completamente limpia, y ahora tenía toda la intención de seguir en una igual. Conoció a su marido en la cafetería de su facultad, ella estudiaba Relaciones Públicas y él Empresariales. Ella siempre ha sabido en qué entorno se mueve él, y nunca ha estado muy conforme con ello. Pero ha mostrado su apoyo a su esposo en todo momento. Se licenció con matrícula, pero como esposa del dueño de media ciudad nunca ha necesitado ejercer su profesión; reacia a convertirse en una mujer florero, cultivó su otra gran pasión (la música) y se hizo un nombre en Sicilia como soprano. Parece ser que este “nuevo comienzo” está siendo una oportunidad de oro para que la señora Rosano Auditore tenga, desde cero, la familia que siempre ha querido.

    El matrimonio Rosano tiene dos hijas: Lisa, de treinta años, nacida en Sicilia, y María Teresa, de veinticinco años, que vino al mundo en España casi inmediatamente después de la llegada de sus padres. Lisa se encuentra actualmente en los Estados Unidos, donde lleva ocho años estudiando Medicina. Ya se ha establecido allí, contraerá matrimonio este mismo año (lo comprobé con una fuente de confianza). Su madre siempre la ha apoyado con esta decisión: no sólo ella debe ser libre de hacer su vida, sino que de esta forma el buen nombre de los Rosano abre una franquicia al otro lado del atlántico.

    María Teresa, por su parte, siempre ha mostrado mucha menos inclinación hacia los estudios; dado que heredará el negocio familiar, hace ya tiempo que decidió (y anunció ante toda su familia) que lo único que necesitaba era tener contactos. Su nombre estaría en los membretes de la empresa, y eso era lo único que ella necesitaba hacer, pero siempre ha tenido la intención de delegar la gestión de los negocios en gente más capacitada. Una cosa es cierta: se administra muy bien el dinero que le dan sus padres, ya que todos los meses le alcanza y le sobra para caprichos. Se le han conocido bastantes novios, pero curiosamente nadie de alta cuna: al parecer, a María Teresa le gusta ser la pudiente de la pareja incluso aunque no le guste trabajar. ¿Alguien había dicho ‘narcisismo’?

    Uno de estos antiguos novios también estaba en mi lista de sospechosos: Piero Scalpellino. Sería difícil asignarle un rol definido hoy en día; no desempeñaba ninguna función concreta en la casa. A veces conducía, en ocasiones puntuales cocinaba, quizás hacía alguna chapucilla de vez en cuando, pero nada concreto. Guardaespaldas, tal vez, si podía decirse algo de él. Su carrera criminal comenzó a temprana edad: a los doce años formaba parte de una pandilla de rateros. Destacó por encima de la media y fue reclutado por el padre de Giancarlo Rosano. Hizo méritos, y a los quince su nombre se susurraba con pavor en los callejones de Sicilia; se había convertido en uno de los asesinos a sueldo más eficaces y sanguinarios de la época. A los dieciséis años, poco antes de que la familia Rosano emigrara a España en mil novecientos ochenta y siete, Piero fue detenido por asesinato y cumplió condena durante quince años; nadie sabe qué le ocurrió en la cárcel, pero salió de allí manso como un corderito. Al saber de la nueva vida de la familia Rosano, llamó inmediatamente a su antiguo señor y le pidió que le diera trabajo de lo que fuera, que él también quería dejar el pasado atrás. Viajó a España y entró al servicio del señor Rosano de nuevo. Unos cuatro años más tarde empezó a salir en secreto con María Teresa, pero la relación apenas duró seis meses. Piero es, posiblemente, el más ferviente defensor del trabajo de Carla Auditore por limpiar el nombre de los Rosano, ya que ha visto en él la prueba de que un pasado lleno de sangre se puede quedar atrás.

    La otra cara de la moneda es Paolo Breccia. Dos años menor que Piero, en Sicilia siempre le hacía de conductor cuando éste tenía que “hacer un trabajito”. Tras la detención de Piero, Paolo cubrió su vacante como sicario, así que participó de la guerra de mafias de forma muy activa (por lo menos hasta que la familia Rosano cogió los bártulos y cambió de aires). Se dice de él, aunque esto es difícil de confirmar, que dejó asuntos pendientes en Sicilia cuando los Rosano abandonaron Italia. Al dejar la mafia atrás, y en recompensa por su lealtad en tiempos difíciles, Paolo fue reconvertido de sicario en vigilante de seguridad, permitiéndosele permanecer cerca de la familia y tener un trabajo honrado lejos de aquel infierno. No duerme en la Villa (como tampoco lo hace Piero), pero pasa prácticamente todo el día en ella. Cuando Piero regresó, al principio se alegraron mucho de reencontrarse; pero en los últimos años, la relación entre ambos parece haberse enfriado. Quizás a consecuencia del breve romance entre Piero y María Teresa, quizás por las veces que Piero ha desempeñado el trabajo de Paolo, o quizás haya algo más, los motivos ahora mismo son oscuros, pero sí que sabemos que, aunque les une una enorme amistad y camaradería del pasado, el presente parece bastante diferente.

    El hombre de confianza de Giancarlo Rosano es Antonio Pesci. Abogado penalista de gran renombre, en Sicilia desempeñó durante años el papel de consigliere de la familia Rosano, un rol que naturalmente tuvo que dejar atrás al emigrar a España. Siempre ha sido frío, calculador, un político nato (gracias por la información, Microft). Antes de la guerra de mafias, siempre se decía que si los Vitti y los Manetta no habían atacado ya a los Rosano y los Sidone había sido por el trabajo de Pesci como diplomático. Rosano lo trajo consigo de Sicilia para que le ayudara a levantar su nuevo imperio de la construcción, y siempre ha sido bien recibido en la Villa; pero allí en Sicilia aún circulan rumores: resulta extraño que una guerra de bandas, tanto tiempo contenida por un solo hombre, finalmente llegase a estallar sin que ese hombre dijera una palabra al respecto. Algunos incluso sospechan que Pesci es la mano negra tras la muerte del joven Bugiardini. Pero claro… esa muerte fue un accidente. ¿O no?

    Roberto Cappuccio, el contable de la familia Rosano, fue un niño prodigio de las matemáticas. Ya desde muy pequeño se le veía que tenía un don natural para los números, y siempre fue un joven enormemente disciplinado. Por esta razón su padre, el contable del padre de Rosano, propuso a la familia a su propio hijo para cubrir su puesto cuando él se jubiló. El joven Cappuccio aceptó el trabajo sin rechistar, poniendo dos únicas condiciones: que su amiga de la infancia, Estela Arciere, también consiguiera un trabajo en la Villa Rosano, y que se respetase su derecho a la privacidad. Aparte de esto, Roberto ha dado pocos problemas, tirando a ninguno. En todo momento ha llevado de manera impecable la contabilidad de los Rosano, máxime dado el afán de la señora de mantener siempre una política de transparencia absoluta. En los veinte años que lleva trabajando para los Rosano sólo se ha tomado dos días libres, ambos por motivos similares: una representación especial de la ópera “Cavalleria Rusticana” con motivo del centenario de su estreno, y diez años después otra representación especial según el libreto original, sin alteraciones. Salvando estas dos ocasiones, Roberto Cappuccio ha sido el italiano más británico que España jamás haya visto: se presentaba puntual todos los días a su despacho, trabajaba a destajo, se tomaba sólo los descansos permitidos por contrato y se retiraba siempre exactamente al final de su jornada. Según dicen de él, es raro verle fuera de su despacho o mano sobre mano.

    Estela Arciere, la doncella, era una mujer joven de pasado humilde. Creció en las calles de Malta, hija de una vendedora de flores ambulante y un conductor de camiones que apenas estaba en casa. No se le conocen antecedentes penales, pero su historia no deja de ser peculiar: conoció al joven Roberto Cappuccio cuando éste estaba sufriendo abusos por parte de unos niños más mayores y con menos cerebro; Estela se metió por medio, atrajo la atención de los matones con una ingeniosa combinación de seducción e insultos, y salió corriendo para que la persiguieran. Al doblar la esquina, los matones se encontraron con toda una banda de granujas de la calle, tras los cuales Estela ya se había escondido entre risas. Así se explica la devoción que Cappuccio tiene hacia Arciere. Al morir su madre por unas fiebres que no llegaron a curar, Estela se quedó prácticamente sola (estando su padre siempre ausente); para entonces, Roberto ya había entrado al servicio del señor Rosano, así que Estela consiguió un trabajo y un hogar en otra tierra. En el último año, y durante un breve periodo de tiempo, se la veía salir por las noches, después de terminar su jornada, con María Teresa Rosano a tomar unas copas o a bailar, pero parece que esta situación no duró demasiado.

    Ya sólo faltaba un miembro del servicio, y era precisamente el que tenía una historia más sombría: Alfredo Valdemaro, el mayordomo de los Rosano, sirvió a las órdenes del padre de su actual señor. Fue esta lealtad a la familia lo que le valió su actual trabajo de mayordomo, que sigue desempeñando pese a su avanzada edad y sus crecientes achaques (el más evidente de todos, una artritis reumática que le está apartando poco a poco de sus funciones). Pero de su trabajo para el padre de Rosano, poca o ninguna constancia ha quedado. Tengo en mi poder su partida de nacimiento y su trabajo como mayordomo, pero nada en medio salvo rumores. Algunos dicen que Valdemaro era un sicario, un asesino especializado en cables estranguladores; otros, que era el auténtico cerebro tras todas las operaciones del imperio criminal de los Rosano; algunos más, que en su juventud era un médico de la mafia que salvó la vida de Rosano padre; hasta circula la teoría de que en realidad Valdemaro no es sino un ex-policía infiltrado que no pudo salir de la organización. Por rumorearse, hasta se dice que Alfredo Valdemaro siempre ha sido el mayordomo. Sea como fuere, ni él suelta prenda ni existe documentación sobre su pasado, luego hiciera lo que hiciera hay alguien en las altas esferas que se ha encargado de borrarlo.

    ¿Y las víctimas? Aldo Bassi y Luca Buonarotti llevaban cuarenta años en la familia Rosano, pero siempre habían mantenido un perfil bajo. Nunca un asesinato, nunca un tiroteo, jamás se vio a ninguno de los dos sostener un arma fuera de una galería de tiro. Aldo era un excelente conductor, rápido de reflejos pero inteligente al volante, jamás pisaba el acelerador más de la cuenta para no llamar a una atención indebida. Si existe algo como la “conducción indiferente”, Aldo era un maestro en ella. Algunos le llamaban “Asís”, por su larga melena y su barba desaliñada, pero todos coincidían en que su forma de conducir era digna de un Oscar. Luca “El Gordo”, por su parte, ostentaba una curiosa reputación: de él se rumoreaba que había hecho poner a un tipo en un bloque de hielo y lo había puesto en el salón de su casa como decoración; definitivamente, Luca imponía respeto, tan monstruosa era su presencia. Pero lo que los enemigos de la familia Rosano nunca llegaron a saber es que toda esa fama era pura fachada: Luca jamás le puso la mano encima a nadie, su papel en la familia siempre había sido el de medida disuasoria con patas (necesitamos uno así en la Sociedad del Misterio). Estando Luca presente, la gente decidía que sería una buena idea no pasarse de listos. Aunque la señora jamás estuvo de acuerdo con el entramado criminal en el que se movía su esposo, siempre ha reconocido que, como jugada de relaciones públicas, Luca era brutal. Fuera del trabajo, jamás hicieron nada para ganarse un enemigo; dentro del trabajo, era difícil que alguien se planteara en serio hacerles algo.

    La propia Villa Rosano también tenía su propia dosis de historia. Fuera de la ciudad se extiende una breve campiña con viñas y cultivos. A unos veinte minutos por una carretera secundaria, se traspasan los feos polígonos industriales y se sale al siempre prometedor y fresco aire campestre. Diez kilómetros después, una salida se adentra en una alameda frondosa. Una simple cinta de asfalto que cruza un puente de madera y da hasta una valla de seguridad con cámaras y una caseta. De ella no sale un guardia, sino un hombre vestido de paisano y con sombrero que franquea el paso.

    Al final, la carretera ascendente llega hasta la gran casona. Desde hace veinte años recibe el nombre de Villa Rosano, pero según los archivos, el primer proyecto provino de Gumersindo Mastrantonio, un arquitecto italiano que recibió el encargo de construir una gran casa de inspiración italiana. Una fastuosa mansión donde un rico industrial viviría sus últimos años. Sin embargo el industrial quebró, y puso la propiedad en venta, junto a los viñedos del terruño (que sin embargo tenían un cru excepcional).

    El señor Rosano adquirió la propiedad, encantado por los informes que se le habían proporcionado.

    La casa había sido construida con diversos tipos de maderas: ciprés, cedro del Líbano, castaño y roble negro. Materiales de primera, con mármoles de Carrara rosados y negros y lámparas de Murano. Fue amueblada con diversas muestras eclécticas pero bien organizadas de art decó y muebles de anticuario.

    La casona en sí fue, entre otras cosas, testigo de múltiples eventos. Se dice que fue construido sobre los restos del antiguo monasterio de Santa Brígida, demolido en la desamortización de Mendizábal. Pero las vides fueron respetadas. Sin embargo nadie quiso construir nada allí.

    Aun se dice, en Villa Rosano, que las noches de Santa Brígida puede verse la silueta fantasmagórica de una monja alta y sin rostro que lleva en su pecho la cruz de la Santa envuelta en pequeñas llamas. Transita, reza y murmura, y entre las salas y los pasillos se pueden escuchar sus lamentos. Cuentan que sabe moverse por la casa porque ésta está erigida sobre los cimientos del monasterio, y que su destino final, siempre es el mismo, tras atravesar algunas paredes, va hasta donde se encuentra el garaje y allí se arrodilla, reza, donde antes estuvo el ara, y desaparece hasta la siguiente noche de Santa Brígida. Cuando encontré esto tuve el maniático impulso de gritar “¡Niggurash nos persigue, salid todos de aquí!”, y respingué cuando Boniatus me preguntó si quería alguna aspirina (creo que estaba un poco pálido).

    La construcción de Mastrantonio fue compleja. Las especificaciones técnicas eran altamente complicadas y no menos de cinco capataces se encargaron de la ejecución, atados todos por unos blindados contratos de confidencialidad. Mastrantonio era un arquitecto que trabajó hasta la muerte en sus proyectos, conocido por ser uno de los mejores especialistas en casas de seguridad para personajes famosos que proporcionaran todo lo necesario para crear fortalezas lujosas con todo lo necesario para evacuaciones de emergencia, habitaciones del pánico y distintos mecanismos como puertas falsas o disimuladas, armarios de presión y sistemas de alarma y seguridad con la última tecnología de la época. Mastrantonio evolucionó y fue contratado, aun siendo muy mayor, para acabar Villa Rosano (anteriormente, inició el proyecto como La Alameda hasta la quiebra del industrial). Rosano pagó una pequeña fortuna al octogenario arquitecto que acabó la Villa y dotó de sistemas de seguridad y todo lo que estaba en los planos, siendo actualizado.

    Pero sin duda, lo que hacía de la casa lo que es (a día de hoy, al menos) era la imponente colección de armas del señor Rosano. La sala de trofeos era todo un museo del crimen organizado. Naturalmente, todas aquellas armas podrían haber sido réplicas o, sencillamente, no las auténticas; pero tras un arduo trabajo de documentación, llegué a registrar las siguientes piezas en la colección:

    Colt “Police Positive” cal .38

    Atribuido a Alphonse Scarface Capone.

    Precio subasta de Christies’s 110.000$

    Comprada en subasta pública.

    Papeles en regla.

    Utilizable y cargada.

    Munición calibre .38 Win.

    DWM 1920 Luger Carabine P 30 con Tambor de 32 balas.

    Atribuida a John Legs Diamond.

    Precio subasta +/- 10.000 $

    Papeles en regla.

    Utilizable y cargada (sólo recámara).

    Munición calibre .30 Luger.

    Rock Island Armory (Colt Based) M1911MA1 Niquel y Nácar.

    Atribuida a Charles Lucky Luciano, (nacido Salvatore Lucania) como regalo del gobierno estadounidense en su ayuda en la campaña Italiana de la Segunda Guerra Mundial.

    Precio: No disponible.

    Papeles en regla.

    Utilizable y Cargada.

    Calibre .45 ACP.

    Lebman Colt M1911 Mod. L Machine Pistol

    Atribuida a John Dillinger y Baby Face Nelson. Coleccionista privado (familia Lebman)

    Precio: No disponible.

    Papeles en regla.

    Utilizable y cargada.

    Cargador 30 balas. Calibre .25 special.

    Derringer Remmington 1866 Type 4 (acero pulido y cachas de madreperla amarilla)

    Atribuida a Stephanie St. Clair

    Precio: 25.000 $ subasta FBI.

    Papeles en regla.

    Usable y cargada.

    Calibre .41RF.

    Estuche Violín Thompson Modelo 21.

    Atribuído a Ellsworth Raymond Bumpy Johnson, regalo de la familia Genovese.

    Precio: Desconocido.

    Ha sido modificado y reparado.

    Papeles en regla.

    Utilizable y cargada.

    Cargador de 20 balas y tambor de 50. Calibre .45 ACP.

    Remmington M870 Ithaca

    Atribuida a Ma Barker.

    Precio: Sin determinar. Comprador privado.(Restaurada).

    Papeles en regla.

    Utilizable y sin cargar.

    Calibre: Cartuchos Magnum 12.

    Thompson Modelo M1928A1 “Tommy Gun” o “Trench Broom”.

    Atribuido a Elliot Ness, agente del FBI en las redadas contra Capone.

    Precio: 50.000$. Adquirido a la Sociedad Histórica del FBI de Chicago.

    Papeles en Regla.

    Utilizable y Cargada.

    Cargador de tambor de 50 balas. Calibre .45 ACP.

    Sentía, al igual que Giancarlo Rosano, pero por distintos motivos, una admiración hacia aquel último elemento de la colección. Había sido, probablemente, el arma con la que se cometió el doble homicidio. Pero había pertenecido al hombre que consagró sus últimos años a encontrar al asesino del torso. Era una prenda que me recordaba a los asesinos que permanecen y permanecerán siempre en las sombras.

    Todo aquello, mas un armero íntegramente dedicado a la colección de pistolas Remmington Derringer de María Teresa Rosano. Todos los modelos, antiguos y modernos, incluyendo el Cop .357 magnum. En la lista tenía lo siguiente:

    Black Finish Cobra Derringer 9mm

    Cobra CB38BR

    Cobra Derringer CB38SR Special

    Cobra Ent. 22lr Derringer 2 Break Open

    Colt Butler Derringer c.22

    COP 4 Barrel Derringer .357 SS-1

    Hi Standard Model DM 101

    High Standard Derringer

    Leinad .45 Long Colt/.410 Inch Shotgun Shell.

    New Big Bore Derringer

    Remington Elliot Four Barrel Derringer .32 rimfire

    Snake Slayer .45 LC/410 Derringer

    Y el resto son repetidos en distintos modelos y tipos.

    A todo esto, cabía añadir que el señor Rosano también disponía de licencia para un Colt Goverment 1911 que no se encontraba en exposición. Sea como fuere, intentar entrar a robar en esa casa sería poco menos que un suicidio.

    Así pues… ¿quién podría siquiera pensar en cometer un robo con doble homicidio en la Villa Rosano? ¿Quién, de entre todos los que se encontraban en la casa en el momento del crimen, haría algo así?

  67. Hercule Poirot dice:

    Hola a tod@s!! Me uno a la investigación, a ver si puedo aportar algo, aunque me encuentro de viaje, con no mucho acceso a internet, así que disculpad si me ausento a veces…

    Muchos datos a analizar, aunque, para ir preguntando:
    Profesor, ¿se podrían cotejar la huellas de las botas con los calzados de las distintas habitaciones?
    Por otro lado, ¿el resto de personas (contable, hombres de confianza,…) viven en la casa? De ser así tendrán habitaciones que habrá que registrar. De no ser así, no creo que tengan calzado de repuesto, por lo que mirar los calzados que llevan puestos nos resultará muy útil.

    Respecto a las huellas de la cocina, parece un poco raro mover una alfombra para tapar 2 huellas, sin embargo, dejarse una bajo la mesa. Y, ¿que hay del resto de la cocina? ¿las limpiaron? No sé, me resulta raro. Habría que preguntar cuando se fregó la cocina por última vez y si, quien lo hizo, se fijó en que habían pisadas que se borraron al limpiar.

    ¿Qué hay encima de la mesa de la cocina? Me refiero al techo o las paredes cercanas. Si la huella estaba justo debajo, indica que movieron la mesa y puediera ser que fuera para ocultar la bolsa en algún sitio…

    Bueno, voy aseguir pensando…

  68. Jack Ryder dice:

    Bueno, pensaba decirle a Mauser que jugárnosla a la fecha del estreno de Cavalleria Rusticana era quizás un poco precipitado sólo por la palabra «Turiddu», pero después del informe de Nicolás (buen trabajo, por cierto, en breve guardo copia en la Sala de Archivos), parece tener bastante sentido. Celdelnord, como tendrás que examinar algunas de las pruebas que ha ido encontrando el Profesor por el camino, ¿te parece bien si te encargas tú de probar esa combinación, a ver si es correcta?

    Hetty, esa podría ser una explicación, desde luego. Ahora que tenemos el informe de Nicolás, de todas formas, veo que entrometerse en una operación empresarial de la familia Vitti puede ser bastante más relevante para los Rosano de lo que pensábamos en principio.

    Hercule, bienvenido a la investigación. Participa cuanto puedas, tranquilo. Vamos a ver si te puedo responder a tus consultas: hablando con el Profesor, me ha dicho que no ha visto calzado alguno en casa que se corresponda con el de las huellas. Interesante cuestión la de qué ha sido del rastro de huellas en el resto de la cocina, planteas que si las limpiaron pero tú mismo dices que te resulta raro, y creo saber por qué: no tendría sentido fregar media cocina y tapar con una alfombra la otra media. Así que ¿qué otra explicación se os ocurre para que el rastro termine bajo la mesa? En cuanto a si movieron la mesa… la verdad es que no veo nada que apunte en esa dirección: su posición en la cocina es coherente, no hay nada por encima donde se pueda esconder una bolsa, no hay marcas en el suelo de arrastre ni de que la mesa haya estado mucho tiempo en otro sitio… No lo veo, la verdad.

    Estamos más cerca, equipo. Y creo que ahora empezamos a ver el cuadro con algo más de perspectiva.

  69. Nicolás dice:

    Propongo una idea que no tiene mucha relación con las propuestas por Callahan hasta el momento (por cierto, me alegra verte por aquí otra vez).
    I1: Que esta operación se haya hecho con el fin de incriminar a la doncella. Pensadlo un momento: alguien se entera de que están por llegar documentos importantes con gente de confianza. Mata a los agentes (que ya eran parte de la familia) roba la bolsa y la deja en manos de la doncella. Ella aparece como la principal sospechosa de un caso de doble homicidio y de robo de unos documentos. Esto podría vincularla con los Vitti o los Manetta, haciendo que se sospeche de ella.
    I2: Una posible explicación para la desaparición de las huellas es que el asesino se haya descalzado al entrar en la cocina. Dejó las botas debajo de la mesa un momento y ahí se hizo la última impresión.
    I3: Quizás usó este mismo método (descalzarse) para coger el revólver de la armería, y de este modo el ruido de sus zapato no habría alertado a nadie que estuviera en el despacho de Rosano (como le ocurrió al buen profesor).
    ¿He desvariado mucho o poco?

  70. Hercule Poirot dice:

    Me pasa como siempre, mientras ecribo mi conjetura, otro informe que se publica, jejeje

    La casa parece disponer de habitación del pánico, puertas falsas, armarios escondidos…. Vamos, todo un repertorio de escondites donde guardar la bolsa durante un tiempo. ¿Quién conoce dichos sitios?

    El mayordomo tiene artritis. ¿Camina de forma peculiar?

  71. Hetty Callahan dice:

    Estoy de acuerdo con Nicolas, quien cogiera el arma debía saber que se escucharían sus pasos, así que tomaría medidas para ser silencioso y dependiendo del suelo eso solo deja la opción de ir descalzo. Aunque esta opción deja huellas, y dependiendo de la persona incluso impresiones de sudor que no sé si pueden ser detectadas después de un tiempo.

  72. Jack Ryder dice:

    Lo justo, Nicolás, has desvariado lo justo. Vamos a ver si te puedo responder…

    1- Desde luego, que todo menos el sentido común parezcan señalar a la doncella ha hecho que la idea de que intentasen incriminarla me lleve rondando la cabeza desde que encontramos la bolsa. Pero ¿por qué querrían incriminarla a ella?
    2- Lo cierto es que le veo bastante sentido a tu explicación. Pero el asesino podría llamar la atención paseándose por la casa con unos zapatos ensangrentados en la mano, ¿no?
    3- Yo no le daría demasiadas vueltas a cómo entrar en la sala de trofeos sin llamar la atención. Las armas están en exposición, cualquiera puede entrar a admirarlas ahí, detrás de su cristal. Luego oír pasos en esa sala no alarmaría a nadie que no supiera que alguien iba a robar un arma para cometer un crimen (y con esto he respondido también a la conjetura de Hetty).

    Hercule, hablaré con Rosano, a ver quién más sabe de la existencia de estas medidas de seguridad. En cuanto a la artritis de Valdemaro, no sé yo si realmente afectará a su forma de caminar, a ver si cuando Parmacenda lo entreviste sabemos algo.

  73. Jack Ryder dice:

    Por cierto, el informe de Nicolás ya está en la Sala de Archivos.

  74. Jengibre dice:

    Pues a mi me sigue escamando el contable… tiendo a desconfiar de los prodigios matemáticos…
    No entiendo que si es tan prodigioso con los números, tan británico con su trabajo, los libros de contabilidad no cuadren y haya partidas de gastos no reflejadas.
    Por otro lado, viendo la naturaleza de los documentos que contenía la bolsa, él seguramente tenía que estar al corriente de que iban a llegar. Y bueno, seguramente le podía sacar un buen beneficio… Lo que no entiendo es porque querría incriminar a la doncella. Y no se, tampoco me lo veo con el arma, acribillando a los dos guardaespaldas…
    Quizás he visto demasiadas películas, pero a Capone lo trincaron cuando Elliot ness y sus intocables se hicieron con su contable. Tampoco se me olvida de lo que fue capaz Tim Robbins en Cadena perpetua llevando la contabilidad del alcaide…

    Nico, fui yo la que habló de narcisismo… y no veas como nos ha salido la «princesita»… Tampoco me parece muy de fiar… muy capaz me la veo de apoderarse de los papeles y apoderarse del negocio de papá sin esperarse a heredarlo…

    Lo sé, estoy haciendo lo que más me gusta… ¡¡¡teorizar sin pruebas!!!… pero que quieres Jack… Vórtice hace tiempo que no participa así que alguien tendrá que recoger el testigo… 😉

  75. Agatha Detective dice:

    ¡Hola amigos de la Sociedad del Misterio!
    Soy Agatha Detective. Me presenté en el anterior caso pero me fue imposible estar on-line en el final (aunque procuré estar pendiente de todas vuestras pesquisas).
    Acabo de leer el caso desde el principio (informes incluidos) y veo varias cuestiones que me resultan sospechosas:

    1. En el dormitorio del mayordomo hay un candil mientras en el resto de la casa, al parecer, hay luz eléctrica (los informes describen puntos de luz, interruptores ¡e incluso ordenadores!). ¿Qué pinta un candil en una mesita de noche? Al ver que la Villa está construida sobre otra construcción antigua me da qué pensar. ¿Ese mayordomo usa el candil para introducirse en algún pasadizo?

    2. Por otro lado (pero puede ser locura mía), ¿por qué el contable tiene un teléfono antiguo con dial? ¿Es de adorno o realmente lo usa? No olvidemos que todo está habilitado con las últimas tecnologías…

    Nada más, de momento. Sigo leyendoos y cavilando…

  76. Mauser Still dice:

    No veo porqué el contable iba a incriminar a la doncella. Tampoco creo que las cantidades que faltan sean un indicio de corrupción por su parte: el sr. Rosano se habría percatado. Sencillamente debe ser la contabilidad B en la que se va lavando el dinero previamente sucio

    Tampoco me imagino al ajado mayordomo disparando en automático una thompson del .45. Demasiado retroceso para que un anciano artrítico le de a nada.

    A lo mejor estoy exagerando la dificultad de manejar el armatoste, y no quiero encerrarme en eso, asi que por criterio de fuerza solo le descartaré a él.

    Además, la incriminación de la criada es tan… tan… EVIDENTE es que ni siquiera guadaron la bolsa en el armario: directamente encima de la cama. Les habría faltado gritar «¡eh, que la estamos incriminando! ¿vale?»

    Sobre la huella de la cocina, tengo una pregunta:

    -¿qué distancia hay entre la puerta de la cocina y la mesa bajo la que se encontró la huella? O más exactamente: entre la puerta y la huella en sí

  77. Agatha Detective dice:

    He vuelto a repasar la documentación (sobre todo la descripción de la casa) y he hallado más cosas interesantes.
    1. Sostengo la teoría del candil: el informe dice literalmente que la Villa era un sitio asombrosamente luminoso incluso en plena noche. ¿Para qué un candil?
    2. El informe también sostiene que tanto el salón como la sala de trofeos estaban llenas de polvo. Además dice que en el saloncito de música «los sofás no habían sido movidos en mucho tiempo» (supongo que a causa del polvo también. Así que poca limpieza habrá habido desde que el crimen se realizó ¿no?
    3. Otra cosa sorprendente: en el lado izquierdo de la cama del dormitorio principal hay una pistola de pequeño calibre. Nos aseguran que se ha utilizado «frecuentemente hace poco». ¿Por qué se usaría ese arma? ¿Por qué hace poco? Puede que su dueño tenga cosas que ocultar…

  78. Parmacenda dice:

    Ya casi me había olvidado de lo que se siente al examinar las contribuciones de los investigadores tras menos de 12 horas y verse asaltado por una oleada de conjeturas… No sé si me dará tiempo a ponerme al día, que todavía tengo que hacer varias entrevistas!

    Nicolás, gracias por la información sobre los sospechosos. Me vendrá muy bien a la hora de entrevistar a los que me quedan. Ya he hablado con Giancarlo Rosano (ya os contaré cuando redacte el informe), y voy a intentar hablar con el resto de la familia esta noche.

    Mañana me reuno con el servicio, así que entre mañana por la noche y el viernes debería de tener el informe listo para publicar.

  79. Jack Ryder dice:

    Disculpad el retraso, vamos a ponernos las pilas:

    Primero una aclaración. He estado hablando con el señor Rosano y me ha dicho que nadie de la casa conoce el contenido de la bolsa. Sólo se sabía que se trataba de información sensible, y sólo se supo eso porque de alguna forma había que justificar la implantación del Protocolo de Seguridad sin alarmar a nadie. Por tanto, la idea de que el contable había de conocer la naturaleza de estos documentos parece que queda descartada.

    Seguimos. Efectivamente, ahora mismo no se le ve sentido a que el contable quisiera incriminar a la doncella, no conociendo la historia que los une. A menos que descubramos algo que ahora mismo no sepamos, creo que no van a ir por ahí los tiros, pero esperemos a tener todos los datos.

    Jengibre, teorizas sin pruebas, sí, pero bueno, no estás presentando tus teorías como hechos. De momento sólo has dicho de quién no te fías. Mientras todo el mundo tenga presente que no se debe seguir una teoría sin pruebas con fe ciega, expresar ideas en voz alta es lógico… Pero si queremos llegar hasta la solución del caso tenemos que trabajar con hechos, recordadlo.

    Agatha Detective, me alegra volver a verte por aquí, bienvenida a la investigación. Respondiendo a tus preguntas… sí, de acuerdo, resulta un tanto anacrónico un candil en una casa con luz eléctrica, pero quizás no tanto en el dormitorio de un hombre de noventa años. Entiendo por qué te ha descuadrado, pero mientras no tengamos nada más al respecto yo no seguiría ese tren de pensamiento. Lo del teléfono de dial ya me despista un poco más… A fin de cuentas, el contable no huye de las nuevas tecnologías, tiene un portátil; con todo, el portátil es suyo, pero puede que el mobiliario del despacho no lo sea (a fin de cuentas, su despacho está en la Villa Rosano). Hablaré con el señor de la casa, a ver si nos aclara algo a ese respecto. El tema del polvo puede ser relevante, sí… a ver qué podemos averiguar, os mantendré informados. En cuanto al arma de la mesita de noche, lo he consultado con el señor Rosano: la tiene para protegerse a sí mismo y a su mujer, y suele hacer prácticas de tiro una vez en semana para no oxidarse. ¿Raro? Tal vez, pero de momento cuadra.

    Mauser, reconozco que jamás he disparado una Tommy (Mycroft os podrá decir que, por norma general, a mí un arma de fuego en las manos me pega como a un santo tres pistolas, y más cuando encima son grandes), pero sí que veo complicado que un hombre con artritis reumática maneje una de esas, bien visto. A ver si lo podemos concretar, pero parece poco probable que fuera él. Entre la puerta y la huella podría haber unos dos metros y medio, como mucho.

    Parmacenda, quedamos pues a la espera de tu informe, creo que conocer las palabras de los implicados sobre lo ocurrido debería ayudar a esclarecer un poco las cosas. Y sí, yo también había perdido la práctica de desaparecer una hora, volver y encontrar treinta conjeturas nuevas 😛 Ayyy, las viejas y buenas costumbres…

  80. maureen1978 dice:

    Bueno, desde mis vacaciones, he podido leerme más o menos todas las conjeturas. A ver si digo algo coherente:
    – ¿Estamos seguros de que el contenido de la bolsa es el original? Porque a lo mejor el que la robó quitó lo que había y la llenó con otra cosa para despistarnos.
    – Las huellas… ¿no las vio nadie antes que Boniatus? Si limpiaron la casa, me parece raro. Quiero insinuar que a lo mejor no se hicieron el día del crimen, sino después, también para despistarnos.
    – En cuanto al motivo del contable, si es que fuera él, para incriminar a la doncella… ¿no podría ser por celos?. Vamos, ella le salvó cuando era un crío y lo mismo se enamoriscó de ella o se obsesionó con ella. Si ella le hubiera dado calabazas, se pudo sentir traicionado e intentar vengarse de alguna manera.
    Pero vamos, que sospechar del contable por ser un genio de las matemáticas… ejem, yo soy matemática y espero no resultar nunca sospechosa de asesinato por eso, jejeje 😛

  81. Mauser Still dice:

    El jefe ha aclarado algo relevante a lo que no había empezado a darle vueltas: si nadie en la casa sabía que información era esa tan sensible, entonces resulta evidente que la bolsa vuelve a ser el único móvil lógico -de momento-

    Pensadlo: no tiene sentido matar a dos personas para apoderarse de una bolsa y su contenido, si luego vas a devolverla de esta manera. Y mucho menos para incriminar a una pobre criada (para eso, el uso habitual es esconderle joyas de la señora en el mandilón 🙂 )

    Si han devuelto la bolsa, es OBVIO que su contenido importante, el que era relevante para el asesino, ya ha volado. Quien tenga el documento que le comprometa de alguna forma, es el responsable.

    EN OTRO ORDEN DE COSAS:

    – ¿Qué trampas, cuartos y compartimentos secretos habeis dicho que hay en la casa para seguridad? ¿Hay alguno en la cocina?

  82. Agatha Detective dice:

    Creo que tengo una nueva conjetura basándonos en el contable.
    Revisando su biografía nos encontramos con un detalle que llama la atención: es muy puntual en su trabajo y sólo ha pedido dos días libres en su vida, y casualmente para ver la misma ópera. Si uno falta para ir a la ópera es raro que sólo lo haga dos días en su vida. Si te gusta ese tipo de espectáculo sueles ir regularmente. Así que esa ópera debe de tener algo especial.
    Si recordamos, la señora de la casa está haciendo pinitos operísticos… ¿es posible que esas dos representaciones de la obra estén relacionadas con ella? Y voy más allá: ¿es posible que haya una relación entre Capuccio y la señora de la casa que va más allá de lo estrictamente profesional? Tal vez eso explicaría que el contable no se despegue de su puesto de trabajo nunca. Estando ella en la casa, tal vez está pegado a ella como una lapa… Me huele a relación consolidada, aunque en la sombra. No olvidemos que él maneja la pasta.

  83. Hetty Callahan dice:

    No tengo ni idea en lo relativo a las armas de fuego, pero ¿podría descartarse que la princesita, la doncella, la señora de la casa y el mayordomo disparasen la Tommy? Yo es que me imagino disparado semejante artefacto y cayéndome de culo al suelo la verdad. Quien fuera capaz de controlar esa ametralladora es nuestro hombre, hay que tener en cuenta el peso y el retroceso y supongo que hay que tener cierta experiencia para acribillar un coche, robar el maletín y esconderse tanto a él mismo como al maletín sin ser visto en un lugar que tenía un protocolo de seguridad. Con esto sabríamos algo más sobre nuestro sospechoso. Y como se ha comentado antes estaría bien conocer los pasadizos para saber si tuvieron algo que ver e incluso investigarlos para comprobar si hay alguna pista. Tampoco podemos olvidarnos que esto nos daría quien apretó el gatillo pero no sabemos si actuaba solo.

    Por cierto, ¿Celdernord podría localizar rastros de pólvora en las ropas de la gente? En teoría solo habría que mirar el bidón de la ropa sucia, o si tenemos suerte, aún la tendrían puesta.

  84. Jack, construyendo sobre la idea de Hetty de fotografiar los documentos… ¿Y si el asesino envió las fotos al dueño original de los documentos? Tal vez ahora podría cambiar ligeramente (o no tan ligeramente) su estrategia para tender una emboscada a Rosano.

    ¿La contraseña de la caja fuerte de Capuccio podría ser 22 78 22 46? Es un palo de ciego, pero es «Capuccio» pasado a números, según el formato telefónico (1-, 2ABC, 3DEF…) ¿Y las fechas en las que asistió a la Opera para ver Cavalleria Rusticana?

    María Teresa siempre tiene dinero, todos los meses le alcanza y le sobra para caprichos… Me suena algo raro… Pero no sé por dónde tirar.

  85. Mauser Still dice:

    Ya digo que no quiero meterme en camisa de once varas con el retroceso del arma:

    Por un lado, pesa cinco kilos, pero a la hora de dispararla, eso es un factor que la hace más controlable. Además es grande, o sea que se puede controlar mejor asentándo la culata bajo el brazo. Y un coche entero es un gran objetivo.

    Por eso solo me atrevo a descartar al mayordomo: porque hasta la mujercita de la casa tiene colección de pistolas

  86. Hetty Callahan dice:

    Gracias por la aclaración Mauser, sinceramente no tengo ni idea, con respecto a las armas de fuego solo sé que si disparas hace ¡pum! 😛 Por eso preguntaba. En las películas suelen ser matones fornidos quienes llevan esas armas tan pesadas. Y esto me lleva a preguntarme otra cosa… contando con que es tan pesada y el retroceso que tiene, aunque se controle ¿dejaría resentidos los brazos y la espalda? Estaría curioso localizar al sospechoso por el olor a reflex…

  87. Lilly Christie dice:

    Jooooooooooooooooooooo!

    *Lilly entra saltando sobre un pie, tratando de colocarse la bota; el chaleco a medio poner, el sombrero colgando peligrosamente sobre su cabeza y un cepillo de dientes en la boca*

    ¡Lo siento, lo siento, lo siento! Ya estoy acá y me pongo con el caso…

    *Se saca el cepillo y lo guarda en el bolsillo, se arregla y sonríe*

    Muy bien, veamos:

    Teorizando sin pruebas, opino que este caso fue realizado por una pareja, formada por hombre y mujer. Se necesita mucha fuerza para sostener el arma, pero también mucha delicadeza para arreglar todos los detalles, porque ¿Acaso no sienten que nos han montado una puesta en escena? Tantas pistas y no parecen muy posibles. Concuerdo con que las huellas fueron plantadas, para hacer creer que entraron por allí.

    Segundo, aquella mancha rosa. ¿Pudiera tratarse de maquillaje, rubor? Tal vez el bolso hubiera estado guardado en la caja de maquillajes de alguna de las féminas de la casa.

    Tercero, si seguimos la idea de que el contable es el culpable, hay una muy buena razón para poner el bolso en el cuarto de la doncella: PORQUE ES TAN EVIDENTE QUE NADIE CREERÁ QUE FUE ELLA. Y con eso se encarga de protegerla, ¿no?

    Por cierto, ¿cuanto tiempo ha pasado desde que ocurre aquello y somos llamados?

    Es todo por ahora, y de nuevo disculpen el retraso (¿Eh? ¿Que es eso de que estaba «fraternizando con el enemigo»? Ya, que siento debilidad por los italianos, pero les juro que fue que me quedé dormida…)

  88. Parmacenda dice:

    Sinceramente, con la ligera descripción de la escena del tiroteo que tenemos, yo habría supuesto que el asesino es alguien con poca experiencia con armas de fuego, o que no confiaba en su capacidad para soportar el retroceso. Me explico.

    – Dada la gran variedad de armas disponibles en la casa, la elección del arma debe tener algún tipo de motivo, ya sea porque ofrece una ventaja o porque tiene un significado que desconocemos todavía.
    – Asumo que es más sencillo practicar el tiro sin llamar la atención con una pistola que con una metralleta. Alguien que tenga experiencia con armas de fuego, probablemente la tenga antes con pistolas que con metralletas.
    – Puesto que las dos víctimas iban en el coche, uno obviamente conducía, y es lógico suponer que el segundo iba como copiloto. Al bajarse, habrían estado cada uno a un lado del coche.
    – Es lógico suponer que el asesino podía escoger desde donde disparar, puesto que nadie se esperaba el asesinato.

    Dados esos puntos, supongo que un buen tirador habría preferido una pistola. El retroceso no sería algo continuo, permitiendo apuntar bien y ofreciendo mayor rapidez. Y sobre todo, es mucho mas fácil ocultar una pistola que una metralleta, ante la posibilidad de ser visto.
    Si aún así se escoge la metralleta, es más lógico disparar antes de que las víctimas salgan del coche, puesto que no podrían intentar escapar. Disparar a través de la luna, o desde el lateral, habría simplificado mucho el asesinato.
    Y si aún así se elige usar la metralleta y esperar a que salgan del coche, alguien con experiencia habría disparado una ráfaga sobre la primera víctima, parado, apuntado a la segunda víctima y disparado una segunda ráfaga, para tener la seguridad de haber acertado.

    Sin embargo, el hecho que el coche sea descrito como un carísimo colador con ruedas me hace pensar que se disparó de continuo, pasando de una víctima a la otra y pillando el coche de por medio. Y por tanto me parece más probable que el culpable no tuviese la experiencia o la capacidad de controlar el retroceso para utilizar uno de los métodos más precisos, recurriendo a la fuerza bruta de sembrar el área de balas para compensar.

    Esto no exculpa a los que sí saben disparar, claro está, pero creo que implica que los que no saben tienen más probabilidades de ser culpables, y que sería necesario ser muy endeble para ser eliminado como sospechoso basándose sólo en el retroceso.

    Y voy a seguir con las entrevistas al resto de sospechosos.

  89. Jack Ryder dice:

    Equipo, ya estoy de nuevo por aquí, vamos a ponernos al día:

    MAUREEN, el señor Rosano ha autentificado el contenido de la bolsa (él sí sabía lo que debía haber en su interior). En cuanto a las huellas, yo desde luego no descartaría que eso de que están todas «medio borradas» se deba a que hayan intentado limpiarlas, pero hablaré con Rosano a ver qué me cuenta. Sobre si el motivo podrían ser los celos… poder podrían, pero de momento no podemos demostrarlo ni rebatirlo, ya sabes cómo va esto.

    MAUSER STILL, tu razonamiento sobre que la bolsa vuelve a ser el único motivo lógico parece tener sentido. De momento es indemostrable, claro, pero por ahora le veo lógica. Sin embargo, como te digo, el señor Rosano ha autentificado la bolsa y su contenido, y quiero pensar que, de faltar algo, lo habría notado, así que… ¿alguna otra idea? Respondiendo a tu otra pregunta no, en la cocina no hay ningún cuarto ni trampa ni compartimento secreto.

    AGATHA DETECTIVE, de tu conjetura diré que es un poco arriesgada, no negaré que me cuesta ver cómo has llegado de A a B. En todo caso, y si bien de otras teorías he dicho que no se pueden confirmar ni rebatir, la tuya es fácilmente comprobable: Rosano me ha dicho que su esposa jamás ha interpretado Cavalleria Rusticana. Por tanto, las dos ausencias de Capuccio a su puesto de trabajo no parecen tener nada que ver con la señora Auditore.

    HETTY CALLAHAN, Celdelnord ya tiene la prueba de la pólvora en su lista, descuida. En cuanto a lo otro que dices, sí, desde luego debería ayudarnos a descartar sospechosos, a ver qué podemos averiguar.

    URIEL EUGENIO, apuntamos también tus sugerencias de combinación para la lista. Y buena observación la de que a María Teresa siempre le sobre dinero, aunque por ahora no nos lleva a nada.

    LILLY CHRISTIE, bienvenida a la investigación, vamos a ponernos al día: me he perdido, lo reconozco, en lo de que hace falta mucha delicadez a para montar una puesta en escena. Sí, creo que existe puesta en escena en este caso, desde luego, pero no he visto nada aún que señale en la dirección de que esto ha sido obra de dos personas. Partiendo de esto, tu idea de «incriminar a la doncella porque es tan evidente que nadie sospecharía de ella» encajaría bien en tu teoría, pero dado que aún no he visto su base te voy a pedir que lo respaldes antes de seguirla.

    PARMACENDA, lógico pero difícil de probar. Aquí hay una cuestión que, de hecho, tú mismo has señalado: la elección del arma, además de por cuestiones prácticas (cubrir más área para suplir la carencia de técnica), también podría obedecer a otro criterio si dicha arma (la de Capone, recordemos) tiene algún significado especial. Si se intentaba transmitir un mensaje a alguien. Pero tu idea no es mala, yo no la seguiría a pies juntillas pero tampoco la descartaría.

  90. Hetty Callahan dice:

    Como puesta en escena la verdad que queda sacado de una película ambientada en los años 20. Tenemos el coche de época tiroteado con una ametralladora también del mismo tiempo y que nos dejan tirada para que no nos molestemos ni en buscarla (además huir con semejante trasto tiene que ser incómodo). Dos cadáveres como dos coladores y un maletín robado. Luego unas huellas que desaparecen sin más en la cocina y la aparición del maletín en la cama de la doncella. No sé a vosotros pero me parece bastante teatrero todo el montaje. Lo que se me ha pasado por la cabeza es que el maletín no apareciera en la cama de la doncella para incriminarla, si no que fuera el lugar que tuvo a mano el asesino para dejar los papeles por algún motivo. Bien pudo ser porque alguno de los que estaban en la casa iba a verlo o porque ya tenía todo lo que necesitaba y lo dejara allí sin más. ¿Hay algún pasadizo o parecido por allí cerca? En algunas casas se hacía en la zona de servidumbre pasajes para que pudieran ir de un lado a otro de la casa de forma discreta sin «molestar» ni ser vistos a penas. Todo aparecía recogido y limpio pero no se veía a nadie trabajar y hablando de esto… ¿desde cuando no limpia la doncella para que todo esté lleno de polvo? Si vive allí trabajará todos los días al menos ocho horas… y por grande que sea la casa no es para que haya tanto polvo ¿no?

  91. Mauser Still dice:

    Precisamente quería preguntar algo con el arma:

    – En el expositor ¿Cual está maś cerca de la puerta? ¿La que se utilizó -que recuerdo que pertenecía a Elliot Ness, o la otra Tommy Gun que hay en la colección?

    Y ya puestos, por aprovechar el post, me gustaría preguntarle por curiosidad al sr. Rosano porqué la Escopeta de Ma es la única arma de la colección que no tiene ni un solo cartucho en la recámara

  92. Mauser Still dice:

    ¿El único que sabía del contenido de la bolsa era el sr. Rosano? ¿Su abogado no sabía lo que contenía?

    A lo mejor la bolsa es el móvil no por lo que contenía, sino por lo que el asesino CREÍA que podía contener. Si el Sr. Rosano no se enteró del contenido de la bolsa a través de ningún otro miembro del personal de la casa, sino que habló en persona al teléfono con el interesado, eso nos permitiría descartar a todo aquel al que se hubiera informado del contenido CONCRETO de la bolsa.

  93. El hecho de que el contable use «Turiddu» como contraseña me da una extraña idea: ¿se siente identificado con el personaje? Cuando he elegido alguna contraseña de ese tipo, lo hice siempre por sentirme identificado.
    Por ello, he hecho algo de investigación: la obra está ambientada en Sicilia, por la forma de aceptar el duelo (con un abrazo y un mordisco a la oreja… :S ), y los Rosano vienen de allí, junto con su contable, según he podido entender.

    Y ahora viene la parte un poco más volada: Turiddu vuelve de la guerra y encuentra a su prometida casada con otro. Entonces enamora a una cualquiera del pueblo, por darle celos a su ex-prometida… ¿Podría haber una historia de que el contable estuviese enamorado de María Teresa de antes de entrar al servicio de los Rosano? ¿O de la madre? Creo que por edad, sería más factible que se enamorase de la hija, y en cualquier caso el hecho de pedir que la doncella entrara al servicio, podría ser (además de un favor hacia la doncella) un deseo de dar celos a María teresa o a su madre.

    Efectivamente, creo que como dice Parmacenda, la elección del arma no puede haber sido accidental. Ahora bien, la Lebman Colt M1911 Mod. L Machine Pistol es una pistola reconvertida a metralleta, con cargador de 30 balas, y seguro que pesa menos que la Tommy (también tiene un cargador más pequeño, pero vamos, que 30 balas dan para mucho). Aparentemente, la versión de Dillinger no tenía culata (hay versiones que sí). Por cierto, el informe dice que esta Lebman Colt usa balas calibre .25, pero yo he encontrado en internet que la de John dillinger usaba .38 special, que es un calibre apenas menor que el .357. Diría que es un calibre importante, y más manejable que el .45.
    Nota al pie, Jack, en un comentario has dado a entender que el arma utilizada era de Capone, cuando fue utilizada contra Capone, por Eliot Ness… ¿quién querría utilizar un arma de un policía para mandar un mensaje?

    Mauser, yo había entendido que había una sóla Tommy, y que la otra era sólo el estuche… Claro que entonces la parte de «Papeles en regla», «Utilizable y cargada», y «Cargador de 20 balas y tambor de 50. Calibre .45 ACP» no tendría sentido… my bad.
    En cualquier caso, si hay dos, sería interesante saber cuál se utilizo y cuál era más fácilmente accesible.

  94. Mr. Zalaya dice:

    No veáis lo difícil que se me hace mandar conjeturas desde el extranjero por paloma mensajera para que sobrepasen el bloqueo de la villa…
    Tengo una teoría acerca de las huellas que conducen a la puerta de la cocina…
    Se dice que es como si no hiciera la fuerza correcta en los lugares apropiados, y que los pies bailotean como San Vito..
    Puede ser que alguien con los pies pequeños haya cogido unas botas de otra talla, más grandes, para confundir el rastro y disipar sospechas sobre su persona?
    Esto explicaría la variación en la distribución del peso, así como las extrañas direcciones en que apuntan las huellas en ocasiones.

  95. Mauser Still dice:

    El comentario de Uriel sobre el argumento de la ópera no había escapado a mi valoración, pero no quería enunciarlo porque no sabía a donde nos llevaba.

    Ahora se me ha ocurrido algo que vale la pena comprobar: ¿Existe alguna relación comprobable entre los gastos de la hija, y el dinero que falta de los balances del contable?

  96. Hercule Poirot dice:

    Si el señor Rosano ya ha confirmado el contenido de la bolsa y que no falta nada, y teniendo en cuenta que la documentación da información privilegiada a quien la tiene, no veo la razón por la que el/la culpable deje el maletín a la vista. Me explico: si realmente el maletín fuera el móvil, sólo hay dos opciones, o bien el «encargo» lo hace la familia Vitti para que no le echen a perder el negocio, o bien lo organiza todo un tercero para hacerse con la información y usarla para sacar tajada. En cualquier caso, no conviene que la información llegue a nadie de la familia Rosano, por tanto, no tiene sentido dejar el maletín a la vista.
    Yo sólo veo 3 opciones, a ver si me ayudáis a descartar alguna:
    1. El maletín no es el móvil, con lo que nos queda algo personal con alguno de los fallecidos
    2. El maletín lo encuentra alguien no relacionado con los asesinatos, entra en pánico y decide deshacerse de él (colocándola en otro sitio, la habitación de la doncella)
    3. Han cambiado el contenido del maletín con información falsa para que Rosano realize alguna operación en la que pierda dinero (venganza)

    ¿Qué os parece?¿Desvarío demasiado?

  97. Jack Ryder dice:

    Bien, equipo, he hablado muy seriamente con el señor Rosano acerca del tema de las habitaciones secretas que contempla el informe de Documentación. Eso sí, no he obtenido la respuesta que esperábamos.

    Primeramente, Rosano se ha empeñado en hablar a solas. Pensé que me diría algo privado y revelador, pero lo único que quería era negar la existencia de dichas habitaciones. Al referirle al informe de Nicolás, que deja constancia histórica de que esta casa se construyó con esas medidas de seguridad, ha cambiado su respuesta por un «No puedo decirle nada». Se le ha visto incómodo, y he supuesto que debía seguir atacando por aquí, así que le he explicado que esta información podría ser vital para resolver el caso. Su respuesta ha sido, cito textualmente: «Me pide usted lo que no le puedo dar, como ya hizo con la caja de caudales de Capuccio».

    A partir de aquí he tenido que descifrar yo un código que no sé si es el correcto. Pero si lo he entendido bien, nos está diciendo varias cosas. La primera es que aquí se aplican las mismas reglas que con la caja de caudales: él no nos lo va a dar, pero si nosotros lo encontramos tampoco nos lo va a quitar. No obstante, y dado que en ese momento nos habló de contratos, el hecho de que esta vez no lo haga también revela que sus labios están sellados. No puede hablar del tema. Y creo que con esto volvemos a la misma cuestión por la que estamos aquí: Omertá.

    Quizás me equivoque, no puedo estar seguro. Puede que, una vez resuelto este caso, el señor Rosano se muestre más dispuesto a hablar con nosotros. Lo único que he conseguido sacarle, y esto ya lo sabéis, es que no hay nada de todo esto en la cocina, y después de decirme eso (¿de que se le escapara eso?) se ha cerrado en banda.

    Así pues… si hay algo escondido entre las paredes de la Villa Rosano, creo que vamos a tener que encontrarlo nosotros. ¿Alguien ha visto algo que le resulte sospechoso?

  98. Mauser Still dice:

    La lampara que no se enciende

  99. Hercule Poirot dice:

    La puerta de la sala de trofeos estaba «oculta» en una librería. Podría haber más puertas o compartimentos de ese estilo.

  100. Hercule, yo tengo una 4ta idea, de que la persona que encontró los papeles los haya revisado, pero los haya dejado tal cual (con miedo de que si los cambiaba Rosano se enterase), pero informase de su contenido a los dueños de los documentos (la familia Vitti), que una vez informados podrían modificar su actuar para que parezca que no saben pero, pudiendo ahora tender una emboscada a Rosano. ¿Me explico?
    Por dar un ejemplo muy sencillo: Si jugamos a Piedra, Papel o Tijera, y vo encontrás un documento que informa que yo voy a jugar «Tijeras», entonces automáticamente vos elegirías «Piedra», pero si yo sé que el documento se filtró (o si fuese un engaño desde el primer momento), entonces jugaré «Papel», alzándome con la victoria. En los negocios, se puede hacer lo mismo. Es jugar sucio, pero se puede.

  101. Yo también me fijé en lo de las puertas-librerías. Si la puerta principal estaba medio camuflada, a saber cuántas librerías ocultarán más puertas…

  102. celdelnord dice:

    Hacéis muy complicado seguir todas las conjeturas!! Sé que vengo tarde, lo sé, pero qué tou de conjeturas!

    Solo una dudilla… supongo que el informe del Profesor no lo menciona porque no había nada relevante, pero… el dormitorio principal tiene baño, no? Y el de la hija? No hay más baños mencionados que los del servicio o yo no veo algo?

  103. Mauser Still dice:

    Lo de la biblioteca encaja con otra idea que me ronda la cabeza: La escopeta de «Ma» Barker. No se sabe a quién la compró, y es la única que está descargada de TODO el conjunto. ¿Accedería el Sr. Rosano a que la sacáramos para echarle un vistazo?

    PD:
    Supongo que las llaves del expositor estarán en el mismo llavero que las de la puerta principal. ¿no?

  104. maureen1978 dice:

    ¿No se puede intentar dibujar un plano de la casa, el garaje y la finca, para ver dónde puede haber «huecos», habitaciones ocultas?

  105. Mauser Still dice:

    Em…. bueno: y otra pregunta tonta de las mias:

    El arma del crimen está descargada ahora, supongo.

    No he podido evitar fijarme en que la conversión de Colt 1911 en carabina tiene también un cargador extendido, también parece automática, y tiene el mismo calibre que la Tommy. Todo ello en un envoltorio mucho más pequeño, ligero y fácil de esconder.

  106. Mauser Still dice:

    Jo Maureen: pide y te será concedido: el plano está en la sección de archivos 😀

  107. Jack Ryder dice:

    Perdonad la tardanza, estamos recopilando las respuestas a vuestras preguntas. Pero bueno, ya teníamos el plano, así que pensé «por qué no».

    Eso sí, yo por lo menos no veo dónde puede haber una habitación secerta. Claro que, por otra parte, difícilmente van a reflejarla en un plano. Pero bueno, al menos nos sirve para orientarnos mejor.

  108. Mauser Still dice:

    Vale: vamos a ver.

    El informe se corrobora. Asumiendo que Rosano y el resto del personal de la casa salieran por la puerta principal para ver qué estaba pasando, el culpable solo pudo entrar en la casa por la puerta de la cocina. De allí tuvo que salir al salón.
    De hecho pudo salir a tiempo de sumarse al registro, y seguramente nadie lo vió salir de allí.

    Necesitamos las cohartadas de toda esta gente.

  109. Jack Ryder dice:

    Vale, vamos al lío:

    De momento veo que tenemos como ideas la lámpara del techo de Rosano y las librerías de la sala de trofeos, tomo debida nota. Cualquier otra idea que tengáis al respecto idla diciendo, nos encargaremos de comprobarlas.

    Mauser, has preguntado por la escopeta de Ma Baker… puedo pedirle a Rosano que nos deje echarle un vistazo, pero ¿qué esperas encontrar? Digo porque probablemente conseguiré algo más si cuando se la pida le digo algo que no sea «Es pa una cosa». Por lo que sé, está descargada porque los cartuchos son menos estables que las balas por los propios materiales de que se componen; además, el muelle del cargador de la escopeta no está para muchos trotes, y si la escopeta estuviera cargada éste tendría que estar comprimido y acabaría por resentirse. En cuanto a tu otra observación… Celdelnord se está encargando de la Tommy, verificará si es el arma del crimen.

  110. Agatha Detective dice:

    A mí me ha mosqueado que un vestidor tenga luz por sensor de movimiento… Me parece mucho derroche para un simple vestidor.
    Y ese teléfono de dial. ¿Es posible que esté hueco por debajo?

  111. Jack Ryder dice:

    El teléfono lo puso Rosano para su contable, supongo que Capuccio nunca se ha debido quejar. Echaremos un vistazo a ver si estuviera hueco, pero ¿cuál es tu idea al respecto? En cuanto al sensor de movimiento para la luz del vestidor… sí, es un derroche, eso es cierto. También es cierto que Rosano es rico, pero no deja de ser curioso, ahora que lo mencionas.

  112. Agatha Detective dice:

    Pues a ver… si está hueco es posible que ocultara algo durante algún tiempo (¿la bolsa?). Tal vez es demasiado arriesgado, pero me llama la atención ese objeto.
    Respecto al vestidor, revisando el plano, no queda lejos de la cocina.

  113. Jack Ryder dice:

    Vale, le veo una base a tu argumento del vestidor, lo añadimos a la lista de posibles accesos a habitaciones secretas para repasarlos todos de un tirón. Lo del teléfono… A ver, quizás podrían haber escondido algo, pero ya te digo yo que la bolsa no cabe ahí dentro. Suponiendo, claro, que esté hueco. De cualquier manera, no perdemos nada por examinarlo.

  114. Hetty Callahan dice:

    Después de ver el plano creo que más que habitaciones secretas lo que puede haber es accesos secretos, puertas que conecten habitaciones y modos de salir secretos al estilo palacio de Versalles. Yo también echaría un ojo en el despacho del contable a las estanterías. Tiene varias y sería un buen modo de esconder un acceso.

    Por cierto, una cosa que se me ha venido a la cabeza (y no por eso prometo que tenga sentido) ¿por qué comentó Boniatus que los sofás hacía tiempo que no se movían? Por norma general no es que sea algo que suela moverse tanto como una silla, ¿había marcas en el suelo? ¿Había algo tras ellos que hiciera necesario que se movieran?

  115. Jack Ryder dice:

    Apuntamos las estanterías del contable a la lista, Hetty, bien visto. En cuanto a lo de los sofás… A ver, por lo que yo he entendido la sala de música también se usaba como sala de baile; imagino que, cuando se fuese a celebrar un baile, apartarían los sofás, y en algún momento eso habrá dejado marca.

  116. Jack Ryder dice:

    Una cosa, por cierto, que a veces por escrito las cosas no quedan tan claras como podrían… La bolsa en cuestión viene siendo como el clásico maletín antiguo de médico, tanto en aspecto como en tamaño. Ese es el tipo de bolsa que buscábamos, y de ese tamaño (como mínimo) debe ser el escondite que buscamos ahora.

  117. Hercule Poirot dice:

    Ahora que tenemos el plano, podemos deducir mejor los posibles escondites. Durante el tiroteo, es de suponer que el ruido alertaría a todo el mundo en la casa. El asesino/a tenía muy poco tiempo para esconder la bolsa y vovler a actuar con normalidad.

    El vestidor del dormitorio principal parece un buen sitio. Si la casa tiene habitación del pánico y puertas secretas, es lógico que sea en el dormitorio principal, para poder esconderse o huir en caso de emergencia durante la noche. Eso sí, dicho escondite tendría que ser accesible desde el exterior para que diera tiempo a esconder algo sin tener que pasar por delante de los despachos.

    Otro sitio posible sería el aseo de los señores Rosano. ¿Tiene ventana al exterior?¿grande, accesible?

    La cocina es el siguiente lugar. Sabemos que no tiene ningún escontite, pero tiene multitud de armarios. Propongo analizarlos en busca de residuos como los de la base de la bolsa.

  118. Mauser Still dice:

    Bueno Jack: entonces no te preocupes por la escopeta. Me preguntaba porqué era la única que estaba sin cargar: es una discordancia con el resto de armas. Pero si hay una explicación…. bueno: a ver, los muelles de los cargadores de las tres automáticas también están ahora mismo comprimidos. Podría ponerme quisquilloso con el Sr. Rosano y preguntarle porqué no hacer reparar el muelle de la Escopeta, pero está lo de los cartuchos, y es tu cuello el que está allí dentro, y yo aqui, tan tranquilo atando mensajes a la pata de una paloma.

    También me queda claro porqué no se cogió la otra Thompson: habría habido que montarla, y habría requerido por tanto más tiempo, y tal vez un conocimiento del arma que no es precisamente común (Vosotros habéis montado alguna vez una thompson? yo no). Lo que desde mi punto de vista, descarta que la elección de arma fuera para enviar un mensaje.

    PD:
    Visto el plano, no veo mucho hueco para habitaciones secretas, pero si para puertas. Los paneles de cedro del recibidor son tentadores, pero no veo porqué deberían existir puertas secretas que conecten este con las habitaciones 15, 15, 11 y 17, dado que existen puertas NORMALES

    Sin embargo, y si la decoración de las paredes persiste en los pasillos, yo echaría un vistazo (o algún golpecito) en las paredes que unen el pasillo con los vestidores de Maria Teresa y de la sra. Auditore. Y SOBRE TODO y esto con todo el debido respeto al Sr. Rosano, en la pared que separa la cocina del pasillo.

  119. Jack Ryder dice:

    Vale, seguimos tomando nota de posibles lugares para esconder habitaciones, pasadizos o cualquier cosa de estas: los paneles de cedro de las paredes, el baño del dormitorio principal… Le veo lógica a que, si hay algo, esté en el dormitorio principal, como argumenta Hercule, pero hasta que no encontremos nada sólo puedo decir eso, que le veo sentido. Mauser, yo descartaría la pared que separa la cocina del pasillo: lo único que se le ha escapado a Rosano es que en la cocina no hay nada.

  120. Parmacenda dice:

    Vale, acabo de terminar con las entrevistas… Necesito un sitio tranquilo para repasar mis notas. Jack, ahora te llamo y te cuento, creo que…

    En fin, necesito relajarme. Permitidme que recopile mis notas, y espero tener el informe listo para mañana… si antes no decido quemar mi libreta.

  121. Jack Ryder dice:

    (qué raro, normalmente no tengo que moderar ninguna conjetura y ésta ha pasado directamente a moderación… en fin, aprobada queda) Más bien como el primer tipo, Mauser, piensa que es parqué.

    Parmacenda… ya nos contarás. Despéjate primero, tranquilo.

  122. Profesor Boniatus dice:

    Buenas a todos!! EStoy repasando mis notas y recopilando conjeturas para ver si me aclaro un poco…

    celdelnord.. Hay baños en los dos dormitorios. Los he revisado y no hay nada significativo en ellos…

  123. Mauser, si bien la Colt 1911 original es calibre .45, aquí se nos dice que la versión de carabina es calibre .25 (yo he encontrado en internet que la de Dillinger era .38).

    El sensor de movimiento que activa la luz del vestidor de Carla Rosano parece destacar mucho con el resto de la casa… Es el único elemento tecnológico que recuerdo… ¿hay más sensores en otros sitios de la casa? Porque… ¿cuándo es más útil que la luz se encienda por sensor de movimiento? Al llevar las manos cargadas… ¿El suelo del vestidor presenta el mismo parquet tipo damero? ¿Se puede ir pisando fuerte para tratar de descubrir un pasadizo subterráneo? Sería muy fácil esconder una puerta-trampilla con un suelo de ese tipo.

  124. Mauser Still dice:

    Tienes Razón Uriel: me he colado con ganas en lo del calibre.

  125. maureen1978 dice:

    Una pregunta: las réplicas de coches clásicos de la Sala de Trofeos, ¿son a escala o a tamaño natural? Porque si es esto último, tienen que haberlos metido por algún sitio…
    A ver si he entendido bien una cosa: la caja fuerte del despacho de Rosano está empotrada en la pared que pega con el vestidor de la hija, ¿verdad? Pues si la caja fuerte está empotrada en la pared, y por el lado del vestidor no hay hueco, ese muro tiene que ser ancho. ¿No hay sitio para algún tipo de escondrijo desde el vestidor de la hija?

  126. Parmacenda dice:

    INFORME DE DECLARACIONES Y TESTIMONIOS

    En algún momento me había preocupado la idea de que el puesto de Jefe de Departamento Adjunto supusiera menos responsabilidades que las de mi homónimo Zalaya. Pero eran casos como éste los que me convencían de lo equivocado que estaba. Mis compañeros parecían bastante impresionados por trabajar para un ex-mafioso o por investigar un doble homicidio con robo en una enorme mansión. Pero en mi cabeza sólo había dos palabras que resonaban con el eco de un trueno: nueve testimonios.

    Esto iba a ser un trabajo más duro de lo habitual… pero a pesar de ello me encontraba emocionado. Iba a poder interrogar a los miembros de una de las grandes familias mafiosas de Sicilia, y hacerles delicadas preguntas bajo la protección del mismísimo jefe para esclarecer los hechos. No sabía lo equivocado que estaba.

    * * *

    Decidí ponerme manos a la obra y empezar directamente por la cabeza. Literalmente: iba a empezar por el Capo. Giancarlo Rosano era un hombre de unos sesenta años, enjuto, con más presencia que cuerpo. Me recibió en su despacho, donde habíamos firmado con él nuestro acuerdo de confidencialidad. Nada más presentarme y dar el nombre de mi departamento, Rosano comenzó a hablar.

    — Tenga por seguro, caballero, que nadie en esta casa va a estar más interesado en que esto se resuelva que yo. Con todo, sólo puedo contarle lo que yo sé. Así que vamos a ello.

    » A las siete de la tarde me reuní con mi abogado, el señor Pesci. Tenemos asuntos serios que resolver concernientes a mis negocios, por lo que la reunión prometía ser larga. Informé pues a mi mayordomo de que cenaríamos algo más tarde y le pedí que avisara a la señora. Después de eso nos encerramos en mi despacho. Sólo nosotros dos. Sospecho que mi contable puede estar actuando de forma deshonesta, por lo que no estaba invitado a esa reunión.

    » Recuerdo que aquella noche cocinaba Piero. Fue una desgracia que en la pescadería no hubiera salmones con buena cara, tendría que ver cómo los ahuma ese condenado… Le cuento esto para que entienda que la cocinera tenía la noche libre, así que aunque forma parte del servicio por norma general, no se encontraba en la casa.

    » En torno a las siete y cuarto empecé a escuchar a mi mujer tocar el piano en la sala de música. De vez en cuando hasta cantaba algo. Le habría dicho algo porque nos estaba distrayendo, pero la verdad es que cuando se pone soprano soy incapaz de reprocharle nada.

    » Serían las siete y media, como muy tarde, cuando llamaron a la puerta. Era mi hija, María Teresa. Como ya saben, uno de mis asociados falleció recientemente, y da la casualidad de que mi hija y él estaban muy unidos. Siempre ha sido como un tío para ella, y aún está bastante afectada por su muerte. Le di un abrazo y se fue, aún teníamos cosas que hacer.

    » La reunión se alargó hasta las ocho, momento en que la interrumpieron los disparos. ¡En mi casa! Comprenderá que no podía tolerarlo, así que me levanté como la ira de Dios Todopoderoso dispuesto a poner orden. Fue el señor Pesci quien me contuvo y me dijo que me hiciera cargo de la familia, que él se encargaría de comprobar lo que había sucedido.

    » Naturalmente el piano ya había cesado, así que mi primera parada fue la sala de música. Bueno, miento: por el camino me detuvo la doncella… Estela. Quería contarme alguna tontería. Le dejé muy claro que aquél no era el momento y proseguí mi camino. No llegué a entrar en la sala de música, pues vi a Carla intentando dar órdenes a alguien que se apresuraba por el vestíbulo. Mi esposa estaba hecha una fiera, disparos en su casa, ya se imaginará, sabe cómo son las mujeres, y más las italianas, les corre el Mediterráneo por las venas… Pero estoy divagando: cogí a mi mujer del brazo y la llevé a nuestro dormitorio, donde estaría a salvo.

    » María Teresa ya estaba allí, hecha un mar de lágrimas, la pobre. Se había asustado con los disparos, y más después de la muerte de mi asociado. Y como no nos encontraba, estaba la pobre que se subía por las paredes. Se me tiró a los brazos, casi la tuve que desenganchar con una cizalla. Dejé allí a mi mujer y di a cada una la orden de cuidar de la otra. Una vez que supe que mi familia estaba a salvo, había llegado la hora de poner orden en este caos.

    » Antonio… el señor Pesci, mi abogado, vino a verme y me explicó lo sucedido: mis dos hombres acribillados en mi garaje. ¡Con mi propia arma de colección! Rápidamente corrí hacia la sala de trofeos y encontré el armero abierto. Lo cerré con llave para evitar que ocurriese otra desgracia y corrimos al garaje, donde por fin vi lo sucedido. Aquello era un matadero: sangre y agujeros de bala por todas partes. Y la bolsa que debían traerme había desaparecido. Allí estaban Piero y Alfredo. Mandé a Alfredo a la cocina, donde pudiera quedarse controlando la situación en la casa, e hice traer a Paolo de la garita. Mientras el Protocolo estuviera activo, no hacía falta nadie en la puerta, así que Pesci, Paolo, Piero y yo registramos la hacienda completa.

    » Puedo por tanto dar fé de las posiciones de estas personas justo después del crimen: Alfredo, en la cocina, donde le ordené; mi esposa y mi hija, en mi dormitorio, donde las dejé; Estela se nos cruzó en el pasillo, nuevamente tratando de contarnos alguna estupidez que no escuchamos; Roberto Capuccio, mi contable, estaba en su despacho. Los demás venían conmigo.

    » Sin contar el dormitorio principal, todos los demás estaban vacíos. También los cuartos de baño, el comedor, la biblioteca y la sala de trofeos. Ni rastro de la bolsa, ni de ningún visitante extraño en la casa. Lo que sólo puede significar que el asesino era uno de los nuestros.

    El señor Rosano terminó su explicación, y estaba claro que eso era todo cuanto me iba a proporcionar. Su mirada demostraba que la conversación había terminado, aunque yo no hubiese llegado a hacer una sola pregunta. Preferí no arriesgarme a molestarle en lo más mínimo, pues aún me quedaban ocho personas con las que hablar. Así que decidí que lo más sensato sería empezar por el núcleo familiar, para dejar de importunarles cuanto antes. A continuación me reuniría con la esposa del señor Rosano.

    * * *

    El nombre de Carla Auditore Rosano lo había escuchado anteriormente relacionado con el mundo de la ópera, pero no era como la había imaginado. Se trataba de una mujer de unos cincuenta y siete años muy bien llevados, una dama respetable aunque algo arrogante, con una voz hermosa pero firme, y largas piernas que la hacían bastante alta. Me recibió en la sala de música, donde se encontraba tocando el piano, y comenzó a hablar sin dejar de practicar:

    — Respeto la postura de mi esposo, aunque no la comparta. — comenzó — Creo que de esto no deberían encargarse unos… qué son ustedes, ¿freelance?

    — Bueno, en realidad… — traté de explicar.

    — Pero en fin, veré qué puedo contarles. — me interrumpió, creo que sin darse cuenta de mi intento por hablar. — Yo me encontraba aquí mismo, en la sala de música, practicando al piano, toda la noche. De vez en cuando, incluso, me sentía inspirada para entonar algún aria de mis tiempos en el bel canto. Estuve cerca de una hora ensayando hasta que escuché los disparos.

    » No iba a permitir semejante despropósito en mi casa, como comprenderá, así que salí de la sala de música dispuesta a dar con el responsable. Mi esposo me interceptó a medio camino; me dijo que lo más importante en ese momento era que María Teresa y yo estuviéramos seguras, así que me escoltó personalmente al dormitorio principal. La casa era todo un caos. Alfredo es el mayordomo, debería haber estado poniendo orden, pero en lugar de ello estaba saliendo tranquilamente de la cocina frotándose las manos.

    » En el dormitorio nos encontramos con María Teresa. La pobre estaba hecha un manojo de nervios. Al parecer había venido buscándonos, y claro, al no encontrarnos se temió lo peor. Allí me quedé con ella, y mandé a mi esposo a poner orden. Tardé cinco minutos en conseguir calmarla un poco, y entonces me pidió que le hiciera traer una copa… Cómo estaría la pobre, que ni bebe ni nada. Llamé a la campana varias veces, pero Alfredo no se personó.

    » Así que fui a buscarle a la cocina. ¡Tuve que esquivar a la gente que corría por el vestíbulo, en mi propia casa! Allí estaba él, hablando por teléfono tan tranquilo, dándoselas de que conocía a mi esposo y que no involucraría a nadie de la central de policía en esto. Le pregunté por qué no había acudido y me dijo que tal y como estaban las cosas no podía esperar que le oyese. Le pedí una copa, no le dije para quién era, y el muy animal tuvo la osadía de juzgarme. Me volví indignada al dormitorio, diciéndole que si la copa no estaba en mi mano en menos de dos minutos podía empezar a buscarse otro empleo.

    » No puedo contarle mucho más. Mi hija y yo estuvimos toda la noche en el dormitorio, cuidando la una de la otra, tanto tiempo que la “medicación” que ese bruto de Alfredo había traído para mi marido se había sedimentado y todo. No se imagina el asco que daba aquello, podías clavarle un palillo en la capa sedimentada y se tenía en pie, y todo.

    Traté de sacarle algo más, pero desde ese momento en adelante se dedicó a ignorar las preguntas que le hacía. Todo lo más que me dijo fue un “No tengo más que añadir”, dando a entender que estaba interrumpiendo su ensayo y que debía aprender mi lugar.

    * * *

    Así que fuí a hablar con la última persona de la familia que estaba en la casa: María Teresa Rosano Auditore, la hija del señor Rosano. Una joven de veinticinco años, pizpireta, de poco más de metro y medio, con los ojos de su padre y el mohín de superioridad de su madre. Podría haber sido una presencia imponente, capaz de hacerme sentir inferior, si no fuese porque me recibió en su dormitorio, donde se estaba haciendo las uñas con enorme concentración. Cada cierto tiempo ponía la mano a la luz para comprobar qué tal le estaban quedando, su esclava acompañando el movimiento con un tintineo, para seguidamente volver a retocar unas uñas que yo aseguraría no podían mejorarse. Me introduje y traté de explicar como quería llevar la entrevista, pero al ver que no me atendía me resigné a escuchar su versión de los hechos sin interrumpir.

    — Mire, le contaré lo que sé, pero me temo que no es mucho. — me dijo, y yo, inocente de mi, creí que tendría poco que decir — Verá, yo estaba bastante destrozada por la noticia de la muerte del tío Giovanni; no era mi tío de verdad, pero yo lo quería como a un tío, y estuve aquí en mi habitación dándole vueltas a la cabeza, y entonces pensé que podía haberle pasado a mi padre y no a él, y claro, tuve que ir corriendo a darle un abrazo, él estaba en su despacho con el señor Pesci hablando de negocios pero ya sabe, es mi padre y no me pudo negar un abrazo, mucho menos viendo lo agitada que estaba.

    » Después de eso di una vuelta por la casa, para despejarme. Quizás debería haber salido a dar una vuelta, todo esto me habría pillado fuera y ahora mismo no estaría encerrada, pero… a ver qué le puedo contar, déjeme que recuerde…

    » … vale, sí. Pasé por delante del comedor y vi a Estela allí limpiando. Quise decirle algo, pero no creí que fuera apropiado. Verá, hace unos meses éramos buenas amigas, era… vaya, una chica necesita una confidente de vez en cuando, y Estela es la única chica de mi edad que entra en esta casa. Pero una noche la pillé intentando robar la plata. Ella lo negará, claro, porque como la pillé no se la llevó y nadie la echó en falta, pero aunque nunca la delaté diría que ya no se fía de mí, aunque tampoco sabría decirles si es o no de fiar, ya me entiende, y menos después de lo de la otra noche…

    — ¿La otra noche? — interrumpí sin comprender. Me empezaba a doler la muñeca de la velocidad a la que tenía que tomar nota.

    — La noche del crimen, pero ya llegaré a eso. No sea grosero, ¿no le han dicho nunca que no hay que interrumpir cuando alguien está hablando? A ver, por donde iba… Sí. Luego pasé frente a la cocina, me crucé por el camino con Alfredo que me saludó, muy formal él como siempre, aunque supongo que todos los mayordomos son siempre formales, y en la cocina luego vi a Piero cocinando. Siempre le ha tenido algo de respeto a las armas de fuego, es un alma muy sensible para algo tan bruto, pero con los cuchillos es prácticamente un dios… No me mire así, — me sorprendió que hubiese notado mi mirada entre el asombro y la absoluta incomprensión — lo sé porque… A ver cómo se lo cuento, verá… Piero y yo estuvimos juntos un tiempo, no mucho. Era un cielo, supongo que lo sigue siendo, pero eso ahora no importa, la cuestión es que me regalaba flores y todo, dábamos paseos románticos por el puerto, pero creo que en realidad yo estaba con él más que nada por intentar hacer enfadar a mi padre, estaba en una edad muy pava por entonces, ya me entiende, y cuando me di cuenta de que en realidad no le quería pensé que no era justo tenerlo engañado y lo dejé. Así y todo, siempre ha sido muy bueno conmigo, no sé si es que sigue enamorado o qué, pero es un pedazo de pan, sólo tiene que mirarle, que no tendría ni por qué trabajar en esta casa y sin embargo nos hace de comer un par de veces en semana…

    Intenté meter baza para preguntar cómo diablos el haber estado saliendo con él servía para saber que Piero era “prácticamente un dios con los cuchillos”, pero antes de que pudiera siquiera tomar aire para empezar a hablar…

    — Pero por qué le cuento todo esto, la verdad, no entiendo por qué me pregunta por esas cosas… En fin, el caso es que estaba dando una vuelta por la casa, ya le he dicho, e iba ya volviendo para mi cuarto cuando… cuando escuché el ruido de los disparos. Y… me asusté. Ya se lo he dicho, el tío Giovanni acababa de morir; aunque no era mi tío de verdad, yo lo quería como si lo fuese, y me dio por pensar que alguien podía venir a por mi padre, así que fui a su despacho a ver si estaba bien, pero ya no había nadie, y claro, me entró el pánico, me temía lo peor, así que fui a buscarle a su cuarto, pero ahí tampoco había nadie, estaba a punto de darme un ataque cuando entraron mis padres por la puerta. Me deshice en lágrimas abrazada a mi padre… Pensé que me había quedado sin familia, maldita sea, no se crea que lloro por cualquier tontería, seguro que usted también se habría puesto a llorar si creyese que sus padres habían muerto en un tiroteo.

    » Mi padre nos dijo que nos quedáramos allí. Yo seguía histérica, bueno, histérica quizás sea un poco fuerte, pero si estaba muy nerviosa, así que pedí a mi madre que me consiguiera algo para beber… No le diga que bebo, ella cree que fue algo puntual por los nervios, pero yo estaba tan atacada que no se me ocurrió que ella no lo sabía, y claro… Mi madre fue a buscar a Alfredo, y en ese momento… Como la puerta se había quedado entornada, escuché cómo Estela le decía a alguien que si se descubría que ella había abierto el armero estaba muerta. No sé con quién hablaba, pero cuando luego supimos que el arma del crimen había salido del armero de mi padre… Quizás me esté equivocando, por eso no le he dicho nada a mi padre, y como además sé que Estela y yo no estamos en muy buenos términos no quería pelea; pero he creído que debería saberlo, porque para algo está usted aquí haciendo preguntas. ¿Cree que quedaría mejor con un tono borgoña en lugar del guinda?

    No esperó a la respuesta a su pregunta antes de coger un nuevo bote de esmalte y seguir adornando sus uñas. Sin embargo, su relato proporcionaba algunos detalles que parecían ser prometedores. Le di las gracias por su colaboración, y decidí ir directamente a hablar con la doncella, para contrastar su versión de los hechos.

    * * *

    Estela Arciere era una mujer joven, apenas aparentaba sus treinta y dos años. Vestía su uniforme de doncella con unos tacones de considerable altura, pero a pesar de ellos algo me decía que era más baja de lo que parecía. Me recibió en el comedor, ya que aunque dijo estar encantada de hablar conmigo, no tenía tiempo que perder y debía seguir con su trabajo.

    — Yo estaba limpiando la casa, siguiendo las instrucciones del señor Valdemaro. — comenzó en cuanto le expliqué mi cometido dentro de la Sociedad — Le diré que acababa de terminar con el comedor y los baños; en el comedor estuve hablando con el señor Valdemaro, seguro que les dirá que me vio, y me disponía a limpiar la sala de trofeos, que suele ser la que tiene más faena, cuando me encontré con que el armario armero estaba abierto de par en par. Era la primera vez que lo veía abierto, siempre se me ha dicho que limpie sólo la parte de fuera del armario, el señor Rosano jamás me ha dejado siquiera tocar la llave. Y sí, no hace falta que lo pregunte, me había fijado en la metralleta que había comprado el señor Rosano, y ya no estaba.

    » Sabía que el señor Rosano estaba en su despacho, así que fui a contarle lo que había encontrado, cuando de pronto, ¡ratatatatata!, toda una ristra de disparos. Me asusté y volví a entrar en la sala de trofeos. Al poco rato escuché al señor Rosano abrir la puerta y decidí que tenía que ir a hablar con él. Pero en el pasillo nos cruzamos él, el señor Pesci que acababa de llegar, y yo. Pesci siempre me ha dado mucho miedo, una vez incluso me arreó un bofetón que tuve que ir al médico y todo. Con todo, aquello era serio, muy serio, así que quise contarle al señor Rosano lo del arma, pero el señor Pesci me agarró del brazo, me fulminó con la mirada y me apartó de allí. Luego le dijo algo al señor Rosano, le convenció para irse a buscar a su familia y él mismo fue a ver qué había pasado con los disparos.

    » No negaré que me aterra que el señor Rosano se pase tanto tiempo con el señor Pesci. Es como saber que tu jefe nunca te va a mirar bien porque su mejor amigo es el matón que te atormentaba en el colegio. El único consuelo que tengo en esta casa es Roberto, el contable. Somos amigos desde siempre, y aunque cada vez que pasaba por delante de su puerta abierta le veía trabajando, me preocupé por él, así que fui a ver si se encontraba bien después de los disparos. Por entonces aún no sabíamos que había muerto alguien. Un rato después volvió a pasar el señor Rosano, con el señor Pesci, Piero y Paolo. Pero me volvieron a apartar cuando intenté hablar con el señor Rosano. Pesci incluso se quedó un poco atrás para poder decirme que si volvía a intentar decir algo estaba muerta.

    — ¿Y no le preocupa estar contándonos esto ahora? — comenté, intentando que prosiguiera con su relato.

    — ¿Perdón?

    — Quiero decir, — respondí en tono jocoso, intentando quitarle algo de hierro al asunto — si realmente ha recibido una amenaza de muerte, ¿no tiene miedo de encontrarse mañana mismo con, qué sé yo, una cabeza de caballo en la cama?

    La señorita Arciere arqueó una ceja y sonrió de medio lado.

    — Soy lesbiana, detective, no necrozoófila. No me van esas parafilias.

    Y tras dejarme anonadado ante tal respuesta, continuó con su trabajo ignorando mi presencia. Murmuré una despedida y me retiré, mirando mis notas. Aquí había algo extraño. De momento, las historias no encajaban del todo, así que alguien tenía que estar mintiendo. La cuestión era saber quién, algo que no podía determinar con la información disponible. Quizás cuando hubiera hablado con todos pudiera formarme una composición más detallada de los hechos. Para no alejarme demasiado de las historias que ya conocía, decidí hablar con Scalpellino, el exnovio de María Teresa.

    * * *

    Piero Scalpellino era un hombre grande, de cuarenta y dos años, con los ojos cansados de quien ha visto demasiado y una tímida sonrisa bonachona. La información proporcionada por Nicolás explicaba ese contraste en el que podría denominarse “el chico para todo” de Rosano, pues no parecía tener un puesto claro. Me recibió en la cocina donde se encontraba en ese momento, cuchillo en mano y limpiando una lubina bajo el grifo.

    — Me relaja. — me explicó ante mi mirada de extrañeza — Le contaré lo que sé, ¿vale? Esa noche, y con el permiso del señor Rosano, le pedí un taxi a la cocinera y me encargué yo de preparar la cena. Spaghetti Bolognese, la receta de mi abuela, que sé que le encanta a María Teresa. Salí un momento al huerto a ver si había tomates frescos. Recuerdo que estaban llamando al timbre de la verja de entrada y nadie abría, supongo que Paolo estaría fumándose un cigarro o algo. Lo que sí que oí fue un ruido como de algo pesado por el suelo. Venía del garaje, así que fui a ver si Paolo estaba allí. Pero no había nadie y ya no se oía nada, así que me volví a la cocina.

    » Yo estaba la mar de relajado, aquí, escuchando a la señora tocar el piano en la sala de música, a veces incluso cantaba… Recuerdo que Alfredo me echó la bronca por distraerme, pero cuando se fue ya seguí yo cocinando a mi ritmo. Y entonces, en mitad de un aria de la señora, sonaron los disparos.

    » Cuchillo en mano, salí al patio por… al atrio, perdón. Por la puerta de la cocina, y llegué al garaje donde me encontré con los cuerpos de Luca y Aldo. Llegó el señor Pesci, luego al rato Alfredo, Pesci se fue a buscar al señor Rosano y ya trajeron a Paolo. Después de eso nos pusimos a registrar la casa, y no encontramos nada que no tuviéramos que encontrar. Pero de la bolsa nada.

    — ¿Y alguna idea de quién pudo haberlo hecho? — pregunté directamente, añadiendo un palito a mis notas privadas. Scalpellino vaciló un instante antes de responder.

    — No dejo de pensar que igual no había ninguna bolsa y por eso no la encontramos. No sé, yo lo vi demasiado personal, este asesinato. Como si el asesino tuviese alguna rivalidad con las víctimas, no sé… Paolo les debe dinero de las partidas de cartas, pero claro, no haría algo así, ¿no?

    Y encogiéndose de hombros, siguió limpiando el pescado, no sin antes advertirme que si pensaba quedarme en la cocina plantado me tendría que lavar las manos, para no contaminar la preparación de la cena.

    * * *

    Decidí que el guardia de seguridad sería mi siguiente parada. Paolo Breccia era un hombrecillo bajito y delgado, no llegaría al metro setenta. Cuarenta años, algunas canas en las sienes. Mirada avispada, aires de superioridad y un palillo siempre entre los labios. Me recibió en el atrio, por donde paseamos mientras hablabamos.

    — He oido que está interesado en saber lo que pasó aquel día. Yo estaba en mi posición, en la garita de la entrada, pendiente de quién entraba y quién salía. Cuando entró el coche de Aldo y Luca, cerré la verja y activé el Protocolo de Seguridad desde la garita, así que me consta que todos los accesos a la finca estaban cerrados a cal y canto. Estuvimos unos cinco minutos hablando, planificando una partida de cartas para el domingo, antes de que siguieran su camino hacia el garaje. En ese rato recuerdo que vi a la señora paseando por el atrio. Me llamó la atención, porque no suele salir a esas horas, y parecía que llevaba algo en las manos. Pero era ella, seguro, a menos que ahora tenga una doble y yo no lo sepa.

    Fruncí el ceño mientras tomaba mis notas… Esto cada vez me cuadraba menos…

    — Poco después se escucharon los disparos. — prosiguió Breccia — Yo sabía que no debía moverme de mi posición, y más con el Protocolo de Seguridad activado, así que me quedé allí, y volví a ver a la señora corriendo en dirección contraria, como a la fuga, pero la perdí de vista entre las columnas. Al rato fueron pasando Piero y el señor Pesci, cada uno salió por una puerta distinta, y un rato más tarde Alfredo, que con los años que tiene ya el pobre no puede ni correr.

    » Me gustaría poder contarle más, pero lo cierto es que desde la garita poco más podía hacer yo. Hasta que el señor Rosano no me hizo llamar para ayudarle a registrar la casa, no pude salir de allí. Después de aquello, pues bueno, registramos la casa entera pero no encontramos a nadie que no debiera estar, ni tampoco ni rastro de la bolsa. La señora estaba muy nerviosa, claro… No le he dicho nada al señor Rosano sobre lo que vi porque es su señora y es sagrada, ya saben, pero a ustedes se lo cuento porque creo que puede ser importante. Que yo estas cosas me las huelo.

    Y tras darse un par de golpecitos en la nariz, me dejó entre las columnas del atrio con la palabra en la boca. Suspiré con resignación. Estaba empezando a ver un patrón, y no me gustaba ni una pizca. Es más, me irritaba. Pero iba a terminar con mis entrevistas antes de poder decir en voz alta lo que me temía. Y el siguiente objetivo era Alfredo Valdemaro, el mayordomo.

    * * *

    Alfredo Valdemaro era un hombre alto, delgado y seco, que ya se acercaba peligrosamente a los noventa años. Su piel era gris y se contraía sobre sí misma, su cabello era blanco y se batía en retirada, y sus dedos largos y nudosos lo pasaron bastante mal para abrirme la puerta de su dormitorio, donde me recibió. Se disculpó por lo humilde de sus aposentos y, sin tomar asiento, manteniéndose firme como un clavo, comenzó a hablar sin darme tiempo a abrir la boca.

    — Me han avisado que está interesado en lo sucedido aquella noche, así que le cuento. El señor Rosano me informó de que esa noche se cenaría más tarde, tenía que trabajar. — dijo — No era la primera vez que algo así ocurría, ya tuvimos que aplazar el almuerzo cuando su reunión con los banqueros. Así que me aseguré de que todo estuviera en orden mientras tanto: la señorita Arciere estaba limpiando el comedor, el señor Breccia montaba guardia en su garita, pero la cocinera no estaba por ninguna parte. En su lugar estaba el señor Scalpellino, que sin consultármelo le había dado la noche libre y se había puesto a cocinar esos insulsos spaghetti que él prepara. Cuando le pregunté con qué derecho había hecho ausentarse a la cocinera, me respondió que me metiera en mis asuntos.

    » Aquello era intolerable, pero también lo habría sido desatender el resto de mis obligaciones. Así pues, preparé la medicación para el corazón del señor Rosano y la llevé a su habitación para que la tomara antes de dormir. Proseguí mi ronda por los dormitorios. Todos estaban vacíos, naturalmente, y en general bastante ordenados, salvo por las blondas de unos bollos de pastelería que encontré en el dormitorio de la señorita María Teresa. Me deshice de ellas y me apunté hablarlo con la señorita Arciere, cuando de pronto sonaron los disparos.

    » Corrí inmediatamente hacia el origen del ruido. Al pasar por la cocina no encontré al señor Scalpellino, y eso no me gustó nada. Pero cuando salí, me dio la sensación de que bajo la mesa por la que había pasado había alguien escondido. Volví, pero ya no había nadie. Seguí mi camino, y allí estaba el señor Scalpellino, blandiendo un cuchillo de cocina hacia mí. Por suerte estaba allí el señor Pesci y ese animal de Scalpellino se vio obligado a contenerse.

    » El señor Pesci fue a buscar al señor Rosano. Desde donde estábamos pude ver que el señor Breccia seguía en su puesto con impecable diligencia. Entonces vi que el señor Scalpellino pateaba a uno de los cuerpos cuando creía que yo no estaba mirando. Nos habíamos quedado solos, pero el señor Breccia podría testificar si Scalpellino me hacía algo, así que no me preocupé.

    » Poco después regresó el señor Pesci en compañía del señor Rosano. Fue el propio señor Rosano quien me ordenó quedarme en la cocina mientras ellos se encargaban de buscar al culpable. Desde allí sólo recibí una visita: la de la señora, que me pidió que le preparara una copa. Esa fue la única vez que abandoné mi puesto, para llevar la copa al dormitorio principal. Pero les diré algo: aprovechando que estaba en la cocina, pude comprobar que bajo la mesa efectivamente había huellas de zapatos… y estoy convencido de que eran de las enormes botas de Scalpellino. Y ahora si me disculpa, debo proseguir con mis tareas.

    — Sólo una pregunta más antes de que se marche, señor Valdemaro. ¿Por qué tanto afán por la limpieza en el escenario de un crimen? Comprenderá, seguro, que preservar las pruebas es vital para la investigación…

    Con un tono neutral, aunque yo creí atisbar un atisbo de condescendencia, Alfredo Valdemaro respondió:

    — La escena del crimen no se ha limpiado. Di órdenes de mantener el garage tal y como estaba, y le aseguro que se han cumplido.

    — Disculpe, me refería al resto de la casa… — intenté aclarar. Arqueando una ceja, pero sin perder la postura, contestó sin dejarme terminar:

    — Soy el mayordomo, y me gusta tener la casa limpia.

    Y con eso, amable pero firme, me hizo salir de la habitación. Se me estaban acabando los sospechosos, pero ya me había formado una idea… no de lo que ocurrió la noche del crimen, para eso todavía me faltaban datos, sino de lo que estaba ocurriendo ahora mismo. No me hacía gracia lo que veía, pero tenía que terminar el trabajo, así que, tras añadir otra marca, acudí a mi siguiente reunión.

    * * *

    Antonio Pesci era el abogado y mano derecha de Giancarlo Rosano. Era un hombre alto cual torre y seco cual bacalao, algo que ya me había quedado claro cuando nos dió a firmar el acuerdo de confidencialidad. Apenas era tres años mayor que el señor Rosano, y sin embargo aparentaba incluso menos edad que éste. El señor Rosano nos había dejado a solas en su despacho. Pesci carraspeó y comenzó a hablar, sin esperar a que hubiese sacado mi libreta.

    — El señor Rosano y yo estuvimos reunidos toda la noche antes de los disparos. Respondo totalmente de su inocencia. Sus negocios no están yendo tan bien como deberían desde hace una temporada, y yo estoy convencido de que su contable, el señor Cappuccio, le ha estado robando dinero. Por eso estuvimos reunidos: teníamos que estudiar cada transacción, cada documento, cada mínimo indicio que pudiera conducir a descubrir la verdad.

    » Nuestra única distracción fue una visita de la señorita María Teresa, que vino a abrazar a su padre y luego se fue. Cuando salió por la puerta, pude entrever al señor Cappuccio en el pasillo… Creo que había estado escuchando toda nuestra reunión.

    » Diez minutos después escuchamos los disparos. El señor Rosano quiso ir en persona a ver lo que había ocurrido, pero yo le dije que se encargase de su familia primero, que yo me ocupaba. Recorrí el vestíbulo entero para salir de la casa y buscar el origen de los disparos, y le diré que el señor Cappuccio no se encontraba en su despacho en ese momento. Pero no tenía tiempo para juzgarle, alguien había disparado en esta hacienda, así que corrí a averiguar lo que había ocurrido.

    » Salí por la puerta principal, seguí el olor a pólvora y encontré los cadáveres en el garaje, el arma abandonada en el suelo y al señor Scalpellino en shock. Luca y Aldo eran dos simples mandados, pero todas las operaciones de negocios del señor Rosano acababan pasando por ellos de una forma u otra, así que estoy seguro de que quien los asesinara quería ocultar algo que ellos supieran.

    » Cuando Alfredo se presentó, lo dejé con Scalpellino y fui a buscar al señor Rosano. Acababa de dejar a su familia en lugar seguro y le pedí que me acompañara mientras le explicaba lo sucedido. Entonces el señor Rosano ordenó que Scalpellino y Breccia nos acompañaran, dejó a Alfredo en la cocina y nos pusimos a registrar la casa.

    » No encontramos nada fuera de lugar. Ni tan siquiera al señor Cappuccio, que esta vez sí se encontraba en su puesto, aunque empapado en sudor. Tampoco logramos dar con la bolsa.

    » Y ahora que saben lo que yo sé, por favor dejen de perder el tiempo. Cappuccio es sin duda alguna su hombre. Aún no hemos podido dar sepultura a Luca y Aldo, y con el Protocolo de Seguridad activado, no hemos podido traer a un sacerdote para oficiar un funeral digno. Esto tiene que quedar resuelto cuanto antes.

    Tomé debida nota de todo cuanto el señor Pesci tenía que decir, y asentí formalmente ante su último desplante. Pero lo cierto es que en mis notas ya iba haciendo acotaciones al pie de cada página. Tratando de contener mi frustración, me despedí del abogado, y acudí a mi última reunión.

    * * *

    Roberto Cappuccio era un hombre de treinta y cinco años, pero aparentaba bastantes menos. Bien peinado, correctamente vestido, este hombrecillo de mediana estatura me miraba por encima de sus gafas sin montura. Claramente estaba incómodo, pero más que por mi presencia, parecía que era por la situación: quería estar trabajando. No obstante, sabía que teníamos que zanjar este tema cuanto antes, así que me ofreció asiento en su despacho y comenzó a hablar antes de que me sentara.

    — Estuve aquí toda la noche, cuadrando cuentas. Algo no va bien en los negocios del señor Rosano, tenemos menos dinero del que ingresamos, y quería averiguar dónde estaba yendo a parar. Así que sí, estuve bastante rato al teléfono hablando con proveedores, contratistas, incluso algún cliente. Seguro que pueden comprobar esas llamadas. Todo aquello fue un callejón sin salida, pero les diré lo que sí que encontré: gastos personales de la señorita María Teresa disfrazados como gastos de empresa. Me apunté consultarlo con Luca y Aldo, que normalmente le hacían de chóferes. Pero claro, ya comprenderán que no he podido hacerlo.

    » Cuando sonaron los disparos, yo me quedé en mi posición. ¿Qué iba a hacer un contable en esta situación salvo estorbar? Pero le diré que después de aquello me concentré más en lo que ocurría a mi alrededor que en los números. Puedo decirle, por ejemplo, que dos personas salieron del despacho del señor Rosano y se separaron a medio camino. Puedo contarle que, cuando todo el mundo corría en dirección a la salida, pude ver con total claridad a la hija del señor Rosano corriendo en dirección contraria. Puedo contarle que dos personas más fueron en esa misma dirección después.

    » Al poco pasó el señor Rosano, acompañado por el señor Pesci y sus dos lacayos, Scalpellino y Breccia. Perdón por lo de lacayos, pero yo llevo las cuentas de esta familia y todavía no me ha quedado claro exactamente por qué se les paga un sueldo. Me reporté debidamente cuando pasaron frente a mi puerta, pero decidí no interponerme en su camino. A quien sí que pude ver, con bastante claridad, es a Estela. La criada, ya saben. Somos amigos de la infancia, y después de ocurrir todo esto vino a verme para saber si estaba bien. Es una buena chica, me da igual lo que puedan decir de ella. Y en esta casa la explotan. ¿Han visto el uniforme que la obligan a vestir? Luego todavía le dicen que trabaja muy lento, pero yo pregunto: ¿acaso alguien con unos tacones de quince centímetros y minifalda con enaguas puede correr mucho?

    » En fin. Poco más puedo contarle, la verdad. Como le digo, estuve aquí trabajando toda la noche. Pregunten a Estela, al señor Rosano o a cualquiera de los que le acompañaban, tengo testigos. Pero si fuera apostador, y lo más parecido que hago es invertir en bolsa, le diría que creo que el asesinato fue para silenciar a Luca y a Aldo. Y ahora mismo, la única persona que conozco en esta casa que podría querer silenciarlos es la señorita María Teresa. Pero claro… Esas son apuestas muy elevadas.

    Cappuccio se levantó de su asiento dando la reunión por terminada, así que le di las gracias por su tiempo, guardé la libreta y el bolígrafo, y salí de la habitación tratando de no dar un portazo para desahogarme.

    * * *

    Di una vuelta rápida a la casa en busca de un lugar discreto donde nadie me molestara, y terminé encerrándome en el aseo de invitados. Necesitaba repasar mis notas. Nueve testimonios, y sólo había llegado a hacer cuatro preguntas… creo que era un nuevo récord. Releí las declaraciones, y tiré la libreta contra la pared. Menuda tomadura de pelo. Respiré hondo, recogí la libreta, confirmé mis sospechas, suspiré, y llamé a Jack.

    — Esto va a ser muy difícil. — expliqué — Acabo de hablar con todos los sospechosos.

    —¿Y bien?

    —Todos mienten. No hay ni una sola historia que se corresponda con las demás.

  127. Jack Ryder dice:

    … Este caso no hace más que mejorar ¬¬ Bien, equipo, no sé vosotros pero yo al menos contaba con los testimonios para empezar a arrojar luz sobre todo esto. ¿Vuestras impresiones?

    Maureen, respondo a tu pregunta, que si no se me olvida: los coches son a escala, y apuntamos el vestidor de María Teresa a la lista.

  128. Jack Ryder dice:

    Informe de Declaraciones y Testimonios colgado en la Sala de Archivos para que lo tengáis a mano. Voy a pedir una aspirina… Buen trabajo, Parmacenda (¿te traigo otra?)

  129. A mí me quedan, sobre todo, dos cosas claras:
    -A Maria Teresa NO LE GUSTA NADA la criada, Estela. Dice que «fueron» amigas, y que ya no. ¿Robo de plata? ¿Y por qué no hizo que la echaran? ¿No pudo demostrarlo?

    -Curiosamente, la bolsa apareció en la cama de Estela. Mujer que, como bien dice el contable, no puede correr mucho con los taconazos y que, de haber llevado la bolsa por la casa, habría sido vista cuanto menos.

  130. Porcier, y digo sobre todo, pero hay más cosas que no me cuadran. Todos los testimonios contradicen en algo el testimonio anterior, pero el que más me chirría es el de Piero, el cocinero. Dice que Paolo no estaba en su lugar varias veces, y luego trata de incriminarlo diciendo que «les debía dinero» a los asesinados. Pero los testimonios de los demás y el suyo propio dicen que Paolo no se movió de su puesto en toda la noche. El que sí se movió, según el mayordomo, fue Piero, que no estaba en la cocina en el momento de los disparos y que, poco después, parecía estar escondido bajo la mesa.

  131. Jack Ryder dice:

    Me temo que coincido contigo, Rizos. Y digo «Me temo», porque el mismo argumento que das para señalar a María Teresa como sospechosa también nos recuerda que no nos basta con eso.

    Pensemos en lo siguiente: sabemos que María Teresa tenía algo contra Estela, pero no sabemos qué es lo que tiene ni si mataría por ello. Vamos a partir del supuesto de que sí: aún así no sabríamos cómo lo hizo. Según nuestra reconstrucción hasta el momento, el asesino soltó el arma en la escena del crimen y volvió a entrar por la cocina, de momento sólo tenemos esto, pero eso nos sigue dejando con que tuvo que llegar hasta la escena del crimen con el arma a cuestas. Y como tú misma has dicho, si la doncella se hubiera recorrido la casa con la bolsa, la habrían visto; imagínate si María Teresa hace lo propio antes del asesinato, cuando no hay tanto caos por los pasillos, pero cargando con una Tommy.

    No, veo tu razonamiento y por ahora lo veo bastante probable, pero tenemso que estar seguros. Necesitamos reconstruir la escena con la mayor precisión posible. Como tú misma también has dicho, los testimonios se contradicen de mala manera, así que necesitamos descubrir no ya quién miente (que sería lo normal en uno de nuestros casos), sino qué hay de cierto en toda esta sarta de mentiras.

  132. Jack Ryder dice:

    Ahora que lo dices… María Teresa pone un cierto esfuerzo en incriminar a Estela, sí, pero Piero también hace lo propio con Paolo. ¿Os dice esto algo?

  133. Añado algo más: ¿se sabe ya qué era lo rosa que tenía la bolsa? ¿Podría ser esmalte de uñas?

    Y sí, es cierto que ella habría sido vista llevando la Tommy, pero nadie dijo que trabajara sola…

  134. Por cierto, y perdonad si este dato ya se ha aclarado y no me he enterado bien: ¿no tenía Maria Teresa una hermana? ¿Dónde está? ¿No tiene ni siquiera un dormitorio en la mansión? ¿Por qué nadie habla de ella?
    Y perdonad si estoy paranoica, pero lo de las marcas de huellas de los zapatos con extraña presión en la cocina dan a entender que los estaba calzando alguien con una talla de pie mucho menor. Una mujer, por ejemplo.
    Aquí está claro que hay mujeres malas, como la vida misma xDDD

  135. Jack Ryder dice:

    Según el informe de Documentación, la hermana mayor de María Teresa, Lisa, vive en Estados Unidos, donde se está doctorando en medicina y se casará en breve. Supongo que por eso nadie la menciona: no es que esté fuera de la ecuación, es que está fuera del continente.

  136. Ah, si, perdón, ya recuerdo. Aún así, que no haya en toda la mansión nada que haga referencia a ella: otro dormitorio, fotos, etc, me parece un poco raro. Cuando yo me fui de casa mis padres dejaron mi dormitorio tal y como estaba, para cuando volvía en vacaciones. ¿Compartía dormitorio con Maria Teresa?

  137. Jack Ryder dice:

    Lo preguntaré a ver. De todas formas, algo de constancia sí que hay (el cuadro en el despacho del señor Rosano).

  138. Parmacenda dice:

    Jack, gracias por la aspirina, pero no me hace falta ahora mismo. Lo que más me gustaría sería olvidarme del informe durante un rato… cada vez que me cruzo con alguien de la Hacienda Rosano, tengo la impresión de que me miran con suficiencia, como si se rieran de mi.

    En cuanto a las incriminaciones cruzadas… Yo había pensado que las incriminaciones de María Teresa y Piero podían deberse a celos. Es teorizar sin pruebas, claro, pero si Piero ahora estuviese en una relación con Estela, y Maria Teresa con Paolo, sería posible que cada uno tratase de deshacerse de aquella persona que ahora sale con su ex.

    Claro que viendo el odio que el mayordomo le tiene a Piero, que Pesci nos asegura que Cappuccio es nuestro hombre, y este nos señala a María Teresa como responsable, mientras que Paolo afirma que la señora Rosano no estaba en la casa sino corriendo por los terrenos… yo mismo afirmo que mi teoría no tiene nada que la sostenga.

  139. Mauser Still dice:

    Lo que me va a llevar cotejar todo esto, madre mia…..
    Pero para empezar: ¿En toda la casa, el timbre de la Verja principal solo suena en la cocina?

  140. Mauser Still dice:

    ¿Qué es lo primero que dijo Rosano?:

    «Tenga por seguro, caballero, que nadie en esta casa va a estar más interesado en que esto se resuelva que yo.»

    Creo que él ya se lo esperaba, y que el Capo no controla la familia tanto como parece

  141. maureen1978 dice:

    Tras una primera lectura, me chirrían dos cosas (bueno, alguna más, pero quiero repasarlo antes de decir algo):
    – ¿Qué pasa con la señora de la casa? Según su marido, ya no estaba cantando, según ella y otros sí, según no sé quién, estaba en el atrio cargando con algo pesado… parece que estaba en todas partes a la vez.
    – A ver, si Estela es lesbiana, ¿puede ser que se le insinuara a María Teresa la temporada que salieron juntas, que a ésta no le gustara y que por eso se rompiera la relación? O tal vez Mª Teresa es bisexual, salió con Estela, rompieron, y por eso ahora no la aguanta.

  142. Lo que está claro es que aquí todos vemos algún tipo de motivo «pasional» para el asesinato, y hemos descartado el negocio turbio de don Rosano xD

  143. Mauser Still dice:

    Parece que el único testimonio fiable es el de Giancarlo Rosano. Al fin y al cabo nos llamó él, pero ignora muchas cosas. Ahora bien: no creo que su afirmación de que el piano haya cesado chirrie con nada en sí misma. Él considera que el piano paró a causa de los disparos, lo que tiene lógica.

    ¿Interferíría la música en la capacidad de Rosano para oir a la gente moverse por la casa?

  144. maureen1978 dice:

    A mí no me cuadra nada el testimonio de la hija. Dice que fue a abrazar a su padre al despacho (según este, media hora antes de los disparos; según Pesci, diez minutos antes), luego fue a dar una vuelta por la casa y cuando sonaron los disparos iba hacia su habitación. Enseguida se dirigió al despacho, pero YA NO HABÍA NADIE. Según el plano de la casa, su habitación está al lado del despacho de su padre, por lo que debería haberles visto salir, porque ella estaba o bien en el vestíbulo (donde no la vio nadie) o bien en el pasillo que llevaba a su habitación, donde, como ya digo, debería haber visto salir a Rosano y Pesci del despacho.
    Vaya, qué lío, no sé si me he explicado muy bien, pero espero que quede claro lo que quiero decir.

  145. maureen1978 dice:

    Además, ella dice que se cruza con Alfredo en el pasillo y que él la saluda, pero él no dice nada de haberla visto a ella.

  146. Mauser Still dice:

    Y Alfredo afirma que estaba en la habitación de Teresa, mientras que la Señora dice que salía de la cocina frotándose las manos.

    ¿Y qué hay de esa persona a la que, según Rosano, su mujer estaba intentando dar órdenes mientras «se apresuraba por el vestíbulo»?

    Si quiere decir que corría, no puede referirse a Alfredo. Tampoco es La criada, porque estaba tras él en el pasillo y no podía correr mucho con los tacones

  147. maureen1978 dice:

    Es cierto. Veamos, esa persona no puede ser Rosano, obviamente, ni la propia Carla, ni María Teresa (que se supone que está en la habitación), ni Piero (que ha salido hacia el garaje por la puerta de la cocina), ni Paolo (que no se ha movido de la garita), ni Alfredo, ni Estela. Me quedan Capuccio (que en teoría no se ha movido de su despacho) o Pesci (que salió antes que Rosano por el vestíbulo hacia el garaje)…
    Parece que sobra gente en esa casa, ¿no?

  148. Profesor Boniatus dice:

    Mmmmmmmmm, deberiamos dar el testimonio de Rosano como cierto?… Si es asi, deberiamos tomar como base el suyo para empezar a encontrar incongruencias…

  149. Mauser Still dice:

    Creo que el testimonio de Rosano puede incluir omisiones, pero no mentiras. Y probablemente no omisiones muy flagrantes.

  150. Mauser Still dice:

    En su perfil ya dice que es un hombre de palabra, y eso no se dice de nadie más en toda la casa.

  151. Nicolás dice:

    Hago una brevísima anotación que no sé a dónde conducirá y me retiro. La experiencia demuestra que quien miente siempre tiene algo que ocultar, y a menos que esto sea Asesino en el Orient Express, creo que hay muchas más cosas que ocultar que el doble homicidio y el robo. Pero a pesar de que no le hayan dejado formular preguntas a Parmacenda, vemos que han hablado demasiado; y cuando alguien habla demasiado es cuando cometen un error. Deberíamos ponernos manos a la obra, compañeros, y ver cuáles son los factores comunes en los testimonios. Por mucho que se mienta, debe haber una base común que cada cual altere. Debemos aislar esa base que es común a todos los testimonios y cotejarla con las pruebas que sí que tenemos (las personas mienten, las pruebas no).
    Y ahora una digresión: tenemos algunas sustancias que podemos ver si se corresponden con la sustancia que encontró Boniatos en la bolsa. Léase un medicamento extraño que se echó a perder, léase un relleno de buñuelos en la habitación de la “Maria Teresa”, los spaguettis a la bolognesa, el esmalte de uñas (posible).
    Y nada más, asuntos de carácter urgente me reclaman de forma… ehm… ¿urgente? 😛
    ¡Buena caza, compañeros!

  152. maureen1978 dice:

    A ver, si el asesino entró por la cocina, Piero tuvo que verle, porque parece que éste estuvo en la cocina preparando la cena, según diversos testigos, y cuando se oyeron los disparos, salió inmediatamente por la puerta de la cocina hacia el atrio. Así, el asesino va por allí, Piero le ve pero no dice nada, el asesino entra en la cocina y se mete debajo de la mesa al ver venir a Alfredo, éste sale hacia el atrio, y el asesino aprovecha para salir de la cocina hacia el vestíbulo, por lo que cuando Alfredo vuelve a comprobar si hay alguien bajo la mesa, ya no ve a nadie.
    Hasta arriba, lo que tuvo que pasar si el asesino se escapó por la cocina (pudo entrar por la puerta principal, luego pensaré en esa opción). Lo que sigue, ya es una conjetura mía: creo que a quien podría encubrir Piero es a María Teresa, de la que me da la sensación que seguía enamorado.
    Es pura teoría, pero es que es de la que menos me cuadra la coartada, sinceramente.

  153. Mauser Still dice:

    No veo tan claro que MAria Teresa encubra a Piero, como que Piero encubra a Maria Teresa.

    Ahora bien: dado el caracter de las huellas que encontramos de camino a la cocina, empiezo a pensar que no eran del asesino, sino de Alfredo, que es el único con cojera en la casa.
    Además, está mayor, y seguramente a las 8 de la tarde había poca luz fuera: pudo pisar accidentalmente la sangre y dejarla todo el camino de vuelta a la cocina.
    Eso, claro, si no lo hizo adrede: al fin y al cabo el felpudo estaba lleno de manchas.

  154. Jack Ryder dice:

    Vamos a intentar poner aquí un poco de orden.

    De momento os he visto buscar mentiras e incongruencias en los testimonios de nuestros sospechosos; esto nos sería muy útil en un caso normal, la verdad, pero esta vez no va a servirnos de mucho porque, como bien nos ha dicho Parmacenda, todos mienten. Luego aquí no buscamos al mentiroso, aquí buscamos la verdadera historia. Para ello, recomiendo seguir la idea de Nicolás: toda mentira forjada para ser creíble tiene que tener una base de verdad. Si encontramos los elementos compartidos entre estas historias, deberíamos poder sacar la verdadera historia.

    Como bien ha observado el Profesor Boniatus, el testimonio de Rosano debería ser tomado por verdadero, ya que es el único que no tiene un interés en ocultarnos la verdad. Eso, naturalmente, no significa que debamos considerar esta verdad como absoluta: Rosano no lo sabe todo, o nosotros no estaríamos aquí.

    La Rizos ha hecho un apunte interesante: hemos descartado todos el negocio de Rosano como móvil para volcarnos de golpe en algún tipo de crimen pasional. Y si digo que es un apunte interesante es, precisamente, por lo que implica: lo que unos pudieran tener contra otros para tirarse acusaciones a la cabeza podría darnos un móvil. Pero ¿quién tenía el medio? ¿Quién tenía la oportunidad?

    De momento tenemos un primer intento de determinar esto. Maureen ha hecho una reconstrucción de los hechos en base a los testimonios de Piero y Alfredo, que yo vea ahora mismo, y no sé si a alguno más (si pudieras concretarlo un poco más, Maureen, te lo agradecería). Una reconstrucción que tiene en consideración elementos comunes de más de un testimonio, pero (esto tengo que decirlo también, lo siento) con dos puntos que por ahora son imposibles de probar: la implicación de Piero y la sospechosa. Con todo, creo que el camino que ella ha empezado a seguir podría ser el correcto.

    Mauser, curiosa observación. Hasta ahora hemos asumido que las pisadas fuesen del asesino, tú planteas que pudiera haberlas dejado cualquiera de los que estuvieron en el garaje después del asesinato (Alfredo en particular, por la extraña forma de pisar). Esto nos abre una posibilidad que no habíamos contemplado, así que vamos a intentar acotarlo: ¿hay algo que nos ayude a determinar si las pisadas las dejó el asesino tras su crimen o cualquiera de los demás mientras investigaban?

    Vamos a ponernos las pilas en serio, equipo. Da igual cuántas mentiras nos digan, siempre tiene que existir una verdad.

  155. Parmacenda dice:

    Lo de comprobar las huellas puede ser complicado… Sólo se me ocurren 3 posibilidades para que alguien se meta debajo de la mesa y deje esas huellas:
    1. Alguien se cubrió cuando sonaron los disparos.
    2. Alguien se escondió para no ser descubierto.
    3. Alguien se metió debajo para buscar la bolsa.

    La primera posibilidad se puede descartar. Si mal no recuerdo, la huella tenía restos de sangre, y por tanto llegó allí después de los disparos.

    La tercera posibilidad es factible, pero en ese caso es extraño que se ocultasen las otras huellas con la alfombrilla: si se dejaron durante la búsqueda con el grupo, habría sido más lógico limpiar dichas huellas, en lugar de intentar ocultarlas nada más.

    Eso deja la segunda posibilidad, en cuyo caso esas huellas serían efectivamente las del asesino… o por lo menos de alguien que sin duda alguna no estaba donde debía estar.

    En cuanto a las huellas del atrio, supongo que compararlas con las de la cocina, que deberían estar más claras, podría indicar si pertenecen a la misma persona o no.

    La verdad es que no sé si ayuda esto en algo, ahora que ya lo he escrito 🙂

  156. Jack Ryder dice:

    Sí que puede ser de ayuda, Parmacenda. Celdelnord se encargará de cotejar esas huellas, a ver si se corresponden. Como dices, yo también descarto la primera opción, y aunque la tercera es viable, la segunda parece más probable.

  157. maureen1978 dice:

    Veamos:
    – Piero dice que estuvo en la cocina antes del asesinato. Le vieron tanto Alfredo como Mª Teresa.
    – Cuando se oyen los disparos, Piero sale enseguida por la puerta de la cocina y va al garaje. Es el primero que llega al lugar del crimen, pues el siguiente en llegar es Pesci, que confirma que Piero estaba ya allí. Paolo también confirma que Piero llegó el primero, seguido de cerca por Pesci.
    – Alfredo se dirige al garaje por la cocina, pero a su ritmo, y llega después que Piero y Alfredo. Esto lo dice él y lo confirman tanto Pesci como Piero y Paolo.
    Mi tesis es entonces, que si el asesino se escapó por la cocina, tuvo que cruzarse con Piero, por lo que éste tuvo que verle. Así que Piero debe estar encubriendo al asesino.
    El asesino entró en la cocina antes de que Alfredo entrara en ella desde el pasillo y se metió debajo de la mesa (Mª Teresa es bajita, por lo que habría cabido mejor que otra gente). Alfredo va hacia la salida de la cocina y cree ver a alguien bajo la mesa. Sale y vuelve a entrar y cuando va a mirar, ya no hay nadie. Así, el asesino podría haber aprovechado el momento en que Alfredo no mira para irse.
    Así pues, creo que si el asesino huyó por la cocina, Piero le está encubriendo.
    Hay un par de cosas que no me cuadran.
    – Piero dice que salió al atrio a por tomates y se acercó al garaje, pero Paolo no le vio. O bien Paolo ha olvidado decirlo o no estaba en su puesto o bien Piero no salió al atrio (pero entonces, ¿para qué iba a decir que había salido?)
    – Paolo dice vio a la señora en el atrio, pero Piero no la vio salir desde la cocina. ¿Salió desde el vestíbulo? Y si la señora estaba en el atrio y entró en la cocina, ¿Piero no la vio?
    Creo que o bien Piero o bien Paolo están mintiendo con respecto a ese tema.

  158. Mauser Still dice:

    Bueno, creo que lo he preguntaod antes,k pero es importante:

    1.- ¿El timbre de la verja solo se oye desde la cocina?

    2.- Y más importante: Sabemos que Rosano tenía su llave del armero, porque dice que lo cerró con ella. ¿Cuantas más llaves del armero hay en la casa?

  159. Jack Ryder dice:

    Mauser, respondo a tus preguntas:

    1- No, el timbre de la verja no se oye sólo desde la cocina.
    2- Por lo que sabemos, sólo el señor Rosano dispone de llave.

  160. Hetty Callahan dice:

    Creo que esto no se ha comentado, si se ha hecho mil perdones por repetirme, pero me he leído todas las conjeturas de hoy y el informe de testimonios… y sigo sabiendo como me llamo de milagro, vaya follón.

    Bueno a lo que iba. Me he fijado que la señorita Teresa siempre lleva una cara esclava en su muñeca, de hecho, aparece en varias fotos con ella, incluidas en las que está en la playa. Por normal general las joyas van a juego con la ropa y el lugar donde vaya a ir una, excepto aquellas piezas que tienen un valor sentimental, estas suelen llevarse siempre, algunas veces hasta para dormir si lo permiten. ¿Quién le regaló esa pulsera? Sé que no tengo pruebas para decir que fue un amante quien lo hizo, pero es lo que más me cuadra. La otra opción es que fuese legada por un pariente que ya no está, lo que también justificaría el apego que le tiene y echaría mi teoría por tierra. Porque, si Teresa tiene secretos sobre los gastos que descuadran las cuentas de su padre, quien le regalara esa pulsera podría apretar el gatillo por ella. Jefe, sé que esta última parte todavía no tiene pruebas para sostenerse, pero creo que merece la pena indagar sobre la joya. ¿Quien lleva algo así a la playa a no ser que le tenga tanto aprecio que no quiera quitársela nunca?

  161. Si descartamos los asuntos de negocios como motivo del crímen, me asaltan dudas algo diferentes:
    -¿Quienes eran los dos hombres asesinados? ¿Podemos tener más datos sobre ellos? Desde cuando trabajaban con don Rosano, a qué se dedicaban exactamente y con quienes de los demás trabajadores de la mansión tenían más trato.
    Quizá entonces nos sea más sencillo atar cabos, porque hasta ahora hemos pasado mucho de esta información. 😛

  162. Hetty Callahan dice:

    Hasta ahora tenemos que las razones para el crimen son: el maletín y la muerte de los dos hombres de Rosano.

    En el primer caso, tiene poco sentido que devuelvan el maletín tal cual lo cogieron y en tan poco tiempo. A mí me parece más una distracción que otra cosa, porque gracias a que estuvieron buscando el maletín por toda la casa, el asesino pudo hacer lo que quisiera porque, en principio, nadie le prestaría atención con semejante histeria por encontrar los papeles.

    Los dos fallecidos eran algo así como los chicos de los recados. Si hacían de chófer y de varias cosas más podrían haber escuchado desde conversaciones por teléfono hasta saber los lugares que frecuentaban los Rosano, lo que incluye locales que Teresa no quiera que su padre sepa (por ejemplo). La primera idea que se me ocurre (que he comentado antes) es que alguno supiera demasiado sobre ella (u otra persona aunque ahora no se me ocurre quien podría ser) y por eso les silenciaran. Por otro lado están los celos, si alguno de ellos mantenía un romance con alguna de las mujeres de la casa, un ex celoso podría querer quitarlos de en medio.

    Pero lo que sí es seguro, es que quien fuese y por las razones que fuese debía conocer la existencia del maletín, para saber que si lo escondía durante el tiempo necesario tendría tiempo para ocultar sus huellas y hacer más dificultosa su captura.

  163. Hetty Callahan dice:

    Por cierto se me ha olvidado añadir una cosa, todos escuchan a la señora Rosano cantar y tocar el piano pero nadie la ve en la sala de música. Tampoco estaba tocando ninguna pieza especial, bien podría ser una grabación. Sabía que su marido no saldría en horas del despacho, así que no podría comprobar si tocaba o no, y si estaba segura que nadie pasaría por allí o que nadie tendría el valor de comentar nada a su marido podría estar campando a sus anchas mientras sonaba la música.

    Si tomamos como base la historia del señor Rosano, dijo que su mujer estaba dándole órdenes a alguien pero que no sabe quien era, nadie más comenta que le diera órdenes la señora en aquel instante. Ella dice que la encontró su marido en el pasillo y la llevó al dormitorio principal. Yo me preguntaría más que quien era esa persona, qué le estaba diciendo, porque tampoco lo sabemos, y podría ser importante. Pienso que pudo pillar a su hija y le dijo que se marchara para que su padre no la viera. De todos los que estaban en aquel momento por allí es la única que pudo salir corriendo, Alfredo no está para esos trotes, Estela podría partirse un tobillo si corre con semejantes zapatos, Piero en la cocina, el contable en su despacho, y Rosano y Pesci en el suyo. Y una madre intentaría esconder los pecados de sus cachorros.

  164. Lilly Christie dice:

    De acuerdo, ¿es mi imaginación, o cada uno de los implicados acusa a una persona distinta? Es decir, nadie parece repetirse en las acusaciones:

    Carla a Alfredo
    Maria Teresa a Esvela
    Esvela a Pesci
    Piero a Paolo
    Paolo a Carla
    Alfredo a Piero
    Pesci a Cappuccio
    Cappuccio a Maria Teresa

    Acojonante, ¿no?

    Otra cosa, no entiendo la diferencia que puede haber entre un patio y un atrio. Esa es sólo duda personal, pero me ha mosqueado que Piero tuviera que corregirse. Es decir, un patio es la parte trasera de la casa, ¿no?

  165. maureen1978 dice:

    Desvaríos mañaneros: ¿puede ser que la mancha de la bolsa de documentos sea salsa boloñesa? Siguiendo con mi tesis de que el asesino huyó por la cocina, pudo intentar deshacerse de la bolsa echándola en la olla de los espaguetis (supongo que la olla sería grande, si había espaguetis para 11 personas).

  166. En su declaración, Giancarlo Rosano dice que al revisar la casa encontraron que «todos los dormitorios estaban vacíos. También los cuartos de baño, el comedor, la biblioteca y la sala de trofeos.»

    ¿Cómo es que habla de la biblioteca y la sala de trofeos como habitaciones separadas? Papá Boniatos 😉 dijo que » la sala (de trofeos) también cumplía las funciones de biblioteca, y cada pared estaba forrada con libros y más libros»…

  167. Estoy trabajando en un resumen de las declaraciones de cada uno, revisando las coincidencias y discrepancias entre declaraciones, pero ahora tengo que salir por un par de horas, ¡No se os ocurra adelantarme! Jajaja, nada, cuando vuelva sigo analizando y comparto los que haya podido encontrar.

  168. Jack Ryder dice:

    Vayamos por partes.

    Hetty, la esclava es una herencia familiar, una joya legada por su abuela materna. No se conoce ninguna relación de las víctimas con ninguna de las mujeres de la casa. Sobre tu idea de la grabación, me vas a permitir una observación: para conseguir la suficiente calidad de audio como para que nadie notase que era sonido grabado se necesitaría un buen equipo de sonido con, sobre todo, unos buenos altavoces, y no se ha encontrado nada de eso en la Sala de Música, por lo que yo no lo veo probable.

    La Rizos, Aldo y Luca llevaban trabajando con los Rosano desde Sicilia. Se ve que solían jugar a las cartas con Paolo, con quien tenían bastante trato. También se trataban con Piero, aunque menos (piensa que Piero estuvo fuera de juego durante su estancia en la cárcel, mientras que Paolo seguía aquí).

    Lilly Christie, tienes razón, todo el mundo incrimina a alguien distinto en esta historia. Es casi como si quisieran aprovechar esta investigación para saldar viejas cuentas, ¿no? En cuanto a tu otra pregunta… a ver, básicamente un atrio es un patio pero dicho en fino, puede que el señor o la señora pongan mucho empeño en que sus hombres hablen correctamente y por eso Piero se corrigiera sobre la marcha; pero a modo de curiosidad, la única diferencia (y no concluyente y desde luego no obligatoria) entre un patio y un atrio es que, por lo general, un atrio tiene columnas. Como el de la Villa Rosano.

    Maureen, no tiene pinta de que la mancha de la bolsa fuese de salsa boloñesa. Piensa que esa salsa es mayormente tomate y carne picada, el resultado de esa mezcla sería rojo tirando a marrón, no rosáceo. De cualquier manera, cuando Celdelnord termine de examinar el residuo saldremos de dudas.

    Uriel, hablaré con Rosano para que me concrete ese punto, pero sí, lo cierto es que la Sala de Trofeos hacía las veces de biblioteca. Dado que las ha dicho seguidas (si tu cita es textual, quiero decir), puede que se refiriese a la «biblioteca/sala de trofeos», que por escrito es muy fácil decirlo así pero de viva voz no queda igual. De cualquier manera, lo concretaré con él.

  169. Tengo una pequeña petición, puesto que sólo queda un lugar de la casa en el que no hemos mirado, por si acaso: ¿podríamos ir a ver cómo es por dentro la garita de Paolo? Y ver si hay algo rosa pringoso, de paso.
    Puesto que se me ocurre que ya que Paolo parece ser el único que tenía verdaderos motivos para matar a las víctimas, pudo hacerlo en la garita, montar a las víctimas en el coche, llevarlos hasta el garaje y arrastrarlos fuera del coche, cosa que explicaría el sonido de «algo pesado arrastrándose por el suelo en el garaje» que escuchó Piero.
    Luego sólo tuvo que volver a su garita, y esperar.

  170. Jack Ryder dice:

    Se puede mirar, pero esto nos seguiría dejando con el tema de los disparos que se oyeron desde el garaje.

  171. Hetty Callahan dice:

    Después de darle muchas vueltas y a falta del informe que queda tengo la siguiente reconstrucción. Como siempre digo, en mi cabeza tiene sentido:

    María Teresa ha estado gastando más dinero del que debiera, acostumbrada al lujo se dio cuenta cuando las cuentas comenzaron a descuadrar. Los dos hombres de su padre que solían acompañarla a sus compras y sabían de sus excesos, incluso tal vez de algo más, pero como de esto no hay pruebas, no lo expongo. Podrían hablar con su padre y contarle lo que sabían. Eso sería su perdición, perdería la confianza de su padre, y quien sabe qué más. La primera manera que se le ocurrió para silenciarles era pagarles, pero ellos eran fieles a su padre, y seguramente le temerían más a él que a su pequeña hija. Así que el único camino que se le ocurrió a María Teresa para seguir siendo la princesa Rosano fue asesinar a los dos hombres. Lo más importante sería la puesta en escena, sobre todo algo lo bastante espectacular como para que ni se le pasara por la cabeza a nadie que ella fuera la culpable. Pudo saber del contenido del maletín en cualquier interrupción en una reunión de su padre para abrazarle. Cogió el arma, y con unos zapatos de hombre que le quedaran grandes, disparó y cogió el maletín. Aprovechando su tamaño se metió debajo de la mesa de la cocina, sabiendo, que Piero no la delataría porque todavía estaba enamorado de ella. Se cambió los zapatos y corrió al dormitorio de sus padres. En el camino se encontró con su madre, que al verla con el maletín le dijo algo, que bien pudo ser que escondiera el maletín antes de que alguien la viera o que se refugiara en el dormitorio hasta que ella llegara. Una vez en el dormitorio pudo dejar el maletín bajo la cama hasta que llegó su madre. Nadie habla que registraran el dormitorio principal, así que pudo quedarse allí hasta el día siguiente que apareció sobre la cama de la doncella. Persona a la que no le importaría María Teresa que inculparan. Como todo apuntaba a un hombre (el peso del arma, la huellas) nadie se fijaría en una mujer de aspecto menudo que además es la niña mimada del señor de la casa.

    Y por ahora no tengo más.

  172. Jack Ryder dice:

    No está mal. Vamos a ver qué podemos sacar de tu conjetura, Hetty.

    El móvil es difícil de probar. Algo me dice que, a menos que encontremos algo que señale directa e inequívocamente al motivo real del asesinato, tendremos que centrarnos en medio y oportunidad y esperar que el asesino confiese su móvil. A tu reconstrucción de los hechos de momento sólo le veo un punto débil, y sólo digo «débil» porque tampoco lo veo imposible: tu historia implica que dos personas supieran del crimen que se acababa de cometer y lleven guardando silencio desde entonces. No digo que sea imposible, ojo, pero citando a Benjamin Franklin, la única manera de que tres personas guarden un secreto es que dos estén muertas. ¿Es posible? Sí. ¿Es probable? Algo menos.

    Con todo, bien pensado lo de que se pudiera ocultar la bolsa bajo la mismísima cama del señor Rosano. Como bien dices, nadie ha dicho que se investigase el dormitorio principal, ya que allí es donde la familia del señor Rosano estaba escondida y protegida. Pero por más sentido que le vea, hay algo que me chirría: el Profesor Boniatus ha mirado expresamente debajo de la cama y sólo encontró dos pares de zapatillas. Ni rastro del residuo rosáceo.

    Lo dicho, le veo puntos débiles que hacen que tu teoría no se termine de sostener; pero sí que tiene potencial, desde luego. A ver si conseguimos sacar algo más que la confirme… mientras no, me temo que no puedo darla por válida.

  173. Hetty Callahan dice:

    Sobre la falta de residuo rosáceo bajo la cama (que se me ha olvidado explicar este punto con la emoción de tener una conjetura) es que el maletín se manchara en el trayecto hasta la habitación de Estela. A falta de saber qué es esa sustancia, pudo secarse mientras el maletín estuvo oculto pero en nuestro caso el residuo estaba fresco e incluso manchó la tela sobre la que lo dejaron. Por eso pienso que nuestra sustancia rosa desconocida pringó el maletín mientras este iba desde su escondite al cuarto de Estela.

  174. maureen1978 dice:

    Siguiendo con la hipótesis de Hetty, no hace falta que su madre supiera nada, si ella (o Piero) logró esconder el maletín antes de encontrarse con sus padres. Así, solamente ella y Piero estarían en el ajo.

  175. maureen1978 dice:

    O incluso, si hay alguna entrada secreta al dormitorio/baño/vestidor de sus padres desde el atrio, no hace falta que nadie más que ella supiera lo del asesinato.
    Aunque Piero la habría visto igual, porque salió de la cocina enseguida…
    Parece que en caso de que fuera Mª Teresa la asesina, Piero tiene que estar involucrado de alguna manera, ¿no?
    Paolo dice que desde la garita vio a la señora de la casa, primero ir hacia el garaje y tras los disparos, volver a la casa. ¿Podría ser Mª Teresa, disfrazada? ¿A qué distancia está la garita? ¿Se distingue bien a la gente del atrio desde allí?

  176. maureen1978 dice:

    Hechos antes del asesinato (¿confirmados por estar de acuerdo más de una persona?):
    – Rosano y Pesci se reúnen en el despacho de Rosano. Allí permanecen hasta que suenan los disparos.
    – Carla Auditore está en la Sala de Música, tocando el piano y cantando, hasta que se oyen los disparos (según dicen Rosano y Piero).
    – María Teresa va a abrazar a su padre (aunque hay discrepancia en las horas que dan éste y Pesci).
    – Estela limpia el comedor (la ven Mª Teresa y Alfredo).
    – Piero está en la cocina preparando pasta (lo ven Mª Teresa y Alfredo, que le echa la bronca).
    ¿Algo más que se pueda dar por verdad?

  177. Parmacenda dice:

    Uriel, me temo que me voy a adelantar un poco a tu resumen 🙂
    Yo lo he hecho un poco deprisa y corriendo, así que probablemente tu puedas ampliarlo y mejorarlo, pero para hacernos una primera idea puede servir. Y por lo que he visto, coincido con lo que ha dicho Maureen sobre antes de los disparos.

    Lo que he hecho ha sido una especie de cronología, haciendo suposiciones sobre las horas que no han sido especificadas. En cuanto a quien ha confirmado qué hechos, usaré estas abreviaturas entre paréntesis.

    Giancarlo Rosano – G
    Carla Auditore – A
    Mª Teresa Rosano – M
    Estela Arciere – E
    Piero Scalpellino – S
    Paolo Breccia – B
    Alfredo Valdemaro – V
    Antonio Pesci – P
    Roberto Cappuccio – C

    Ahora, los hechos confirmados por varias personas. Para las horas me baso en lo dicho por Rosano, con suposiciones por mi parte. Dadas las contradicciones, ninguna debe ser considerada como correcta.

    19:00
    – Rosano y Pesci se reunen en su despacho. (G, P)
    – Piero está en la cocina. (S, G, V)
    – Paolo está en la garita. (B, V)

    19:15
    – Carla Auditore empieza a tocar el piano. (G, A, S)

    19:30
    – Maria Teresa entra a saludar a su padre. (G, M, P)

    19:35
    – Estela está limpiando el comedor (E, M)

    19:40
    – Piero está cocinando en la cocina (P, M)

    19:45
    – Estela y Valdemaro hablan en el comedor (E, V).

    20:00
    – SUENAN LOS DISPAROS según Rosano
    – Rosano y Pesci están en el despacho (G, P)
    – Deja de sonar el piano (G, A)

    20:01
    – Pesci sugiere que Rosano vaya con su familia. (G, E, P, C)

    20:02
    – Rosano se cruza con Estela (G, E)

    20:03
    – Rosano recoge a su mujer frente a la sala de música (G, A)
    – María Teresa va corriendo al despacho de su padre (M, C)
    – Piero llega al garaje. (S, B, V, P)

    20:04
    – Pesci llega al garaje. (S, B, V, P)

    20:05
    – Rosano y esposa llegan al dormitorio, donde encuentran a María Teresa (G, A, M, P, C)
    – Según Estela, visita a Cappuccio en su despacho (E, C)
    – Valdemaro llega al garaje. (S, B, V, P)
    – Pesci se marcha a buscar a Rosano. (S, V, P)

    20:06
    – Pesci recoge a Rosano en el dormitorio. (P, G)

    20:07
    – María Teresa pide una copa. (M, A)

    20:08
    – Carla se marcha hacia la cocina. (M, A)

    20:10
    – Rosano y Pesci llegan al garaje, donde siguen Piero y Valdemaro esperando. (G, S, V, P)

    20:11
    – Rosano manda a Valdemaro a la cocina. (G, V, P)
    – Paolo viene de la garita. (G, S, B, P)

    20:12
    – Carla y Valdemaro hablan en la cocina. (A, V)
    – Comienza el registro de la casa en busca de la bolsa y el culpable. Realizado por Rosano, Pesci, Piero y Paolo. (G, E, S, B, V, P, C)

    20: 20?
    – Estela se encuentra con el grupo. (G, E)

    20:30?
    – Cappuccio está en su despacho cuando llega el grupo. (G, P, C)

    20:32?
    – Según Cappuccio, Estela le visita en el despacho. (E, C)

    Aparte de esta cronología de hechos teóricamente confirmados (quitando que Estela y Cappuccio no se ponen de acuerdo en cuando se reunen ambos, y que Cappuccio sugiere que el grupo le visita mucho antes), hay otros hechos que parecen estar confirmados también, aunque solamente una persona cuenta parte de la historia cada vez.

    Piero afirma que Valdemaro le regaña en algún momento (en mi cronología sería sobre las 19:35). María Teresa afirma ver a Valdemaro salir de la cocina (sobre las 19:40), lo que sería justo tras la discusión y cuando Valdemaro va de camino al comedor para hablar con Estela (que sucede a las 19:45)

    Y con eso dejo mi granito de arena en cuanto a los hechos que han sucedido. Si surgen dudas intentaré aclarar el porqué de mis decisiones, pero no sé si podré conectarme hoy de nuevo.

  178. Hercule Poirot dice:

    Vaya, menuda reconstrucción! Enhorabuena.
    A mi me gustaría aportar una idea, a lo mejor no es nada, pero es un detalle extraño. La señora Rosano dice que la copa que les sirve el mayordomo, con el paso de tan solo un rato, precipitó y quedo un poso en el fondo. Qué clase de bebida era? Eso no suele ser habitual. Se podría tener acceso a la copa? O, si no, una descripción más detallada de la sustancia.
    Estoy pensado que, si la conjetura anterior de la bolsa oculta bajo la cama de los Rosano fuera cierta, tenemos la bolsa y una sustancia extraña en la misma habitación. Podría ser el residuo rosa?

  179. Jack Ryder dice:

    Permite que te corrija, Hercule. Lo que llegó a sedimentar no era la copa que Alfredo sirvió a Carla, sino el medicamento que preparó primero para Rosano. Según su propio testimonio, fue a la cocina a prepararlo, le echó la bronca a Piero y luego se fue a dejar el vaso en el dormitorio principal.

    Mi enhorabuena, Parmacenda, has hecho un resumen bastante completo de lo que podemos decir que sabemos que ocurrió. Partiendo de esto… ¿qué ideas se os ocurren?

  180. Hetty Callahan dice:

    Pues lo único que se me ocurre ahora mismo es que María Teresa bien pudo ir al despacho de su padre y coger el arma después, así si se escuchaban sus pasos desde el despacho de éste sería algo normal. Además, quitando ese breve momento del abrazo, nadie más sabe de ella hasta que la encuentran en el dormitorio principal.

  181. maureen1978 dice:

    ¿Y si María Teresa aprovechó el abrazo a su padre para birlarle las llaves del armario de las armas? ¿Llevaba Rosano esas llaves encima?

  182. Jack Ryder dice:

    Según el testimonio de Rosano, antes de empezar a registrar la casa cerró con llave el armero, luego sí, cabe suponer que la llevaba encima. Pero también que la seguía llevando.

  183. maureen1978 dice:

    Estaba intentando razonar si Piero pudo ser el asesino, ya que fue el primero en llegar. El problema en ese caso, es que debió llevar el arma y el cuchillo de cocina (lo tenía en la mano en el garaje, según dice Alfredo), matar a los dos y después deshacerse del arma y de la bolsa en un momento. No parece muy factible, salvo que tuviera un cómplice que recogiera las dos cosas mientras él se quedaba ahí. Me parece un poco lioso por su parte haber cometido el crimen. ¿Qué os parece?

  184. maureen1978 dice:

    Ya, pero alguien tuvo que abrir el armario con la llave, y si sólo había esa copia…
    Mª Teresa se las pudo quitar en el despacho y devolvérselas (sin que Rosano se diera cuenta) cuando se abrazó a sus padres en la habitación. Vale, eso requiere suponer que la muchacha era una ladrona muy buena para que su padre no se diera cuenta, pero yo qué sé…
    Ay, ahora estoy pensando que con lo pequeñita que es, tal vez no podría con el arma del crimen.

  185. Jack, Maureen… María Teresa volvió a abrazar a su padre (en el dormitorio principal, cuando éste llega con su mujer), antes de que Giancarlo fuera a cerrar el armero. Vale que apenas sí cuadrarían los tiempos, pero poder, pudo.

  186. Hetty Callahan dice:

    Me parece una idea bastante buena eso de que se las quitara y luego se las devolviera…
    Aunque también cabe la posibilidad de que si lo tenía más o menos pensado, le quitara las llaves algún día a su padre y les hiciera una copia.

  187. Jack Ryder dice:

    Maureen, Uriel, creo que casi tenemos algo. Si la llave de Rosano es la única copia, entonces María Teresa tuvo la oportunidad de hacerse con ella y de devolverla a su lugar. Pero por desgracia no es concluyente: como sugiere Hetty, no sabemos si en todo este tiempo alguien ha hecho una copia de esa llave. Necesitamos algo más, algo que nos permita confirmar o descartar sospechosos de forma concluyente.

    Aún nos quedan unos cuantos cabos sueltos: qué ocurrió realmente con la bolsa desde el robo hasta que Boniatus la encontró; a qué responden las pisadas ensangrentadas; cómo se las arregló el asesino para llegar al garaje sin llamar la atención; qué hay en la caja fuerte del contable. Quizás esclarecer alguno de estos puntos nos ayude a concretar quién es el asesino.

  188. Hetty Callahan dice:

    Sería bastante lógico que hubiese un pasillo secreto que conectase el dormitorio del señor Rosano con el garaje. Si, como creo, Teresa fue a asegurarse que su padre iba a estar ocupado, pudo llegar hasta el garaje por ese pasillo sin que nadie la viese, el camino desde el despacho de su padre hasta el dormitorio estaría despejado. Sobre las huellas, sigo pensando que, como se comentó anteriormente (por alguien de cuyo nombre no puedo acordarme), se puso unos zapatos/botas que le quedaban grandes y de ahí que las huellas sean tan raras.

    Con respecto a la caja fuerte, creo que deberíamos probar con la fecha 17051890, fecha de estreno de Cavalleria rusticana, si tan importante es para él es posible que lo usara para la contraseña. Todo sería probarlo. Sobre lo que hay en la caja, no tengo ni la más remota idea, la verdad.

  189. Mauser Still dice:

    Si, el estreno de cavalleria rusticana, tal como dije en su momento:

    Me he estado aguantando, pero una idea me ronda la cabeza hace dos dias, cuando se me ocurrio (y reconozco que no publiqué, ojo) que Maria Teresa podía haberle quitado las llaves del armero a Rosano en el primer abrazo, y haberlas devuelto en el segundo abrazo, que al parecer fue particularmente intenso (es más dificil volver aponer llaves que quitarlas)

    Lo que se me ocurrió repensandolo todo fue lo siguiente:

    PUEDE QUE CASI NADIE NOS ESTÉ MINTIENDO

    Lista de cosas:

    1.- La Sra. de Rosano empezó a tocar a las 19.15. O sea: que hay 15 minutos enteros de esa hora en los que no sabemos qué estaba haciendo

    2.- ASI QUE, por ejemplo, el testimonio de Paolo según el cual ella estaba paseando fuera podría ser cierto (habría que trucar el reloj de paolo, pero es un cabo)

    3.- MAria Teresa tiene una cohartada muy debil hasta que la encontraron en el dormitorio: solo «Estaba paseando por la casa»

    4.- Menos Scalpellino, todos coinciden en que Paolo estaba en su puesto. Pero Scalpellino oyó tres veces la campana de la puerta. Ese ruido podría haber sido algo distinto: Como por ejemplo, la pulsera de Maria Teresa, escondida bajo la mesa con la Tommy (tuvo una ventana de tiempo, recordemos, mientras Scapellino salía a por tomates)

    5.- Volviendo a la Sra. Rosano ¿Decidió ella pinchar con un palillo el sedimento? A ver: Ella dijo que el mayordomo salía de la cocina frotándose las manos PERO su marido no reconoció al mayordomo. Itam plus: afirmó que «se apresuraba» por el pasillo. Ademas, el MAyordomo declara que en ese momento estaba en el vestidor de Maria Teresa, y no iba a arriesgarse a mentir sabiendo que la señora podía situarle en otro lugar de la casa.
    A lo largo de su declaración, MAria Teresa dice muchas cosas significativas: Como que su marido la cogió del brazo para llevarla a su habitación (Eso, de hecho, se le escapó al sr. Rosano), habla de «sus tiempos del bel canto» (¿Es que lo ha dejado? ¿Porqué?) se indigna por tener que esquivar a las personas que corrian en el vestíbulo de su propia casa, o menciona una llamada de teléfono del mayordomo que nadie recuerda.
    Al recriminar al mayordomo, este le responde «y me dijo
    que tal y como estaban las cosas no podía espe
    rar que le oyese»

    «Me dijo que no podía esperar que LE oyese» ¿No suena raro, y más en medio de una llamada telefónica que nadie recuerda?
    Eso unido al hecho de que los sofás de la sala de música no se han movido hace mucho tiempo, a la forma en que el Sr Rosano ordenó a ambas mujeres que «Cuidaran la una de la otra» (cuando lo suyo hubiera sido pedir a la madre que cuidara a la hija, que era la más afectada, claramente) …
    me lleva a una pregunta que es MUY delicada para el sr. Rosano.

    CREO QUE LA SRA. DE ROSANO ES CIEGA, o al menos muy corta de vista

    Claro, me direis que necesito una prueba. ahí va

    ¿Porqué clavó la Sra d eRosano un palillo en la medicina?

    Lo que pretendía era agitar la medicina -que Alfredo debía dejar siempre en el mismo sitio- Solo por eso se explica que metiera el palillo en una medicina seca: no podía ver que el agua se había evaporado

  190. Hetty Callahan dice:

    Mil perdones Mauser, ni siquiera me acordaba que habías comentado lo de la fecha.

  191. Anonadada me dejas. Creo que tu teoría es muy interesante y que me parece fatal que después de la entrevista con ella, no se nos diera ese detalle xDDDD

    Y sí, yo no encuentro otra explicación que la del robo de las llaves para los efusivos abrazos de Maria Teresa a su padre.

    Bien, esto marcha 😀

  192. Mauser Still dice:

    Además, que con lo orgullosa que es la señora, no me extraña lo más mínimo que no quiera dar ese dato. Si se conoce la casa, sabe donde está todo, etc… podría ser que incluso el testimonio de Paolo sea cierto, y la señora saliera. Lo que no sé es para qué.
    PERO
    se me olvidaba: Scalpiero oyó el ruido de algo pesado arrastrándose en el patio: eso también podría coincidir con el tertimonio de Paolo de que ella había salido arrastrando algo.

    Lo que no alcanzo a suponer es el qué

  193. Parmacenda dice:

    Mauser, debo reconocer que si la señora Rosano es ciega, es capaz de disimularlo de una forma extraordinaria. A mi me ha engañado por completo, si fuese así.
    En cualquier caso, el agua de la medicina no se había evaporado, lo que había pasado era que los polvillos (en teoría disueltos en el agua) se habían apilado en el fondo, formando montañita. Creo que una persona ciega no habría podido ver eso, al igual que al mayordomo frotandose las manos… así que creo que realmente puede ver, que la mención del palillo era un ejemplo del asco que daba la montañita de medicina, y que el agarrar del brazo a la señora Rosano responde más a su temperamento que a otra cosa.

    En cuanto al robo de las llaves por parte de María Teresa… la verdad es que parece coincidir muy bien. Si efectivamente el señor Rosano es el único que tiene las llaves del armero, y nadie ha hecho copias, entonces ella es la que mejor oportunidad ha tenido. Pero entonces hay un hecho muy importante que no hemos contemplado. Y es que Pesci tiene que estar ayudando a María Teresa.
    En cuanto sonaron los disparos, el señor Rosano se lanzó hacia el origen de los mismos. María Teresa no habría tenido la ocasión de devolver las llaves si no fuese porque Pesci insistió y convenció al señor Rosano de reunirse con su familia antes de nada. Esto podría corroborar la versión de Estela relacionada con los malos tratos de Pesci: hasta que Rosano no se hubiese reunido con su hija, no podía permitir que le avisasen de que el armero estaba abierto.
    Pesci además es el único de todos los presentes que fue al garaje y se marchó de allí sólo. Es poco probable, pero pudo haber retirado la bolsa si el asesino no se la llevó
    Reconozco que es sólo una teoría, pero es bastante probable si suponemos que María Teresa no se la iba a jugar «a ver si puedo devolver las llaves luego o no».

    En cuanto a los hechos que conocemos, tenemos que:
    – A no ser que Rosano realmente quiera ocultar el crimen, él y Pesci tienen coartada para el momento del crimen.
    – Cappuccio es, en teoría, el que peor coartada tiene. Sin embargo puede proporcionar detalles sobre la gente que pasaba por el pasillo justo después de los disparos, corroborados por otros testimonios. Algo dificil de hacer si no hubiese estado en su despacho como decía, así que veo poco probable que realizase los disparos.
    – Todos recuerdan el piano sonando y a la Carla cantando, pero no sabemos realmente cuando paró. Es poco probable que ella sea culpable, pero si paró cinco minutos antes de los disparos, en teoría podría haber disparado.

    Y voy a parar aquí, que ahora mismo no se me ocurre más que pueda ayudar en relación a las coartadas.

  194. Parmacenda, no te sigo con respecto a lo de que Pesci fue y se marchó sólo del garage, y pudo haber escondido la bolsa… cuando Pesci llegó al garage Piero ya estaba allí, y Piero asegura no haber visto la bolsa. Además, llegó Alfredo antes de que se marchase Pesci, luego Alfredo también habría visto a Pesci con la bolsa.

    Con respecto a que María Teresa se arriesgase a no poder devolver las llaves, yo creo si no hubiese podido, con dejarlas en el dormitorio principal en cualquier sitio, podría haber disipado las sospechas (difícilmente su padre fuera a sospechar de ella, o estar seguro de dónde había dejado las llaves…)

  195. Jack, con respecto a las pisadas, se me ocurrió la idea de que no hubiese nadie que se escondiese bajo la mesa, sino simplemente escondiese allí las botas. Las botas llamarían mucho menos la atención, y si las usó alguien con pie pequeño (como ya se propuso, entonces nadie habría sido visto descalzo (algo que seguramente hubiese levantado sospechas).

  196. Otra cosa Parmacenda: Piero corrobora la versión de Carla Auditore, diciendo que los disparos suenan en mitad de un aria de la señora. Yo he asumido que con que 2 personas estén de acuerdo en algo, ese algo es cierto.

  197. Mauser Still dice:

    A ver: Con Pesci el lio que tengo es que, según la criada acababa de llegar cuando sonaron los disparos. Como no saliera un momento al baño y Rosano lo haya omitido….

    Respecto a los ojos de la Rosano, a ver:

    El sonido de frotar las manos podría haberlo oido, suponiendo que era Alfredo, porque recuerdo que hay una discordancia sobre donde estaba el MAyordomo en el momento de los disparos, y el Sr. Rosano no corrobora que él estuviese allí

    Reconozco que me he colado asumiendo que el agua de la medicina se había secado: pero me parece una observación extraña por parte de la sra. Rosano. Máxime cuando la medicina estaba preparada a las 19. horas más o menos, y el sr. Rosano tenía que tomársela después de cenar y antes de acostarse, especulo que entre las 21 y las 22. ¿Porqué se sorprende la sra. de que la medicina estuviera estancada? Si normalmente cenaban a las 8 y ese día se había retrasado por la reunión, la medicna normalmente se pasaba una hora allí posándose. Debe quedarse así todos los benditos días.

    Además, a juzgar por su despacho, al sr. Rosano no le gusta el exceso de iluminación, asi que la lámpara del dormitorio que no se enciende puede ser simplemente una cuestión de que no es menester cambiarle las bombillas si a la Sra. Rosano le va a dar igual

  198. Hetty Callahan dice:

    Si no se enciende la lampara del dormitorio principal porque a la señora Rosano le da igual (puesto que sería ciega) ¿por qué tiene una luz que se enciende con un sensor de movimiento en su vestidor?

  199. Parmacenda dice:

    Uriel, tienes razón. Reconozco que la mitad de mis conjeturas han surgido durante la noche, de forma que me he puesto a escribirlas antes de olvidarlas sin corroborarlas. Muchas gracias por corregirme.

    Lo de Pesci era porque es el único que va y vuelve del garaje. Supuse que, si Valdemaro y Piero estaban distraidos, podría haberse llevado la bolsa (el abogado con su bolsa / cartera no habría llamado la atención), pero no recordaba que Piero ya había confirmado que la bolsa no estaba a su llegada. Así que ignoremos eso.

    Y tampoco recordaba que Piero había mencionado el aria de Carla, me basaba en el recuerdo de Rosano nada más. En ese caso, Carla efectivamente tendría coartada para el momento de los disparos.

    Por lo tanto, actualmente parecen tener coartada:
    – Antonio Pesci (sólida)
    – Giancarlo Rosano (sólida)
    – Carla Auditore (bastante sólida)
    – Roberto Cappuccio (débil tirando a media)

    Sin embargo no estoy de acuerdo en lo de las llaves. Si hubiesen aparecido en el dormitorio, habiendo estado el armero abierto, nosotros habríamos sospechado inmediatamente de Carla o María Teresa, puesto que ellas eran las que estaban allí y podrían haberlas dejado. Rosano quizás hubiese admitido eso como excusa, nosotros no. Y si eres cómplice en un doble asesinato (y no digo ya si eres quien dispara) no te arriesgas con una tontería como esa, no?

    Ya digo que es sólo teoría, pero si suponemos que María Teresa robó las llaves y las devolvió, me parece excesiva casualidad que lo lograse gracias a Pesci si este no sabía nada.

  200. Se me había pasado por alto ese comentario sobre Pesci, Mauser… pero tal vez se pueda interpretar como que Rosano saliese el primero al pasillo, y que Pesci corriese tras él proponiéndole que primero se encargue de la familia… no sé.

  201. Vamos a ver, yo todavía estoy tratando de sacar algo en limpio de las declaraciones.

    Por lo pronto, me surgen 3 interrogantes:
    – Rosano dice que encuentra a su mujer fuera de la sala de música, intentando dar órdenes a alguien que se apresuraba por el vestíbulo ¿quién podría ser?

    – Al ir a buscar a Alfredo para pedirle una bebida para María Teresa, Carla dice que tuvo que esquivar gente corriendo en su propia casa. De nuevo, ¿quién era? ¿Estela? Con sus taconazos, no suela plausible. ¿El grupo completo de Rosano, Pesci, Piero y Paolo? De haber sido así, creo que Rosano no habría estado tan seguro al afirmar que tras el asesinato su mujer estaba en su dormitorio…

    – Estela afirma que al escuchar los disparos se asusta y entra de nuevo en la sala de trofeos, ¿con qué propósito? ¿Tomar un arma? No creo que quisiese hacerlo, eso la convertiría en sospechosa, lo mismo que simplement eestar allí con el armero abierto… entones, ¿por qué lo hizo?

  202. Jack Ryder dice:

    Bien, por suerte la teoría de Mauser era fácilmente comprobable. He ido a hablar con el señor Rosano acerca de una posible ceguera de su esposa, y me ha respondido con un contundente «No».

    Luego me ha preguntado qué nos ha llevado a pensar eso. Le he dado nuestras razones, y éstas han sido sus respuestas:

    1- Todos estaban muy nerviosos por los disparos. Es tan probable que Alfredo estuviese ahí y él no lo viera como que no estuviese y ella creyese que sí. En resumen, eso se lo atribuye a la tensión del momento.
    2- Cogió del brazo a su mujer porque sabía que, si no lo hacía, ella podía no hacerle caso y no seguirle a su habitación. Así que no fue ceguera, sino temperamento.
    3- Dejó la ópera tras algunos años de casados. Para ella, a la par que su pasión, siempre ha sido un hobby, y llegó un momento de su vida en el que decidió que no necesitaba invertir más tiempo en algo que en realidad no le reportaba nada.
    4- No estaba presente durante la discusión entre ella y Alfredo, por lo que no sabe lo que podría querer decir, pero tampoco ve nada de raro en lo de «no podía esperar que le oyese».
    5- Lo de que se cuidaran la una a la otra… sí, claramente María Teresa estaba más afectada que Carla, y por eso lo normal habría sido que Carla (la mayor y la madre) protegiera a su hija; pero Rosano lo dijo así para dar a su hija un propósito, para no hacerla sentir indefensa.
    6- Lo del palillo le ha desconcertado sobremanera: ¿quién, en una casa rica con su cubertería de plata, remueve una medicina con un palillo?

    Luego queda oficialmente descartado, Carla Auditore no es ciega ni corta de vista. Y os diré que a su esposo no le ha gustado esta idea… No porque la considere ofensiva, sino porque no ve hacia dónde queríamos ir a parar con ella, y le preocupa que tengamos un doble homicidio con robo entre manos y nos dediquemos a esto. Le he dicho que todas nuestras teorías obedecen siempre a un único fin (descubrir lo que ocurrió realmente) y que saber si uno de los testimonios estaba «adulterado» por una percepción diferente de la que no sabíamos nada, era menester que lo supiéramos. Con eso se ha quedado algo más tranquilo, pero insiste en que como no resolvamos este caso antes del día 12 estamos despedidos.

    No nos ha dicho nada que no sepamos, el 12 es cuando termina nuestro plazo estándar de dos semanas, pero comprenderéis que no le he discutido ese punto, así que… Manos a la obra, equipo, que no creo que nos falte tanto para descubrir la verdad de este caso.

  203. Mauser Still dice:

    Bueno: siendo así me voy a rumiar mis ganas de encerrar a Carla y a Alfredo en un cuarto estrecho hasta que se aclaren.

    Tacharé mis notas y volveré a empezar. 😦

    o mejor me esperaré a las pruebas físicas.

  204. celdelnord dice:

    ¡Buenas gente!

    Me ha costado, pero al fin lo tengo todo. Os dejo mi informe.

    INFORME PRUEBAS FÍSICAS

    Normalmente mi trabajo era de laboratorio. Desde mi ascenso, el trabajo de campo había sido más bien algo que le pasaba a los demás. Pero esta vez no tenía un laboratorio. Tenía que procesar las pruebas de un doble homicidio con robo, y no me quedaba otra que hacerlo desde la propia escena del crimen.

    Así que, para esta ocasión, volvía al campo de batalla. Dado que Boniatus había tenido que registrar toda la casa buscando el objeto del robo (y menuda casa, toda una mansión), acordamos que yo procesaría la escena del asesinato. Era lo más lógico, en realidad: todo lo que Boniatus pudiera encontrar en ella me sería remitido en circunstancias más convencionales, así que ¿por qué no?

    En fin. Ante mi tenía el coche contra el que tirotearon a las víctimas. El personal de la casa había marcado en el suelo, toscamente y de una forma bastante menos que precisa, la posición de los cadáveres, aunque el charco de sangre ya me había dado la pista de todas formas. Al lado descansaba el arma, una Thompson Global del 28. Busqué huellas dactilares: nada. Dado que parecía improbable que el asesino se hubiera entretenido en limpiarlas, parece que llevaba guantes.

    Basándome en la posición de los cuerpos y en dónde impactaron los disparos el asesino debía haber estado… a ver… Frente a la fuente de piedra, al parecer. Justo enfrente, donde calculaba que debía haber estado el asesino, había una rejilla muy ornamentada, con forma de cuarto de circunferencia, que servía como aliviadero para la fuente. El agua caía continuamente por él, así que si ahí pudo haber habido algún rastro alguna vez, sin duda el agua lo habría arrastrado. Con todo, traté de levantar la rejilla. Me calé unos guantes de látex y deslicé mis dedos por una acanaladura que quedaba entre el borde de la rejilla y el del agujero en el suelo. Pero la rejilla no cedió. Busqué tornillos: nada. Esa rejilla no había sido diseñada para ser de quita y pon.

    Miré a mi alrededor. El suelo había quedado rociado con casquillos. No me cabía demasiada duda, pero los comparé con el calibre del arma: coincidían. Me tumbé en el suelo para recoger y embolsar todos los casquillos que podía. Entonces alcé momentáneamente la mirada para buscar un punto de apoyo para incorporarme, y algo me llamó la atención: ¿también había impactos de bala en el techo?

    Me levanté de un salto y me pegué una carrera rápida por el garaje. El retrovisor izquierdo del siguiente coche estaba hecho pedazos. Agujeros de bala contra la pared. Dos balas habían impactado contra la puerta metálica del garaje, y eso que estaba levantada. Tres orificios en el asiento del conductor.

    ¿Contra quién estaban disparando? Está claro que en el garaje había dos personas, que esas dos personas murieron, que llevaban una bolsa consigo y que esa bolsa ha desaparecido, pero entonces… ¿por qué el resto de disparos? Hice una comprobación: salpicaduras de sangre en el lateral del coche. Volví a revisar los orificios de bala del resto del garaje: nada. No habían disparado contra nadie más, así que ¿qué había ocurrido aquí?

    Examiné el tambor del arma. Aún quedaban cinco balas. Todo apuntaba a que tenía en mis manos el arma del crimen, pero la parte científica que llevaba dentro no se quedaría tranquila hasta que no hubiera comparado un par de balas, así que…

    Rosano tenía un viejo tanque cisterna para los pesticidas. Tres mil litros de capacidad. Actualmente estaba en desuso. Por lo que me habían contado, la señora no estaba a favor de usar pesticidas, no daba buena imagen, así que Rosano había ordenado que me lo llenasen de agua para pruebas balísticas. Traté de dejar de lado la ilusión que me hacía efectuar esta prueba con una Tommy, verifiqué que el seguro estaba quitado, coloqué el pasador de la palanca de selección de disparo en “manual” para disparar solo una bala, apunté hacia el agua en un ángulo de 30º invertidos, y con mucho cuidado apreté el gatillo.

    Cinco balas después, jadeando al borde del desquicio y aferrando el arma como si me fuera la vida en ello, tomé nota mental de que ese tipo de arma tiene muy poca capacidad de detención y de que el pasador de la palanca de selección de disparo estaba desgastado. Aquello había disparado en un arco ascendente y descontrolado, así que lo primero que hice fue asegurarme de no haber matado a nadie sin querer; cinco minutos después aún no había caído ningún pato del cielo, así que decidí que la situación era segura. Deposité el arma en el suelo con muchísimo cuidado, como si me fuera a morder (cosa que a estas alturas no me habría extrañado lo más mínimo), y valiéndome de una red pesqué las balas; me reconfortó encontrar las cinco en el agua, aunque cada una había caído más lejos que la anterior. Volví al garaje y extraje todas las balas que pude. Al sacar las del asiento del coche esbocé una sonrisa: al fin alguna había dado en blando, tenía algo con lo que comparar.

    El robo era competencia del Profesor, pero sería descuidado por mi parte no examinar esta parte de la casa. Busqué algún lugar en ese garaje donde esconder la bolsa misteriosa. El banco de trabajo tenía un buen montón de herramientas, pero todas estaban a la vista… No había cajones ni armarios. Levanté algunas herramientas de su sitio para confirmar una sospecha… y efectivamente, no había sitio para esconder documentos debajo. Al menos, si esos documentos estaban en papel; por si acaso seguí revisando, no fuese a ser que la información robada estuviese en pendrives, pero no hubo suerte. Y seamos sinceros: dentro de un robo y doble asesinato con un tinte tan clásico como éste, un pendrive habría sido anticlimático. Además, esconder el contenido de la bolsa por el garaje nos seguiría dejando con la desaparición de la propia bolsa, cabía no olvidar eso.

    Bien. El asesino había estado disparando desde la fuente, eso parecía lógico. Y el Profesor me había indicado la ruta que siguió después del crimen: salió del garaje, cruzó el atrio y entró por la puerta de la cocina para esconderse bajo una mesa. Sabíamos esto por las huellas de botas que el Profesor había encontrado en el atrio y la cocina… pero quizás pudiésemos saber algo más. Las pisadas no habían quedado demasiado marcadas, al parecer, y las recientes lluvias se habían encargado de dejarlas prácticamente inservibles como pruebas. Claro que eso no significaba que no sirvieran como pistas.

    Caminé por el atrio mirando hacia el suelo, buscando huellas. Muchas de ellas se habían borrado, y ninguna de las que permanecían estaba intacta. Con todo, saqué fotos de todas las que encontré, siempre valiéndome de una regla para seguir una escala. En un par de ocasiones estuve a punto de chocar contra alguna de las columnas del atrio, consecuencia de ir todo el rato mirando al suelo; así fue como encontré una huella medio borrada, pero que parecía repartir el peso de una manera más uniforme que las demás: el asesino se había detenido detrás de una columna, quizás para ocultarse.

    Como faltaban bastantes huellas, determinar la longitud de paso sería harto difícil; más teniendo en cuenta que el asesino podría haber ido corriendo en zigzag para convertirse en un blanco difícil de avistar. Pero podía intentarlo. Tomé la medida entre dos pisadas que parecían ir en línea recta, aunque estaba claro que faltaban pasos por medio. Repetí este proceso con otras dos pisadas más, que se encontraban a una distancia aún mayor entre sí.

    Si los pasos habían sido dados en línea recta y a una cadencia de zancada regular (y no podíamos demostrar eso, así que todo lo que estaba haciendo era poco más que una estimación), ambas distancias entre pasos debían ser múltiplos del mismo número: la longitud aproximada de paso. Nada concluyente, claro, pero a título orientativo, una sencilla aplicación del algoritmo de Euclides debería servirme para hallar una longitud aproximada de zancada (e incluso el número de pasos que había dado).

    Hice mis cálculos. Nuestro asesino parecía haber dado sendas series de cinco y siete pasos de, aproximadamente (al estar las huellas incompletas era imposible determinarlo con precisión) noventa centímetros de longitud. Entre noventa y cien. Repasé las huellas que podía ver: donde quedaba una huella de la punta del pie se había ejercido bastante presión, donde quedaba una huella del talón bastante menos. Carrera, por tanto, como también me decía la lógica. Esa longitud aproximada y a ese paso nos daría a un asesino de, aproximadamente, entre un metro y medio y un metro sesenta y cinco. Aún dependíamos de que su cadencia de paso fuera la normal, pero con lo que tenía para trabajar, al menos teníamos un indicio que seguir.

    Entré en la cocina y tomé fotografía de las huellas que el Profesor había encontrado allí también. Como siempre, ninguna completa, pero algo se podría hacer. El rastro, como bien me había indicado Boniatus, se perdía justo debajo de la mesa de la cocina; a menos que el asesino se hubiera teletransportado de golpe o que tuviésemos que buscar al único sospechoso que tuviera alas, las pruebas me decían que el asesino se había descalzado en este punto. Pero ¿cómo se las arregló después para pasearse por la casa con los zapatos en la mano?

    Di una vuelta por la cocina. Si yo fuera un asesino y llevase un par de zapatos ensangrentados en la mano, ¿qué haría? mi primer impulso sería deshacerme del calzado, pero ¿cómo? Dejarlos en la cocina sería atraer la atención; sacarlos al atrio o tirarlos al jardín, demasiado arriesgado cuando todo el mundo iba a salir corriendo hacia la escena del crimen. ¿La basura? De pronto me pareció la opción más viable: sólo era un parche para el problema, pero la gente no miraría en el cubo de la basura sin una razón. Busqué el cubo por toda la cocina, y al no encontrarlo a la vista, me dirigí hacia el armario de debajo del fregadero.

    Y entonces vi algo. Lupa, escalpelo, porta, raspado. Examen ocular. Sí, eso tenía toda la pinta de ser una gota de sangre seca, adherida a la parte de atrás del pomo del armario. Lo bastante escondido como para que nadie se fijara, lo bastante pequeño como para no llamar la atención. Pero yo estaba en guardia.

    Abrí el armario. Naturalmente, después de todos estos días, no esperaba encontrar un par de zapatos en el cubo de basura. Pero vi algo que me llamó aún más la atención, y que de hecho cambió mi perspectiva sobre cómo lo habría hecho el asesino: un montón de bolsas de plástico impecablemente dobladas en triángulo. ¿Y si el asesino no había necesitado tirar el calzado en la misma cocina? ¿Y si le había bastado con esconderlo en una bolsa y llevarlo consigo?

    Todo esto era circunstancial. Lo sabía y me quemaba la sangre. me repetí mentalmente que esto no eran pruebas, sino pistas, y salí de la cocina. Tenía una lista con las cosas de la casa que el Profesor me había pedido que examinara. Empecé por el mueble armero de la sala de trofeos, el lugar del que salió el arma del crimen.

    Se trataba de un armario bastante antiguo, pero de sólida factura. Las puertas eran gruesas, de unos siete centímetros de espesor (frente a los tres y medio habituales). Los cristales eran claramente una mejora reciente: reforzados, a prueba de balas, y además (esto me resultó curioso) antirreflectantes. Estaba claro que Rosano quería que su colección pudiera ser admirada, pero no tocada. La cerradura era también bastante robusta, de seguridad, con dos puntos de cierre, pero cuidadosamente labrada en su cara exterior para no desentonar con la elegancia del resto del armario. Examiné a fondo la cerradura: ningún arañazo en el metal, ni marcas de presión, ninguna muesca de dudosa explicación. Esa cerradura no había sido forzada en la vida. Sería una tarea complicada, al menos en poco tiempo, pero lo cierto era que nada apuntaba a que siquiera lo hubiesen intentado.

    Pasé al siguiente punto de la lista del Profesor: la caja de caudales del contable. El interior ya había sido examinado sin ningún resultado destacable, pero ¿y el exterior? Ante mis ojos tenía una monumental caja fuerte, de factura robusta pero sobria, con cierre de rueda. Examiné la puerta de la caja. No parecía haber marcas de presión ni muescas. Abrí la puerta para estudiar su cara interior: nada fuera de lo común. Los puntos de cierre tampoco mostraban ninguna irregularidad. Esa caja no había sido forzada.

    En el interior había una segunda caja fuerte, más pequeña y de cierre electrónico. Busqué residuos de polvo para huellas o talco: nada. Busqué cualquier otro indicio de que esa puerta se hubiese tratado de abrir por la fuerza: nada. Aquello de todas formas era demasiado presuponer: para acceder a esa caja fuerte había que apartar varias pilas de fajos de billetes impecablemente amontonados, de haberse tratado de aplicar fuerza bruta aquí el contable habría notado un cierto desorden.

    Recordé las indicaciones del señor Rosano: él estaba obligado por su contrato con su contable a respetar la privacidad de esta pequeña caja fuerte, pero también lo estaba por su contrato con nosotros a dejarnos libre acceso a la casa, por lo que si podíamos abrir esa caja el contable no podría objetar.

    Había que probar suerte. Y si todas las pistas encajaban…

    Uno… siete… cero… cinco… uno… ocho… nueve… cero.

    Clic.

    Sonreí. La fecha de estreno de Cavalleria Rusticana, la ópera favorita del contable. Abrí la pequeña caja fuerte, y en su interior…

    … ehm…

    … vale, aún no tengo claro por qué me sorprendí. Lo que había en el interior era una serie de polaroids cuya temática sólo podría definir como “voyeur”. Examiné una a una las fotos. Habitación de hotel, normalito, no de los baratos. El fotógrafo estaba oculto tras una puerta entreabierta, posiblemente un armario. La iluminación, claro está, era bastante lamentable, y la composición dejaba bastante que desear. Lo único que quedaba claro era que la escena la protagonizaban dos mujeres. Era difícil distinguir quiénes eran. Una parecía llevar algún tipo de pulsera, no se distinguía bien (siempre salía movida) pero llevaba una piedra roja brillante. La otra… Parecía estar intentando retener a la primera la mitad del tiempo; no como si no le gustase lo que hacían, sino como si quisiera tener el control de la situación. Costaba encontrar alguna foto que no saliera movida, pero por fin di con una bastante aceptable: la pulsera ahora se veía con bastante claridad (era una esclava de oro con piedras de rubí), aunque la cara de esta chica había quedado fuera de plano; pero la otra era sin lugar a dudas Estela Arciere, la doncella.

    En fin, aquí ya había terminado. Acudí al despacho del señor Rosano, donde tenía una nueva caja fuerte que examinar y, por fin, un laboratorio “de campaña” que el señor Rosano había hecho habilitar para mi trabajo.

    La caja fuerte de Rosano era bastante más elegante que la de su contable, pero igualmente resistente. Al tener una puerta más ornamentada, cualquier intento de forzado habría tenido muchos más sitios donde dejar huella. Y esta vez sí que encontré algo: en esta caja fuerte había tenido lugar un intento de apertura forzada. Podía incluso verse la muesca de la palanca en la junta. Pero… no, algo no estaba bien. El aspecto del metal no me decía que aquello hubiera sido hacía poco. Abrí la caja fuerte con la clave que Rosano nos había proporcionado: la muesca no era profunda, los puntos de cierre no habían sufrido daños. Este fue un intento que salió mal, y haciendo un cálculo aproximado, de aquello hacía ya un mínimo de tres años.

    En fin. Un buen intento, pero no llevaba a nada. Sobre el escritorio de Rosano (ahora cubierto con un plástico) me habían dejado preparado mi equipo de laboratorio más básico: microscopio, maletín con distintos reactivos químicos, equipo para huellas, pinzas balísticas, kit ACDR de pruebas de pólvora, ordenador portátil. Había podido examinar las pruebas más grandes, las que no podía llevar conmigo; ahora era el momento de que las pequeñas me contaran su historia.

    Dejé descargándose al portátil las fotos que había tomado de las pisadas y empecé por el extraño residuo rosáceo que Boniatus había encontrado y etiquetado como “Qué diablos es esto”. A simple vista, desde luego, yo tampoco lo tenía muy claro, pero hay algo que sí que podía decir: fuera lo que fuese, era orgánico. Un examen más detallado a través del microscopio confirmó mi primera sospecha, pero ¿qué era exactamente? Parecía un tipo de hongo. Hice un par de pruebas más, lo expuse a varios reactivos y observé la reacción. Era un tipo de moho, definitivamente, y por lo que podía ver su procedencia era arbórea. Esto había salido de algún tipo de madera mal tratada. Agradecí enormemente la amplia base de datos que llevaba en mi portátil y contrasté lo que veía con lo que tenía registrado: cedro libanés.

    Las fotos ya se habían descargado, así que aprovechando que estaba en el portátil decidí hacer un poco de magia: valiéndome de la regla que había puesto en todas las fotos, me aseguré de que todas estaban a la misma escala, desaturé y jugué con los niveles hasta ocultar el fondo de cada fotografía; entonces, sólo con las huellas parciales a la vista y sabiendo que todas tendrían el mismo tamaño, empecé a superponer fotografías. Fue un proceso delicado, tenía que asegurarme de que siempre había un punto en común que usar como unión, pero tras diez minutos de puzle digital, tenía una reconstrucción casi completa de la huella del asesino.

    Me llamó la atención la fuerza aplicada para dejar esa huella. Era muy irregular: claramente era una pisada de carrera, pero la presión parecía estar aplicada unos cuatro centímetros más hacia el centro de lo normal… Quizás el asesino tenía algún tipo de malformación en el pie. De lo que no me cabía duda era de que aquella era una huella de bota, y basándome de nuevo en la regla que había usado para cada foto, nuestro asesino parecía calzar un cincuenta largo…

    … un momento, esto no cuadraba. Esa talla de zapato se correspondía con alguien de una estatura más cercana a los dos metros que al metro setenta, y sin embargo mis cálculos habían acotado la estatura de nuestro asesino entre el metro y medio y el metro sesenta y cinco. Maldita sea, sabía que no podía fiarme de esos cálculos… ¿podría la extraña forma de pisar del asesino haber alterado también su longitud de zancada?

    En fin, anoté mis resultados igualmente, la reconstrucción de la huella tenía que ser precisa aunque el cálculo de la zancada no lo fuera. Me frustraba haberme acordado del algoritmo de Euclides para esto, pero es lo que había. Siguiente paso: las balas. Un examen cuidadoso de uno de los casquillos reveló una huella dactilar parcial. La fotografié y pasé al portátil para un estudio más detallado. En una sorprendente muestra de espíritu cooperador, Rosano me había proporcionado las huellas dactilares de todas las personas de la casa, así que podría comparar.

    No pasó más de un minuto antes de que el ordenador encontrase una única coincidencia. A decir verdad no esperaba obtener resultados, así que me alegró lo que vi. Pero al mirar el monitor se me heló la sangre: la huella pertenecía al mismísimo Giancarlo Rosano.

    —¿Cómo va la investigación? —dijo justo en ese momento una voz desde la puerta. Me costó contener el grito: ¡Rosano en persona! ¿Debía decirle lo que había encontrado? ¿Que la única huella dactilar que teníamos le señalaba? Podía tomárselo como una ofensa, o peor aún, la prueba podía ser concluyente. Pero ahora estaba en un laboratorio, y en un laboratorio se impone la ciencia; y un científico jamás se arriesgaría a un falso positivo.

    —Hay una huella parcial en los casquillos disparados por el arma del crimen.

    —Vaya.

    —¿Tiene alguna explicación para que esa huella sea suya?

    Rosano no se alteró. Se limitó a reflexionar un momento sobre lo que le había dicho.

    —Naturalmente —dijo al final—. La belleza de una exposición de armas es saber que lo que estás contemplando, al otro lado del cristal, bajo llave, a salvo, podría matar a alguien. Todas mis armas están cargadas dentro de su expositor. Y naturalmente, yo mismo me ocupé de cargarlas.

    —Entonces esta prueba no nos sirve de nada —sentencié—. Voy a hacer un par de pruebas más, y luego necesitaré someter a todo el mundo a una prueba de pólvora. Si todo sale bien, esto debería dejarnos el caso bastante resuelto…

    —Puede que eso suponga un problema —me interrumpió Rosano—. En esta casa, todo el mundo ha disparado un arma alguna vez. Mis hombres naturalmente hacen prácticas de tiro para mantenerse en forma; a mi mujer le gusta disparar armas antiguas; mi hija hace colección de Derringers, puede verla en la sala de trofeos…

    —Igualmente haré la prueba para estar seguros, si no le importa. ¿Sería tan amable de convocarlos?

    Rosano salió a buscar a los habitantes de la casa. En ese momento respiré recuperando la tranquilidad por primera vez… Trabajar para un exmafioso me iba a pasar factura y lo sabía. Contrasté las balas que disparé contra el tanque cisterna (de verdad que este caso me iba a costar la salud) con las del asiento del conductor. Al microscopio, las estrías de ambas eran idénticas. Ahora ya no cabía duda de que aquella era el arma del crimen.

    Analicé el residuo que había dejado las huellas de bota por el camino, así como el del pomo del armario de cocina. Estaba fuera de discusión, era sangre. Pero naturalmente, con el material de que disponía no podía determinar si era siempre la misma sangre, para eso necesitaría un test de ADN.

    Sólo me faltaba el último experimento. Y en realidad, había sido el primero que había puesto en práctica. La señora de la casa declaró que la medicación de su esposo había estado tanto tiempo sobre la mesa, sin que él se la tomara, que llegó incluso a sedimentar. No tenía por qué poner en duda este hecho, pero cuando se me da una información tan concreta sería impropio de un científico no contrastarla, así que antes de empezar a trabajar, había pedido al mayordomo que me preparase un vaso con esa misma medicación. Llevaba trabajando tantas horas como Rosano tardó en acercarse al vaso, así que había llegado el momento de comprobarlo.

    El medicamento no se había sedimentado. Seguía teniendo un vaso con un líquido homogéneo. No sabía qué podía significar esto… pero la curiosidad científica había dado sus frutos.

    Bien, la hora de la prueba de la pólvora. Salí del despacho y encontré a toda la gente de la casa esperándome en formación. me sentía importante y todo. Naturalmente no esperaba un resultado claro, y menos después de lo que me había dicho el señor Rosano, pero tenía que intentarlo. Saqué dieciocho papeles adhesivos y me preparé para comenzar la prueba.

    El señor Rosano en persona fue el primero en extender sus manos hacia mi. Como cabía esperar, hallé trazas de pólvora. La señora extendió una mano en gesto a un tiempo coqueto y arrogante, como esperando que la besara. Busqué pólvora en ellas y le pedí que extendiera ambas manos, a lo que obedeció a regañadientes. Luego la hija de ambos, extendió con desgana ambas manos y me dijo con suma prepotencia que tuviera cuidado de no estropearle la esclava (contuve una mirada cargada de intención: conocía esa esclava; pero ¿podíamos estar seguros de que era ella la chica de las fotos?). El abogado extendió con firmeza ambas manos, manteniéndome en todo momento la mirada. El contable, unas manos de dedos finos y afilados. Los dos hombres de confianza extendieron ambos brazos al frente casi como si estuvieran obedeciendo a la maestra en el colegio. La doncella se quitó los guantes blancos de hilo para que le pudieras hacer la prueba, así que saqué más adhesivos y le pedí que se los volviera a poner para repetir la prueba (por si acaso). El mayordomo también llevaba guantes, pero aquí invertí más tiempo del que esperaba: el hombre tenía las articulaciones tan agarrotadas que a duras penas podía quitarse el guante.

    Terminé de tomar todas las muestras, las embolsé en sus correspondientes sobres de plástico y las expuse al producto químico del interior. Todas reaccionaron, como cabía esperar. Aquello había sido una pérdida de tiempo, pero claro, no podía saberlo sobre seguro hasta que lo comprobara.

    Recogí mi equipo. Al final, sólo habíamos sacado en claro que el arma homicida era la que creíamos que era… Tendría que repasar mis notas, pero poco más veía por aquí.

    Ahora sabíamos qué era la sustancia rosácea. Pero no de dónde había salido. En mi paso por la Villa Rosano había visto mucho cedro, pero todo estaba bien cuidado y barnizado, así que… ¿de dónde había salido el moho?

    Tenía una lista con las ideas de nuestros investigadores. Muchas de estas ideas apuntaban a un mismo lugar: el dormitorio principal. Así que decidí comenzar por ahí. Escalera de mano en ristre, entré en el dormitorio principal para comenzar por la lámpara de lágrimas de cristal. Demasiado sospechoso el hecho de que esa lámpara no se encendiera mediante ningún interruptor. Con cuidado, abrí la escalera junto a la cama y subí para examinarla. En un primer vistazo me desilusioné: las bombillas estaban claramente fundidas. Algo me decía que no tenían bombillas de repuesto en casa y no las habían cambiado aún por no poder salir a comprarlas, pero igualmente examiné la lámpara con más detenimiento: ningún mecanismo móvil, ningún interruptor oculto, nada que sugiriera que esto fuese más que una lámpara.

    Bajé con frustración de la escalera y proseguí mi estudio. El suelo no sonaba a hueco en ninguna parte, ninguno de los paneles del parqué parecía más flojo que los demás. Con el plano en mi mano, busqué la pared más cercana a la cocina o al garaje: sería el aseo o el vestidor, cualquiera de las dos. Comencé por el aseo: tanteé los azulejos de la pared, las baldosas del suelo, grifos, cañerías, hasta las patas de la bañera. Nada. Volví sobre mis pasos y entré al vestidor: las luces se encendieron a mi paso, como esperaba. Registré cada estante, cada aplique, cada testero de la pared. Nada. Aquí no parecía haber acceso a ningún secreto oculto tras las paredes.

    Maldita sea, con la de sentido que tenía. Hicie una última prueba: sabíamos que la lámpara no se encendía con ninguno de los interruptores (y tenía sentido, visto el estado de las bombillas), pero ¿alguno de los interruptores no se correspondía con nada? me fui a la puerta del dormitorio y tanteé los dos interruptores que había: el primero no hacía nada en absoluto; lo volví a apagar y, con mis cinco sentidos puestos en toda la habitación, volví a encenderlo varias veces. Nada. Debía ser el de la lámpara del techo. El segundo accionaba los dos apliques de las paredes este y oeste del dormitorio, flanqueando ambos lados de la cama.

    Junto a la cama, sobre las mesitas de noche, había otros dos interruptores. El del lado derecho de la cama (el de la señora, según la mesita de noche), encendía el aplique de al lado de la puerta. Desde la cama, comprobé, podía revelar la posición de alguien en la puerta sin necesidad de mostrar mi propia posición… un buen sistema, desde luego. Probé el interruptor del lado izquierdo: el aplique de encima del zapatero se encendió, iluminando perfectamente el felpudo. Bien si alguien quería ver qué tal le quedaban los zapatos, aunque sinceramente yo habría variado un poco el ángulo y enfocado al propio zapatero para elegir mejor el calzado.

    Salí del dormitorio principal, tanteando siempre todos los paneles de cedro que encontré por el camino (sin resultado), y entré en el de María Teresa. Aquí me habían remitido directamente al baño y el vestidor, pero decidí que por qué no echar un vistazo en general. El suelo estaba enmoquetado, así que lo primero que verifiqué fue que la moqueta no se despegase por ningún rincón. Confirmado esto, ya no necesitaba nada más: la moqueta impedía el paso. Tanteé las paredes: nada raro. Deslicé mis dedos por las molduras de la pared: ninguna pieza móvil.

    Pasé al vestidor. Éste era algo más pequeño que el de su madre… Tanteé las paredes: ninguna sonaba a hueco. Los fondos de cada estante: nada. El suelo era de parqué, quizás aquí tuviera más suerte: tampoco. Esto empezaba a resultar frustrante. Salí del vestidor y pasé al baño. Repetí la misma rutina que en el de sus padres: suelo, paredes, apliques, cañerías, grifería. Nada.

    Siguiente parada: el despacho de Capuccio. Después de lo de la caja fuerte, sabía que el recibimiento no iba a ser muy bueno allí, pero el deber es el deber. Lo primero era el teléfono, quizás estuviese hueco y ocultase algo, pero cuando lo levanté del escritorio… eso pesaba más que un muerto. Si las víctimas hubiesen sido asesinadas por un traumatismo contundente, ésta sería mi primera sospecha. Descartado el teléfono, pues, comenzé a tantear las estanterías: nada. Todas ellas pesaban una barbaridad, ninguna parecía tener forma alguna para deslizarse de forma automática, incluso tanteé libro tras libro por si acaso alguno de ellos accionaba un mecanismo de apertura secreto, pero nada.

    La sala de trofeos. Efectivamente, desde dentro las puertas estaban “disfrazadas” de librerías, incluso los libros se podían sacar sin dificultad, aunque igualmente había un pomo que, con las puertas cerradas, me indicaba cuáles de todas las librería eran. Eso, claro, no descartaba la posibilidad de que las demás librería ocultasen algo. Pero tras una hora sacando libros y volviéndolos a meter, ahí no ocurría nada. Cada vez que dejaba la pared del fondo de alguna estantería al descubierto, la tanteaba. No había suerte, nunca sonaba a hueco.

    Faltaba la garita de Paolo. Se trataba de una sencilla construcción de piedra y madera con una mesa sobre la que había un panel de control que se encargaba del cierre de todas las salidas de la hacienda, un monitor de vigilancia con una cámara conectada a la verja de entrada, una radio, un teléfono y una pequeña cafetera eléctrica. También había una silla. El teléfono, según me explicó el señor Rosano después, tenía línea directa con su despacho y no se podía usar para nada más. Eso no era lo que buscábamos. Miré bajo la mesa: suelo de hormigón. La mesa tenía un cajón, lo abrí: una tablilla en la que se llevaba el registro de entradas y salidas de la hacienda. La mesa era de contrachapado y estaba pintada y barnizada. Aquí tampoco parecía haber rastro del residuo rosáceo.

    Se me había acabado la lista y no habíamos dado con el lugar donde se escondiera la bolsa. ¿Ahora qué?

    FIN DEL INFORME

  205. Bueno, he estado filtrando y limpiando el conjunto de declaraciones, tratando de sacar algo en limpio, pero es largo. Pondré aquello que no está corroborado entre corchetes: [[…]]
    Señalaré las interrogantes mencionadas antes de la siguiente forma. (¿?)

    Giancarlo Rosano – Testimonio base (hemos asumido que él no miente):
    19.00 Reunión con Pesci, sospechan que el contable esté actuando de forma deshonesta. Se informó al mayordomo que se retrasaría la cena, pidiéndole que avisara a la señora. Aquella noche cocinaba Piero (la cocinera tenía la noche libre).
    19.15 Se empezó a escuchar a Carla tocar el piano y cantar en la sala de música.
    19.30 María Teresa llega al despacho, abraza a su padre y se va.
    20.00 Se oyen los disparos. A sugerencia de Pesci, Giancarlo se hace cargo de la familia, mientras Pesci comprueba lo sucedido.
    Giancarlo va a la sala de música (por el camino la doncella trata de contarle algo), y encuentra a su mujer intentando dar órdenes a alguien que se apresuraba por el vestíbulo (¿?). La lleva al dormitorio principal, donde encuentran a María Teresa, que vuelve a abrazar a su padre. Giancarlo las deja allí, con la orden de cuidarse entre ellas.
    Se encuentra con Pesci, que le explica lo sucedido: los dos hombres acribillados en el garaje con la Tommy. Giancarlo corrió hacia la sala de trofeos y encontró el armero abierto. Lo cerró con llave y corrió al garaje. Allí estaban Piero y Alfredo, pero la bolsa había desaparecido. Mandó a Alfredo a la cocina, e hizo traer a Paolo de la garita. Luego registra la hacienda con Pesci, Paolo y Piero.
    Alfredo estaba en la cocina; la esposa y la hija, en el dormitorio; Estela se volvió a cruzar en el pasillo, tratando de contar algo; Roberto, en su despacho.
    Todos los dormitorios estaban vacíos. También los cuartos de baño, el comedor, la biblioteca y la sala de trofeos. Ni rastro de la bolsa ni de ningún visitante extraño.

    Carla Auditore Rosano (la mujer)
    Estuvo en la sala de música, practicando al piano y cantando, cerca de una hora ensayando hasta que escuchó los disparos.
    Salió de la sala de música dispuesta a dar con el responsable. A medio camino fue interceptada por Giancarlo, que la escoltó al dormitorio principal. En el dormitorio encontraron a María Teresa, que hecha un manojo de nervios. A los cinco minutos de que se fuese Giancarlo, la hija pidió que le hiciera traer una copa. Como Alfredo no acudió al llamado de la campana, fue a buscarle a la cocina.
    [[¡Tuve que esquivar a la gente que corría por el vestíbulo, en mi propia casa! (¿?) Alfredo estaba hablando por teléfono, dándoselas de que conocía a Giancarlo y que no involucraría a nadie de la central de policía en esto.]] Le preguntó por qué no había acudido y dijo que no la había oído. Le pidió una copa y volvió al dormitorio, donde se quedó con María Teresa.

    María Teresa Rosano Auditore (la hija)
    Destrozada por la noticia de la muerte de Giovanni (un asociado del padre), [[y pensando que podía haberle pasado a su padre, y fue a abrazarle;]] él estaba en su despacho con Pesci.
    Después dio una vuelta por la casa, para despejarse. Vio a Estela limpiando en el comedor, y tras cruzarse con Alfredo en el camino, vio a Piero en la cocina, cocinando. (Nadie la vio a ella, pero lo que cuenta de los demás concuerda con otros testimonios).
    Entonces fue a, dormitorio principal, pero ahí tampoco estaba. Allí la encontraron sus padres. El padre les dijo que se quedaran allí. Ella estaba muy nerviosa, y pidió a su madre que le consiguiera algo para beber, su madre fue a buscar a Alfredo.

    Estela Arciere (la doncella)
    Estela limpiaba la casa: limpió los baños, luego el comedor, donde estuvo hablando con el mayordomo. [[Se disponía a limpiar la sala de trofeos, cuando encontró el armario armero abierto de par en par, y el espacio vacío de la metralleta. Era la primera vez que lo veía abierto.]]
    [[Fue a contarle al señor Rosano, cuando se escucharon los disparos. Se asustó y volvió a entrar en la sala de trofeos (¿?)]]. Al poco escuchó al señor Rosano abrir la puerta y fue a hablar con él. Se lo cruzó en el pasillo, pero el señor Pesci la apartó. Luego convenció a Rosano para ir a buscar a su familia mientras él iba a ver qué había pasado.
    Entonces fue a ver si el contable se encontraba bien. [[Por entonces aún no sabía que había muerto alguien.]] Un rato después volvió a pasar el señor Rosano, con Pesci, Piero y Paolo. La volvieron a apartar cuando intentó hablar con el señor Rosano.

    Piero Scalpellino
    Con el permiso del señor Rosano, despidió a la cocinera y se encargó de preparar la cena, Spaghetti Bolognese. [[Salió al huerto a buscar tomates frescos, estaban llamando al timbre de la entrada y nadie abría, sugiere que Paolo estaría fumándose un cigarro o algo. Oyó un ruido de algo pesado por el suelo, que venía del garaje, y fue a ver, pero no encontró a nadie. Volvió a la cocina.]]
    Estaba relajado, escuchando a la señora tocar el piano en la sala de música, cuando llegó Alfredo y le echó la bronca por distraerse, pero cuando Alfredo se fue, siguió a su ritmo. Entonces, en mitad de un aria de la señora, sonaron los disparos.
    Cuchillo en mano, salió al atrio por la puerta de la cocina, y llegó al garaje, encontrando los cuerpos de Luca y Aldo. Luego llegó el señor Pesci, y al rato Alfredo. Pesci fue a buscar a Rosano, y trajeron a Paolo. Después fueron a registrar la casa, y sin encontraron nada.
    [[Sugiere que tal vez no hubiera ninguna bolsa, y se tratase de un asesinato personal. Menciona que Paolo les debía dinero de las partidas de cartas.]]

    Paolo Breccia
    Estaba en su posición (la garita de la entrada), pendiente de quién entraba y salía. Cuando entraron Aldo y Luca, cerró la verja y activó el Protocolo de Seguridad desde la garita. [[Estuvieron unos cinco minutos hablando, planificando una partida de cartas para el domingo, antes de que siguieran su camino hacia el garaje.]]
    Poco después se escucharon los disparos. Al rato fueron pasando Piero y Pesci (cada uno por una puerta distinta), un rato más tarde Alfredo.
    Sólo dejó la garita cuando Rosano lo hizo llamar para registrar la casa. Registraron la casa entera pero no encontraron a nadie que no debiera estar, y ni rastro de la bolsa.

    Alfredo Valdemaro (el mayordomo)
    El señor Rosano le informó de que esa noche se cenaría más tarde, tenía que trabajar. La señorita Arciere estaba limpiando el comedor, el señor Breccia montaba guardia en su garita, en la cocina Piero ocupaba el lugar de la cocinera, preparando spaghetti.
    [[Preparó la medicación para el corazón del señor Rosano y la llevó a su habitación para que la tomara antes de dormir. Luego continuó con su ronda por la casa. En el dormitorio de María Teresa encontró unas blondas de bollos de pastelería. Se deshizo de ellas y se apuntó hablarlo con la señorita Arciere, cuando sonaron los disparos.]]
    Corrió inmediatamente hacia el origen del ruido. Al pasar por la cocina no encontró a Piero, y al salir le dio la sensación de que bajo la mesa había alguien escondido, [[pero al volver no había nadie.]] Siguiendo su camino encontró a Piero blandiendo un cuchillo de cocina, así como Pesci, que se fue a buscar a Rosano. Paolo seguía en su puesto.
    Poco después regresó Pesci con Rosano, que le ordenó quedarse en la cocina mientras ellos buscaban al culpable. Allí recibió la visita de la señora, que le pidió que preparara una copa, que le llevó al dormitorio principal. Aprovechando que estaba en la cocina, comprobó que bajo la mesa había huellas de zapatos. [[Está convencido de que eran de las botas de Piero.]]

    Antonio Pesci (el abogado)
    Estuvo reunido con Rosano toda la noche antes de los disparos. Sus negocios no están yendo tan bien como deberían, y Pesci está convencido de que el contable ha estado robando dinero.
    Hubo una visita María Teresa, que abrazó a su padre y luego se fue.
    Diez minutos después escuchan los disparos. Rosano quiso ir a ver lo ocurrido, pero Pesci le convenció de encargarse de su familia primero, mientras él se ocupaba de ir y ver. Salió por la puerta principal y encontró los cadáveres en el garaje, el arma en el suelo y a Piero en shock. [[Todas las operaciones de negocios de Rosano acababan pasando por Luca y Aldo de una forma u otra.]]
    Cuando llegó Alfredo, lo dejó con Piero y fue a buscar a Rosano. Acababa de dejar a su familia en lugar seguro y le pidió que le acompañara mientras le explicaba lo sucedido. Rosano , dejó a Alfredo en la cocina, y fueron con Piero y Paolo a registrar la casa. No encontraron nada fuera de lugar. [[Roberto se encontraba en su puesto, aunque empapado en sudor.]]

    Roberto Cappuccio (el contable)
    Estuvo toda la noche en su despacho, cuadrando cuentas. Estuvo bastante rato al teléfono hablando con proveedores, contratistas y clientes (no está corroborado, pero es fácilmente comprobable, luego no tiene sentido mentir sobre ello). [[Encontró gastos personales de María Teresa disfrazados como gastos de empresa (es plausible pero no está comprobado).]]
    Cuando sonaron los disparos, se quedó en su posición. Se concentró en lo que ocurría a su alrededor, y asegura que dos personas salieron del despacho del señor Rosano y se separaron a medio camino, que cuando todo el mundo corría en dirección a la salida, pudo ver a María Teresa corriendo en dirección contraria. Dos personas más fueron en esa misma dirección después (puesto que su información sobre lo que oyó concuerda con otras declaraciones, ha de haber estado en su despacho).
    Al poco pasó el señor Rosano, acompañado por el señor Pesci, Scalpellino y Breccia. Pudo ver a Estela, que había ido a verle para saber si estaba bien.

  206. Ahora: las maentiras (afirmaciones que se contradicen con al menos otra declaración.

    Alfredo estaba saliendo tranquilamente de la cocina frotándose las manos (Carla, cuando se dirige al dormitorio con su marido). En ese momento Alfredo dice estar apresurándose hacie el garaje.

    María Teresa iba volviendo para su cuarto cuando escuchó los disparos. Se asustó por su padre y fue a su despacho, pero no había nadie. Como ya mencionó alguien (creo), si estaba yendo a su cuarto cuando escuchó los disparos, o se habría cruzado con su padre, o le habría visto salir del despacho, según hubiese pasado ya por delante del despacho o no.

    María teresa afirma haber escuchado a Estela decir a alguien que si se descubría que ella había abierto el armero estaba muerta (Estela afirma no haber tocado nunca la llave).

    Paolo dice haber visto a la señora paseando por el atrio, llevando algo en las manos, y luego volver, como a la fuga. Todos la escucharon cantar y tocar el piano.

    Pesci afirma haber entrevisto a Roberto en el pasillo (insinúa que había estado escuchando la reunión), cuando María Teresa sale tras haber abrazado a su padre. Roberto afirma haber estado todo el rato en su despacho. Conociendo la hora en la que María teresa fue a abrazar a su padre (por medio de Rosano), se podría descartar que Roberto estuviese en el pasillo, con los registros de llamadas.

    Pesci afirma que Roberto no se encontraba en su despacho al ir Pesci a investigar los disparos. Roberto afirma que sí, y Estela afirma haber ido a verle (las declaraciones de Estela y Roberto son algo confusas con respecto al momento específico, pero aparentemente, sería justo en ese momento).

  207. Bueno, recién veo que hay otros comentarios que no había visto desde mi comentario con los interrogantes… ¡incluyenndo el Informe de Puebas Físicas! Ya mismo me pongo a ello…

  208. Jack Ryder dice:

    Bien, equipo, tenemos el último informe. Ahora deberíamos tener todos los hechos. Por desgracia… ahora está aún menos claro dónde diablos estuvo la bolsa.

    Atemos todos los cabos que podamos. Encontremos el escondite de la bolsa. Dejemos todo este caso listo para su conclusión. No sé vosotros, pero yo al menos estoy harto de mentiras y deseoso de encontrar algo de verdad de una vez por todas.

    Gracias por tu informe, Celdelnord, y más porque te hemos tenido haciendo horas extra (y más que te tocarán, ya te aviso, si encontramos el escondite tendrás que echar un vistazo). Ya he guardado copia en la Sala de Archivos.

    Ahora sí, equipo, estos son los hechos. Terminemos la investigación.

  209. Muy bien, con los nuevos datos (altura entre 1,5m y 1,65 metros, según zancada, huella talle 50, punto de apoyo 4 cm hacia atrás de donde debería estar), creo que podemos asegurar que quien usaba esa bota no era su dueño real, sino alguien de pie más pequeño y menos estatura. Estoy seguro de que podría llevar su verdadero calzado por dentro de esa enorme bota, para no llamar la atención al quitárselas.
    Creo que por altura escasa, resaltan Estela y María Teresa (de Carla se dice que tiene largas piernas, que la hacen alta).

  210. Es de entender que la huella del casquillo sea de Rosano, si él guarda cargadas las armas, y con la devoción que les tiene, lo más lógico es que fuese él mismo quien las cargase, incluida la Tommy. Eso no quiere decir que fuese él quien disparase; no hace falta tocar los casquillos para disparar el arma.

  211. Hetty Callahan dice:

    El tema de las huellas me hace pensar que es María Teresa pero ¿de dónde saco unas botas tan grandes? ¿Sería posible saber qué número calzan los hombres de Rosano? Así sabremos si se las quitó alguno, de cualquier otro modo nuestro asesino tuvo que comprarlas expresamente para esto.

    Los paneles de madera están tratados por la parte que da hacia fuera ¿pero lo están en la cara interna? Sabiendo el camino que el asesino usó para entrar en la casa ¿qué paneles de cedro libanés hay en su recorrido? Tal vez tras uno de ellos encontremos el hueco donde estuvo escondido.

    Sobre las fotos…es un buen secreto que esconder la verdad. Si María Teresa tenía un romance con Estela sería algo que no querría que su padre supiese. Pudo recibir alguna amenaza y al saber que los hombres de su padre iban a recoger «algo» le entró el pánico pensando que su chantajista entregaba las pruebas al señor Rosano. Por esa razón desapareció el maletín hasta que tuvo tiempo de comprobar el contenido y dejarlo en otro sitio. Sabiendo que se deja la pulsera hasta para ir a la playa, no creo que se la quite para irse a la cama, así que sería muy posible que fuera la princesita Rosano.

    De este modo tendríamos la oportunidad: pasear por casa no es una coartada.
    Motivo: guardar en secreto a toda costa las fotos.

  212. Oh, crap, eso me pasa por comentar antes de terminar de leer el informe…

  213. Tenemos cedro en el vestíbulo, Hetty. De hecho, si el asesino llevaba las botas en una bolsa de basura, bién podría llevar la bolsa con los documentos dentro de la misma bolsa o de otra. Pero… ¿no sería sospechoso ver a según quién con una bolsa grande de basura?

  214. Hetty Callahan dice:

    Desde la cocina hay buen acceso al vestíbulo y si es el único sitio donde hay cedro, merece la pena buscar ¿no? Si eso es cierto, es posible que en ese hueco aún estén las botas. Desde la sala de música se ve el vestíbulo, así que si Carla vio a María Teresa (pero no lo que estaba haciendo) gritarle pero ella salió disparada al dormitorio principal, por eso Rosano no la vio y la madre no ha comentado nada porque lo achacaría al miedo (la encontraron de los nervios).

  215. Hetty Callahan dice:

    Por cierto, que se me olvidaba. Otro dato que apunta a mi teoría sobre Teresa, hay disparos por toooodo el garaje, esto es señal de que el arma se descontroló. Algo así no le pasaría a una persona que tiene cierta experiencia con armas grandes, más bien a una pequeñita con un arma grande y con bastante fuerza. Acertó al coche y a los hombres porque eran objetivos fáciles pero eso de que haya tiros hasta en el techo apoya que tenía poca experiencia.

  216. Hetty, resulta que hay cedro por toda la casa, pero Celdelnord no encrontró nada raro. Con lo del arma, concuerdo que es difícil de controlar, mismo a Celdelnord le costó.

  217. Hetty Callahan dice:

    En el informe de Boniatus comenta los paneles de cedro que hay en el vestíbulo, y por la ruta de escape que siguió el asesino no es tan descabellado.

  218. Jack Ryder dice:

    Hetty, tu razonamiento tiene bastante sentido. A ver, mientras no encontremos las botas y/o el escondite de la bolsa es poco demostrable, pero repasemos:

    1- María Teresa tenía un motivo, sí. ¿Para matar? Yo no mataría por algo así, pero mi padre no es Giancarlo Rosano así que en este caso mi opinión no cuenta. Tu teoría sin embargo aporta una explicación plausible a por qué el asesino «devolvió» la bolsa: si como dices el motivo del asesinato fuese impedir que esas fotos salieran a la luz, y las fotos no se encontraban en la bolsa, después de comprobarlo a María Teresa la bolsa no le serviría de nada.
    2- Como dices, pasear por la casa no es coartada. Cierto es que ha declarado haber visto a otros sospechosos donde ellos mismos dicen que estaban, lo que parece indicar que sí que estaba donde decía, pero eso no la exculpa.
    3- El patrón de los disparos… A ver, tendría que ponerlas a una al lado de la otra para estar seguro (soy un desastre para estas cosas) pero juraría que María Teresa es algo más bajita que Celdelnord, y desde luego no es precisamente robusta. Podría haber perdido el control del arma y haber causado semejante escabechina.

    Tiene sentido, como digo. Lo único que nos faltaría, creo, es saber cómo lo hizo realmente. Si ella cogió el arma, ¿cómo fue al lugar del crimen sin ser vista? Si ella se llevó la bolsa, ¿dónde la escondió hasta que pudo dejarla sobre la cama de Estela? Si ella llevaba unas botas que no eran suyas, ¿dónde están?

    Vamos a intentar blindar este caso antes de hablar con el señor Rosano. Con lo que tenemos creo que deberíamos tener suficiente para dar el caso por cerrado, pero… A ver, después de saber que podríamos haber perdido a Óscar Herrero en nuestro último caso si no llegamos a tenerlo todo atado y bien atado, entended que prefiera ir con pies de plomo, y más en un caso como éste.

  219. Hetty Callahan dice:

    Estoy de acuerdo contigo, jefe. No querría terminar con unos zapatos de cemento 😛

  220. Hetty Callahan dice:

    Una cosa que se me acaba de ocurrir. Celdernord ha encontrado una gota de sangre donde se guardan bolsas de basura de plástico. Así que es posible que el asesino guardara las botas en una de esas. Pero no podía deshacerse de ellas hasta que la cosa se calmase, tuvo que improvisar un escondite y entonces han venido a mi cabeza una escena muy repetida en las películas: cuando se está nervioso y con la necesidad de esconder algo se guarda en una bolsa de plástico y se mete en la cisterna. Lo más probable en la del baño de su cuarto, solo ella entra, así que nadie notaría que la cisterna ha perdido carga.

  221. Parmacenda dice:

    Como bien han comentado ya antes, si el residuo rosaceo era moho de cedro libanés, creo que no hay duda que uno de los paneles tiene un hueco por detrás. La cuestión sería encontrar cual.

    Puesto que estamos hablando de moho, entiendo que es necesario que haya algo de humedad. Los paneles próximos a los aseos serían entonces un lugar interesante para examinar, no?

  222. Hetty Callahan dice:

    Esto contigo Parmacenda, puntos húmedos tenemos los baños (creo que eran tres), la cocina y la fuente del garaje desde donde se hicieron los disparos. ¿En cuantos de estos sitios hay cedro libanés?

  223. Parmacenda dice:

    La cocina la podemos descartar. Rosano ya nos garantizó (aunque se le escapase) que allí no había paneles secretos, y la madera de cedro que hubiese visible estaría tratada para evitar los mohos.

    La fuente del garaje podría ser un buen escondite, pero siendo la escena del crimen es arriesgado esconder algo ahí que luego haya que recuperar. Aparte, Celdelnord no vio ningún posible escondite cuando examinó la zona, por lo que recuerdo.

    Eso sigue dejando los baños. Como bien has sugerido, se podrían meter las botas en la cisterna (fácil acceso para eliminarlas más adelante) mientras que la bolsa se podría haber ocultado tras un panel. O todo tras el mismo panel, si hubiese hueco.

  224. Jack Ryder dice:

    Pero las paredes de los baños no tienen paneles de cedro, tienen azulejos.

  225. Hetty Callahan dice:

    Me refiero a los paneles que hay al otro lado del muro. Dentro del baño hay azulejos ¿qué hay en el otro lado de la pared?

  226. Parmacenda dice:

    Ya, pero necesitamos una fuente de humedad próxima a paneles de cedro para que aparezca el moho. Las paredes del baño tendrán azulejos por la cara que da al aseo, pero tendrán paneles de cedro por la cara que den a las otras habitaciones. Un hueco secreto dentro de una pared compartiría panel de cedro y humedad, no?

  227. Jack Ryder dice:

    Lo miraremos entonces, a ver si es viable. ¿Más ideas?

  228. Parmacenda dice:

    Bueno, puesto que nuestras sospechas parecen recaer en María Teresa (por su acceso a las llaves y la falta de coartada clara), habría que examinar con más detalle la habitación de sus padres, donde se quedó sola durante un rato… repasaré el informe de Boniatus y Celdelnord a ver si veo algo que llame la atención.

    Aparte, acabo de darme cuenta. María Teresa ha sido la persona que nos sugirió la culpabilidad de Estela, y curiosamente la bolsa apareció luego sobre la cama de Estela. Y si María Teresa era chantajeada por culpa de las fotos, es lógico que sospechase de la otra persona involucrada.

  229. Hetty Callahan dice:

    Se me acaba de ocurrir otra idea, las cuentas tienen un descuadre por gastos de Teresa ¿y si fuera el pago por el chantaje?

  230. Parmacenda dice:

    Hetty, tienes razón. Además, si Cappuccio era el que hacía el chantaje, podría haber intentado ocultar esos pagos para asegurarse que aguantasen cuanto más tiempo posible, y por eso Rosano y Pesci sospechan de él. Estaba muy bien situado para eso, y si en algún momento se sospechaba de él, las cuentas apuntarían a María Teresa. Y gracias al contrato que garantiza su privacidad, Rosano nunca abriría su caja fuerte de porno. 🙂

    Repasando los informes de Celdelnord y del Profesor me han surgido un par de preguntas:
    – Absolutamente todas las muestras dieron positivo para pólvora? Lo pregunto porque tanto con Estela como con Valdemaro se hicieron pruebas dobles, con y sin guantes. Y es raro que hayan disparado algún arma de ambas maneras recientemente.
    – Celdelnord nos informó que el aplique del lado izquierdo apunta al felpudo, como para mirarse los zapatos una vez puestos. Pero el Profesor nos dijo que el felpudo sólo tenía huellas de pies descalzos. Entonces Rosano ha orientado una luz para examinar sus pies desnudos, o es que hay algo debajo del felpudo que le interesa iluminar?

    Y luego un par de curiosidades añadidas, de poca importancia.
    – Exactamente qué es un testero? Había varios en el vestidor, pero mi diccionario me da una serie de opciones que no tienen nada que ver con esa habitación…
    – El cabecero de la cama es de madera noble. Por algún casual no será cedro libanés, no?

  231. Jack Ryder dice:

    Hasta donde yo tengo entendido, un testero es un segmento de pared. Por ejemplo, cuando de una pared sobresale un pilar maestro, o cuando la planta de la habitación hace una esquina hacia dentro, el segmento de pared que sobresale se denomina testero. Pero es lo que yo tengo entendido, repasaré mis definiciones. Apuntadas quedan vuestras ideas para buscar habitaciones secretas. Id aportando las que tengáis, que Celdelnord pueda hacer una batida rápida y comprobarlas.

  232. Parmacenda dice:

    Gracias Jack, con eso ya me quedo tranquilo. Es que las definiciones que yo veía eran una parte de la chimenea, un macizo mineral, el extremo del pino cortado por un hacha, adornos de caballerías, la parte superior de la cabeza de un animal… y cada vez que intentaba unir una de esas definiciones con el vestidor, me salían cosas cada vez más raras…

    Y en un asunto completamente distinto… alguien tiene alguna idea de por qué la medicina se sedimentó el día del crimen, pero no cuando Celdelnord hizo su prueba?

    Sólo se me ocurre que Valdemaro preparase la medicina mucho antes de lo que nos sugiere (y en ese caso, por qué mentir?), o que no utilizase la medicina habitual (y por tanto, qué utilizó?)

  233. Hetty Callahan dice:

    Por lo general para que una disolución sedimente es necesario tiempo, que haya más soluto (en este caso medicina) o, en caso oportuno, que cambie la temperatura. Y la menos probable, que cambiaran la composición, pero no viene al caso pensar que alguien quisiera darle al señor Rosano algo distinto a su medicina ¿no? En este caso también creo que estuvo más tiempo de que solía estar. Celdernord ¿aún tienes la medicina a mano para ver si ha sedimentado?

  234. Jack, preguntas cómo pudo haber hecho María Teresa para ir al lugar del crimen sin ser vista… ¿y su hubiese ido disfrazada como su madre? Paolo vio a Carla (o al menos un doble suyo) yendo al garaje con algo en las manos antes del crimen, y volver corriendo luego.

    De hecho, si esa era ella, Paolo la vio volver sin nada, de forma que la bolsa la tiene que haber escondido antes de volver a la casa…

  235. ¿Y si hubiese cambiado el solvente, Hetty? ¿Si la medicina estuviese disuelta en algo diferente esa noche? O peor aún… ¿si alguien hubiese adulterado el vaso con la medicina, le hubiese agregado algo?

  236. Hetty Callahan dice:

    Lo de agregarle algo es posible pero cambiar el solvente es arriesgado ¿qué podría usar que no fuese agua? El alcohol se habría evaporado con rapidez y además desprende olor, las cetonas aún más y si tuviera alguna base oleosa se notaría en seguida. Es más probable que le añadieran algo a la mezcla.

    A no ser que Celdernord nos diga algo con respecto al tiempo.

  237. O le pudieron agregar más soluto… de la misma medicina u otra cosa. No se me ocurre con qué objeto, pero se puede.

  238. maureen1978 dice:

    Veamos. Entonces María Teresa va a abrazar a su padre al despacho (sigo diciendo que hay una discrepancia entre las horas que mencionan Rosano y Pesci) y aprovecha para quitarle las llaves.
    Sale del despacho, ve que no hay nadie por allí (Estela está limpiando el comedor, Piero en la cocina, Alfredo haciendo la ronda por los dormitorios, su madre en la sala de música, su padre y Pesci en un despacho, Capuccio en el otro), entra en la Sala de Trofeos y coge el arma. Va a la cocina, donde está Piero, y le dice lo que va a hacer y por qué. Él le presta sus botas y ella va al garaje (todo esto hay que confirmarlo, claro).
    (Otra opción es que pase por la cocina cuando Piero sale a por tomates, y que coja las botas en el garaje; podría habar unas botas viejas ahí. Así, Piero no tendría por qué saber nada)
    Los mata (se le descontrola el arma) y roba la bolsa. Va a la cocina corriendo (escondiéndose tras las columnas del atrio) y se esconde bajo la mesa, que es cuando Alfredo cree que la ve.
    Se descalza y se acerca al armario de la cocina, a tirar las botas o a coger una bolsa… ¿Y qué hace con la bolsa de documentos y las botas? Yo soy de la misma opinión que Hetty y Parmacenda: detrás de alguno de los paneles de cedro libanés del pasillo puede haber un hueco para esconder esas cosas. Tal vez en los paneles que pegan con la cocina (así no habría tenido que alejarse mucho para esconder las cosas).
    Va a la habitación de sus padres (¿cómo puede ser que no la vean?) y cuando ellos llegan, abraza a su padre, devolviéndole las llaves sin que se dé cuenta.

    La mayor dificultad es entonces cómo puede volver sin que la vean a la habitación de sus padres después del crimen, cuando hay tanta gente por todas partes.

  239. maureen1978 dice:

    No sé si se ha comprobado, pero… ¿puede haber una entrada oculta desde el patio al trozo del pasillo delante de la habitación de Rosano?

  240. Pero si Pesci no menciona ninguna hora Maureen… Lo acabo de comprobar de nuevo. Dice que estuvieron reunidos «toda la noche», y que la única distracción fue María Teresa que fue a abrazar a asu padre y se marchó, pero no dice nada de horarios.

  241. maureen1978 dice:

    No menciona hora, pero sí relaciona la interrupción con los disparos: dice que 10 minutos después de que María Teresa les interrumpiera, sonaron los disparos. Si los disparos fueron a las 20:00, entonces María Teresa fue a las 19:50, según Pesci, mientras que Rosano dice que fue a las 19:30.

  242. Tienes razón Maureen, yo me había quedado en el párrafo anterior, y no había visto los de «10 minutos después»… my bad!

  243. maureen1978 dice:

    A mí es que me llamó la atención desde el principio…

  244. celdelnord dice:

    ¡No os lo vais a creer!

    Un último cabo suelto. El maldito moho de cedro libanés. Si no teníamos eso, el caso se nos podía escapar. Había llegado la hora de blindarlo todo, de asegurarnos de que no nos dejábamos nada en el tintero.

    Con paso firme, caminé hacia el dormitorio del señor Rosano. Llevaba en mi mano las notas de nuestros investigadores. Sabía dónde buscar. Sólo tenía que comprobar si teníamos razón. Ya había verificado los paneles de cedro de las paredes sin éxito, tanteado las paredes que daban a los baños, nada. Así que, sin dilación, llegué hasta el zapatero y aparté el felpudo.

    Efectivamente, había marcas en el suelo. Un surco que definía un cuarto de circunferencia. Y ahora que veía esto, ante mis ojos tenía un aplique que me estaba diciendo “Accióname”.

    Lo agarré con firmeza y lo giré un cuarto de vuelta. El testero en el que se encontraba se despegó del resto de la pared, lo suficiente para poder meter la mano y tirar. Aspiré una vaharada de aire viciado y húmedo. Acababa de encontrar la entrada a un pasadizo secreto.

    Encendí la linterna. El pasadizo era de roca, bastante húmedo, amplio. Probablemente era un túnel de huída. Era bastante antiguo. Las paredes y el techo se sostenían mediante un robusto sistema de contrafuertes y vigas de soporte. Las enfoqué con la linterna: madera, y un poco podrida. Juraría que cedro. Todavía resistía bien, pero… Eché un vistazo más a fondo: donde la madera estaba más podrida, había moho como el que se encontró bajo la bolsa.

    Ya sabíamos dónde la escondieron. Pero decidí seguir el túnel, sólo por ver hacia dónde llevaba. Apenas había avanzado unos pasos, cuando tropecé con algo. Enfoqué con la linterna: una bolsa de plástico anudada. Abrí el nudo: un viejo par de botas viejas, talla 50, con sangre seca en la suela.

    Unos pasos más adelante encontré un par de guantes pequeños de piel. Alguien había intentado quemarlos, pero el cuero resiste bastante bien al fuego. Por eso en el arma no quedaron huellas.

    Proseguí. El camino era largo y oscuro, costaba trabajo saber cuánto llevaba recorrido, pero finalmente topé con lo que parecía ser una puerta. Bueno, al menos tenía una barra para abrirla, a modo de tirador, como las puertas metálicas de las naves industriales. Enfoqué con la linterna: aquí tenía un panel de metal cubierto de moho. Entonces me fijé en algo: sólo unos pasos más hacia la izquierda, había una bolsa de deportes vacía. La examiné detenidamente: marcas en el interior, por haber contenido algo pesado.

    Empujé la barra para abrir la puerta. Aquello pesaba una barbaridad, pero conseguí abrirme paso. Y entonces…

    … estaba en el garaje. Acababa de abrirme paso usando la fuente de piedra como puerta. A eso parecía obedecer el surco de la rejilla del suelo: era el raíl para la puerta.

    Salí y eché un vistazo al túnel desde fuera. Increíble, la cantidad de secretos que escondía esta casa… Comprobé cómo se deslizaba la fuente por el raíl. La verdad es que el ingenio era bueno. Cerré la puerta. Y entonces comprobé con frustración que desde fuera no sabía cómo volverla a abrir.

    En fin. Volví a la casa para recoger mis cosas. Aquí había terminado.

  245. Jack Ryder dice:

    La mad… Y estaba ahí todo el tiempo, maldita sea.

    Bien, creo que con esto ya está todo atado y bien atado. Con o sin túnel, la asesina no va a tener por dónde escaparse.

    Es un poco tarde, pero estoy seguro de que el señor Rosano querrá zanjar esta cuestión cuanto antes. Voy a convocar a la familia Rosano en pleno (tras tantos dolores de cabeza, creo que nos merecemos una explicación) en la Sala de Trofeos. Quien quiera asistir a la Escena del Salón, que vaya viniendo. Entretanto, en breve tendréis este último informe de Celdelnord en la Sala de Archivos.

    ¡Estad atentos!

  246. Jack Ryder dice:

    LA ESCENA DEL SALÓN

    Uno a uno, todos los miembros del clan Rosano se fueron congregando en la Sala de Trofeos, donde la Junta Directiva de la Sociedad del Misterio aguardaba pacientemente. Durante días habíamos estado navegando en un mar de mentiras. Había llegado la hora de resolver este misterio.
    El señor Rosano fue el último en llegar. Irritado pero expectante, acudió directamente a mí y me habló en voz baja.
    —¿Están seguros de que ya lo tienen? —me dijo.
    —Completamente.
    —Más les vale. Ya les he dicho que este caso debe estar resuelto antes del día doce.
    —Lo está, tranquilo… Perdone si le pregunto, ¿por qué antes del doce?
    —Es el día de la boda de mi hija —sentenció.
    —¿María Teresa se casa? —terció entonces Piero, que había estado prestando más atención de la que Rosano esperaba.
    —¡Mi otra hija, la que no es María Teresa! —bramó Rosano, y tras ordenar a Piero que volviese a su posición tomó asiento.
    Una vez sentados todos, carraspeé para hacer terminar el murmullo de fondo y comencé.
    —Gracias a todos por venir —comencé—. Debo decir que este caso ha resultado particularmente complejo. En demasiadas ocasiones nos hemos topado con escollos en forma de contradicciones. Pero desde el principio teníamos claro que en toda esta historia había una verdad: dos hombres habían sido asesinados, y la bolsa que transportaban robada. Todo lo demás no importaba.
    —¿Y quién lo hizo? —inquirió Rosano.
    —Consideremos los hechos uno por uno, por favor —dije—. Desde el primer momento sostuvimos que el motivo del asesinato había sido hacerse con la bolsa desaparecida. Por tanto, al tiempo que el doble asesinato, teníamos que resolver un robo. Imaginen nuestra sorpresa cuando encontramos la bolsa robada el primer día de nuestra investigación.
    Ocho personas se mostraron sorprendidas, incluso escandalizadas. Un coro de voces se alzó entre las estanterías de la Sala de Trofeos, exigiendo saber dónde había sido hallada la bolsa.
    —Ya llegaremos a eso —les dije—. El lugar en el que la encontramos señalaba claramente a uno de ustedes. Pero para que eso tuviese sentido, alguien de esta casa tendría que ser terriblemente estúpido: o bien la persona a la que señalaba la bolsa, por dejarla a la vista; o bien el señor Rosano y su cuadrilla de búsqueda, por no verla. Esa fue, por tanto, nuestra primera pista: quienquiera que se hiciese con la bolsa, luego decidió incriminar a uno de ustedes.
    »Esto nos llevó al siguiente punto: no tardamos en darnos cuenta de que todos sus testimonios habían sido… digamos “acomodados” para poder inculpar a alguien. Todos saben que es cierto, así que por favor no nos andemos con delicadezas. Señora Auditore, ¿sería tan amable de explicarnos qué tiene en contra del señor Valdemaro?
    —Es una reliquia del oscuro pasado de mi esposo —respondió Carla Auditore tras unos segundos de indignados bufidos—. Ya ni siquiera tiene edad para hacer de mayordomo, y sólo está aquí en agradecimiento por los servicios que prestó para mi difunto suegro, que Dios lo tenga en su gloria. Ahora sólo sirve como recordatorio de una vida que ya hemos dejado atrás, así que ¿por qué sigue aquí?
    —Entiendo. Señor Valdemaro, usted acusó repetidas veces al señor Scalpellino, ¿por qué?
    —Es un patán —respondió el anciano mayordomo—. Es distraído, es zafio, no atiende bien a sus obligaciones. Y si la señora, discúlpeme, con todo respeto, opina que yo no pinto nada en esta casa, menos aún pinta el señor Scalpellino, que ni siquiera tiene aquí un trabajo concreto.
    —Ya veo. Señor Scalpellino, en su testimonio se aseguró de sembrar la duda sobre el señor Breccia. ¿Nos dirá por qué?
    —Paolo está lejos de ser un caballero —explicó Piero—. La señora Auditore ha conseguido sacar a esta familia del radar de la policía, ahora los Rosano están limpios como la patena, y sin embargo Paolo se la tiene jurada a la pobre señora. Sabía que le iba a faltar tiempo para incriminarla, y decidí quitarle credibilidad.
    —Ajá. ¿Señor Breccia? ¿Sus motivos para declarar haber visto a la señora Auditore en el patio cuando sabemos que no fue así?
    —Ya ha oído a la señora —gruñó—. Según ella, Alfredo no es más que un estorbo. Y el pobre hombre no ha hecho daño a nadie, se está dejando la salud aquí por servir al señor Rosano. Me parece muy bien que mire al futuro, señora, pero el pasado no se puede tirar a la basura así como así.
    —Con esto hemos aclarado la mitad de las contradicciones. Señorita Rosano, ¿qué tiene usted en contra de la doncella?
    —Ya se lo he dicho, pillé a Estela robando. Tengo motivos para desconfiar de ella.
    —Vale. Señorita Arciere, usted ha puesto mucho empeño en dejar en mal lugar al señor Pesci. ¿Por qué?
    —A Pesci no le caigo bien. Creo que es porque soy lesbiana, me parece que nunca lo ha visto con muy buenos ojos. Supuse que él habría ido a por mí, y decidí devolverle el favor.
    —Comprendido. Señor Pesci, usted se esforzó en señalar al señor Capuccio. ¿Por qué?
    —Como ya les ha dicho el señor Rosano, pienso que está robando dinero de sus empresas. Es cierto que no sé si cometió el asesinato o no, pero creo que esta familia estaría mejor sin sus servicios.
    —¿Señor Capuccio? ¿Por qué acusó usted a la señorita Rosano?
    —Confieso que la incriminé para proteger a la familia. La señorita Rosano no hace más que dilapidar su dinero, desatender sus responsabilidades y apuñalar por la espalda a quien no le cae bien. Es una deshonra para la familia Rosano, y es quien ha de heredar el negocio familiar. Quise abrir los ojos del señor Rosano con mis acusaciones.
    —Y con esto quedan resueltas casi todas las contradicciones en los testimonios. Señor Valdemaro, puede irse, su artritis le habría imposibilitado usar el arma homicida. Señor Breccia, usted también, desde su posición no tenía acceso al arma del crimen. Señor Scalpellino, usted es demasiado grande para ser nuestro asesino, puede marcharse. Señora Auditore…
    —Me quedo —me interrumpió—. Me da igual si me han exculpado, no van a dejarme fuera de esto.
    —¡Eh! —protestó Piero—. ¡Entonces yo también quiero quedarme, que cada vez que me voy me quedo desactualizado!
    Rosano chasqueó los dedos y señaló hacia la puerta. Piero agachó la cabeza y se marchó.
    —El resto pueden quedarse. La señorita Arciere, el señor Capuccio y la señorita Rosano tuvieron acceso al armero. El señor Rosano (y su esposa) querrán conocer la resolución de este misterio, y aunque queda demostrada la inocencia del señor Pesci porque el señor Rosano estuvo todo el tiempo con él, creo que es conveniente que esté presente aquí también.
    —¿Quién de ellos lo hizo? —pronunció la señora Auditore.
    —Como digo, los tres que quedan aquí son los que tuvieron acceso al mueble armero en el que se exhibía el arma del crimen. Pero eso no habría bastado.
    —La cerradura del mueble armero no ha sido forzada —explicó Celdelnord—. Inevitablemente, el asesino necesitó la llave para poder abrirlo.
    —Pero la llave estaba en mi bolsillo —apuntó Rosano—. Siempre la llevo conmigo, y tras dejar a mi mujer y a mi hija en mi dormitorio, la usé para cerrar el armero, o sea que está claro que la seguía llevando conmigo.
    —Y sin embargo alguien abrió el armero con llave —repliqué—. Lo que sólo puede significar que el asesino se hizo con la llave, sacó el arma, y devolvió la llave a su lugar antes de que usted la echara en falta.
    —¿Cómo demonios iba alguien a…?
    Y se hizo el silencio. De pronto las piezas habían empezado a encajar.
    —Tú —rugió Rosano señalando a su hija.
    —¿Qué? ¡No! ¿Por qué iba yo a…?
    —Como hemos dicho —expliqué—, la bolsa volvió a aparecer. Quienquiera que la pusiera donde la puso quería incriminar a alguien. Pues bien, la bolsa apareció sobre la cama de la señorita Arciere.
    —¡Pero…! ¿Por qué iba yo a matar a alguien sólo porque Estela haya robado plata?
    —Nos ha vuelto a mentir, señorita Rosano, incluso cuando le hemos preguntado por qué mintió. No sé si la señorita Arciere habrá robado plata alguna vez, pero lo que sí sé es que no es eso lo que usted tiene contra ella.
    Dicho esto, arrojé sobre una mesa un sobre con las fotografías que habíamos encontrado en la caja fuerte del señor Capuccio.
    —¿Qué es eso? —preguntó la señora Auditore.
    —Lo que la señorita Rosano tenía en contra de la doncella —repliqué, y acto seguido me encaré de nuevo con María Teresa—. Fotografías de la señorita Arciere y usted “in flagrante delicto”.
    El señor Rosano las cogió y echó un vistazo. María Teresa le quitó una de las manos, la estudió y nos devolvió una mirada de superioridad.
    —Espero que tengan algo mejor —replicó—. En estas fotos sólo se ve la cara de Estela. No sabemos quién es la otra persona.
    —Lo sabemos —respondí—. Aunque la cara queda fuera de encuadre, la señorita Arciere no paraba de hacer esfuerzos por retener a su pareja inmóvil. La razón: quería que esto se viera bien en las fotos.
    Señalé la esclava de oro y rubíes que Estela llevaba en la muñeca, y que estaba totalmente a la vista en la foto que el señor Rosano sostenía en su mano.
    —Siempre lleva esa esclava consigo —explicó Boniatus—. La llevó incluso a la playa.
    —Es imposible no verla, casi la va exhibiendo allá donde va —matizó Parmacenda.
    —Y puso mucho cuidado en que no se la estropease cuando le hice la prueba de la pólvora —terció Celdelnord.
    —Dado que sabemos que esa esclava fue una herencia familiar —concluí—, resulta improbable que la llevase cualquier otra persona. Esto indica que es usted la persona de las fotos.
    —Aunque así fuera —dijo María Teresa—, eso no me convierte en asesina. Sólo demostraría que he podido tener una etapa bicuriosa, pero nada más. Y el hecho de que hayan encontrado estas fotos en poder de Estela…
    —¿Quién dice que las tuviera Estela? —la interrumpí—. ¿O acaso no se ha planteado aún que, si bien Estela es quien sale en las fotografías con usted, tenía que haber alguien detrás de la cámara? Es una polaroid, no se puede programar precisamente.
    —¿Qué…?
    —Usted estaba siendo chantajeada —expliqué—. Pensó que el chantaje venía de Estela y decidió quitarla de en medio. ¿Es cierto o no lo es?
    —… q… ¡No! ¡Claro que no! ¡No es más que una sarta de embustes y disparates! ¿Creen que mataría sólo para quitarme a esta guarra de encima? ¡Habría hablado con mi padre y la habría hecho despedir, así de sencillo! —bramó chasqueando los dedos.
    —¿Y cómo explica lo de la llave? Sólo usted tuvo acceso al señor Rosano antes y después del crimen, al arma entre ambas ocasiones y a la escena del crimen antes del doble asesinato.
    —¡El asesino sacaría copia de la llave! ¿A mí qué me cuenta?
    —Detectives —terció el señor Rosano—, su historia parecía convincente, pero ahora podemos ver que es cualquier cosa menos concluyente. Incluso yo he dudado de mi hija al escuchar sus argumentaciones, y debo reconocer que estas fotos… hija, tú y yo ya hablaremos. Pero esto no demuestra nada, y yo necesito una demostración. ¿Tienen al asesino o no?
    —Lo tienen —intervino entonces Capuccio—. Aún no lo saben, pero lo tienen.
    —Roberto… —intervino Estela.
    —No, ya es momento de sacarlo a la luz. Señor Rosano, como su contable he detectado una serie de irregularidades en las cuentas de esta familia, y como ya comprenderá, es mi deber dar con el origen en estas irregularidades. Pues bien, si bien su hija ha disfrazado algunos gastos personales como de empresa… también es cierto que ha percibido ingresos que se salen de nuestras cuentas.
    —¿Qué? —preguntó Boniatus sosprendido—. Un momento, he repasado sus cuentas y no he encontrado…
    —No iba a dejar constancia de ello en la misma casa en la que vive María Teresa. Tengo las pruebas en mi casa, a buen recaudo, y una vez que se desactive el Protocolo de Seguridad las presentaré. De momento sólo puedo decirle que he investigado a su hija por mi cuenta, y no le va a gustar lo que tengo que decirle: María Teresa ha estado trabajando como informadora para la policía.
    —¿Qué? —bramó Rosano—. ¡Pero eso es absurdo! ¡No hay nada de lo que informar! ¡No hemos hecho nada ilegal!
    —Bueno, técnicamente —observé— el espionaje industrial no es precisamente legal. No es un crimen, pero no es legal.
    —Aún así, ¿qué tendría eso que ver con…?
    —Creo que ya sé por dónde va el señor Capuccio —dije—. Su difunto asociado, el señor Palmintieri, le hizo saber que había recopilado cierta información sensible, pero según usted, nadie de la casa sabía en qué consistía esa información. El verdadero motivo del asesinato fue, efectivamente, hacerse con la bolsa; pero el asesino la devolvió, usándola para incriminar a la señorita Arciere. Dado que usted autentificó el contenido de la bolsa, dado que no echó nada en falta, cabe suponer que quien robó la bolsa luego descubrió que no contenía nada que le interesara.
    —¿Y bien?
    —El asesino sospechaba que su asociado le había descubierto. Pensaba que el contenido de la bolsa eran pruebas contra él. Y ahora que sabemos que María Teresa trabajaba como informadora para la policía, creo que sabemos quién tenía más que perder si sus sospechas eran ciertas. Al comprobar que en la bolsa no había pruebas contra ella, cambió su plan y trató de quitarse de encima a una amenaza.
    —¿Qué? ¡¡No!! A ver, sí, la policía quiso usarme como informadora, lo confieso, pero como bien ha dicho mi padre, ¡no había nada de lo que informar! E incluso si hubiera hecho algo así, maldita sea, ¿cómo iba yo a recorrerme toda la casa con la Tommy de Elliot Ness a cuestas sin que nadie me viera? ¡Todas estas acusaciones carecen por completo de sentido! ¿Es que no lo ves?
    —Hay una cosa más —intervine—. Cuando encontramos la bolsa, su base estaba manchada por un extraño residuo rosáceo.
    —Nos costó lo nuestro identificarlo, no tengo aquí un laboratorio como el de nuestras oficinas —explicó Celdelnord—. Pero era definitivamente un musgo exótico, de origen arbóreo, formado por madera de cedro libanés en descomposición.
    —Dado que no se encontró esa sustancia en el escenario del crimen, tenía que haber salido del lugar en el que se escondió la bolsa hasta que se plantó en el dormitorio de la doncella—agregó Boniatus—. Pero no había rastro alguno de esa sustancia en ninguna otra parte de la casa.
    —Sin embargo —aportó Nicolás—, la historia de la Villa Rosano habla de distintas medidas de seguridad, habitaciones del pánico, túneles de huída. Si algo de esa historia era cierto, significa que aún nos faltaba una parte de la casa por examinar.
    —Díganos, señor Rosano, ¿quién de esta casa sabe de la existencia de un túnel de huída, apuntalado con vigas soporte de cedro libanés, que conecta su dormitorio con la fuente de piedra del garaje?
    —Hasta donde yo pensaba, nadie salvo yo.
    —Le diré, sin embargo, que en ese túnel hemos encontrado las botas que el asesino utilizó para dejar huellas engañosas en su huída, así como un par de guantes quemados, una bolsa de deporte vacía y, por supuesto, moho de cedro libanés por las paredes y el suelo. Luego alguien más conocía la existencia de este túnel.
    »Añadamos estos elementos a nuestra reconstrucción de los hechos. El asesino necesitaba acceso a tres cosas: la llave del armero, el armero en sí, y el túnel de su dormitorio. Le robó la llave, se hizo con el arma, la guardó en una bolsa de deportes para no llamar la atención y se adentró en el túnel para salir directamente por el garaje. Esperó a escuchar pararse el motor del coche, sacó el arma, salió por el túnel, disparó, dejó el arma a la vista y robó la bolsa.
    »Pero algo ocurrió al margen de los planes del asesino: el túnel sólo se abre desde un extremo, no desde el otro. Una vez cerrada la fuente de piedra, no pudo volver a entrar. Así que corrió por el atrio con dirección a la casa. Al ver salir a Piero por la puerta de la cocina, se escondió momentáneamente tras una columna, las huellas lo atestiguan. Entró por la cocina, oyó a Alfredo llegar y se escondió bajo la mesa, dejando una última huella. Probablemente, en este punto se dio cuenta de que iba dejando un rastro de pisadas a su paso, así que se quitó las botas, las guardó en una bolsa y cubrió las de la entrada de la cocina con un felpudo para dificultar la investigación.
    »Entonces corrió hacia el dormitorio principal, para poder esconderse en el túnel y examinar el contenido de la bolsa. Aprovechando el caos general, pudo llegar hasta su dormitorio sin que se le viera. Nadie notó nada porque había mucha gente inquieta en ese momento… salvo el señor Capuccio, que se fijó en que, mientras todo el mundo corría en una dirección, sólo unos pasos se movían en dirección contraria. Pero no le dio tiempo a nada más: oyó pasos que se acercaban al dormitorio, así que escondió momentáneamente la bolsa bajo la cama, esperando una oportunidad para poder ocultarla mejor.
    —Como ven —concluí—, sólo María Teresa pudo haber hecho todo eso. Es la única persona que tuvo acceso a la llave, al armero y dos veces al túnel para ocultar la bolsa.
    —¡Oh, venga ya! —protestó María Teresa—. ¿Y cómo iba yo a haber escondido la bolsa en ese supuesto túnel si estuve con mi madre todo el tiempo?
    —La copa —musitó entonces Carla, dejando a María Teresa congelada en el acto—. Me pediste que te consiguiera una copa. Te quedaste sola unos minutos.
    Y María Teresa tardó demasiado tiempo en contestar. Y esta vez, el amante y protector padre fue capaz de ver sin una venda en sus ojos.
    —Fuiste tú —dijo—. Has estado mintiendo todo este tiempo. Has traicionado a tu familia. ¡Has matado a dos hombres! ¡¡Y has tratado de hacer cargar a otra persona con tus culpas!!
    —¡Padre! ¿De verdad vas a hacer caso a…?
    —Carla, sal y ordena a Piero y a Paolo que vigilen esta entrada. Dile a Alfredo que desactive el Protocolo de Seguridad.
    —Yo no voy a ninguna parte…
    —¡Carla, hazme caso! Desactiva el Protocolo de Seguridad, y luego llama a la policía.
    —¿¿Qué?? ¡A la policía! ¿Es una broma? ¿¿Y qué pasa con Omertá, eh??
    —¡¿Te atreves a invocar Omertá en casa de un respetable hombre de negocios?! —rugió Rosano, quien de pronto parecía mucho más alto y monstruoso—. ¡Omertá es una ley del Sindicato! ¡E incluso si así fuera, con tus acciones has deshonrado a cualquiera de tus ancestros que pudiera haber tenido algo que ver con esa ley! ¡Has tratado de enriquecerte de una manera sucia traicionando a tu propia familia, has matado, robado, mentido y perjurado! ¡Hija mía o no, mereces un escarmiento por tus acciones!
    —Padre… Tu corazón…
    —¡¡Y encima no me vengas ahora con eso!! ¡¡Si tanto te preocupa mi corazón, deberías haber tenido cuidado de no romperlo en mil pedazos!! ¡¡¡Indecente!!!
    María Teresa cayó al suelo de rodillas, deshecha en lágrimas. Su padre me pidió que le acompañara y salió a hablar con Piero y Paolo.
    —Todo ha sido un accidente —dijo a sus hombres—. María Teresa mató a Aldo y Luca por accidente, no esperaba que el arma se le disparara, y va a entregarse por su crimen.
    —Pero jefe… —quiso decir Piero.
    —No me llames jefe y no me discutas. Esto es un asunto de familia y será tratado en familia. Mi hija pagará por sus actos. Si aprende la lección, su tiempo entre rejas será su penitencia; si no la aprende, recordaremos lo que aquí ha ocurrido en realidad y, como ciudadanos responsables que somos, hablaremos con la policía. ¿Me habéis entendido?
    Piero y Paolo asintieron al unísono. Rosano caminó por el vestíbulo con rumbo a su despacho, seguido por Pesci, Mycroft y la Junta Directiva de la Sociedad del Misterio. Por el camino pude escuchar a Boniatus preguntar a Mycroft dónde había estado todo este tiempo, y a éste responder “Oh, ya sabes… intercambiando trucos de cocina con Piero, tomando algún coñac con el señor Rosano, esas cosas”.
    Llegamos finalmente al despacho. Rosano nos pidió que cerráramos la puerta al entrar, se sentó en su escritorio y nos ofreció asiento.
    —Esto era lo que pensaba hacer con el culpable —explicó—. Debo proteger a mi familia, pero no voy a dejar que dos muertes queden impunes. ¿Dirán algo a la policía?
    Nos miramos unos a otros.
    —Bueno, técnicamente es obstrucción a la justicia —observé—, pero ha entregado al culpable y va a pagar por su crimen, así que… Supongo que podemos aceptarlo. Pero sepa que consideramos este caso nuestra responsabilidad, señor Rosano; si como usted ha dicho su hija no se arrepiente de lo ocurrido, esperamos que usted tome cartas en el asunto, porque de lo contrario y en virtud a nuestro contrato, tendremos que hacerlo nosotros.
    —Un trato es un trato. Disculpen que no les haya podido hablar del túnel con anterioridad… Si uno de los miembros de mi Familia lo sabía tenía que proteger esa información a cualquier coste, y si no era así no podía dejar que alguien lo descubriera.
    —Creo que no lo entiendo del todo.
    —En una palabra, señores: Omertá.
    —¿Pero no había dicho…? —comenzó Parmacenda.
    —Estoy fuera de ese juego —le interrumpió Rosano—. Pero las viejas costumbres nunca mueren, ya saben. ¡Bien! Soy un hombre de honor y siempre saldo mis deudas, así que… ¿cuánto por sus servicios?
    Esta era una situación un poco inusual. Pocos han sido nuestros clientes particulares, y rara vez tan bien situados, y desde luego nunca antes habíamos tenido que afrontar un caso bajo tanta confidencialidad. Nuestros honorarios en esta ocasión habrían de ser diferentes a lo habitual.
    Por eso mismo creo que nadie esperaba mi respuesta:
    —Por ser usted, señor Rosano, vamos a cobrarle la mitad de lo que facturaríamos normalmente.
    —¿¿Qué?? —exclamaron todos los Jefes de Departamento al mismo tiempo. Sólo Mycroft sonrió al oír esto.
    —No le entiendo, señor Ryder. No necesitan darme un trato preferente…
    —No me he explicado, señor Rosano. Si está usted de acuerdo, estaría encantado de canjear la otra mitad de nuestros honorarios por… otra forma de pago.
    —¿A qué se refiere exactamente? —preguntó con una mirada suspicaz.
    —¿Mycroft?
    —Sabemos que estás fuera del juego, Giancarlo —explicó nuestro consultor externo—. Pero sabemos que mantienes el contacto con los Sidone, y naturalmente con el entramado del difunto Palmintieri. Y eso es lo que queremos: información desde dentro.
    —No soy ningún chivato, Mycroft, y lo sabes desde hace años. Si piensas que voy a…
    —No me has entendido —interrumpió Mycroft sacando del bolsillo interior de su chaqueta un papel doblado—. Verás, en el transcurso de nuestras investigaciones, llegamos a enterarnos de los siguientes sucesos: el veinticuatro de septiembre de 2007, Sigfrido Cornejo, asesor de imagen para renombrados criminales, murió en un tiroteo. Veintiséis de febrero de 2008, a Salvador Manero le echan de la carretera causándole la muerte. Diecisiete de Septiembre del mismo año, Miguel Huertas, policía corrupto que hacía de sicario para el Sindicato muere de un disparo en la frente. El Crimen Organizado ha perdido varias cabezas, y dado que nadie presentó denuncias no nos enteramos hasta que ya era demasiado tarde.
    —No queremos que eso vuelva a pasar —aporté—. Un asesinato es un asesinato, y el culpable debe ser detenido. Así que esta es mi oferta: la mitad de nuestros honorarios, y su firme compromiso de avisarnos si se entera de cualquier crimen cometido contra el Sindicato. Nosotros no somos la policía, bien lo sabe ya, por lo que Omertá no nos contempla.
    Rosano dedicó una mirada dubitativa a Pesci, quien tras meditarlo unos instantes asintió con gravedad.
    —Es el trato más raro que he hecho en mi vida —reflexionó Rosano finalmente—. Pero si es lo que desean, no veo cómo podría rechazar su oferta. Simplemente tengan claro que yo no delataré a nadie.
    —No es lo que le hemos pedido.
    —Bien, sea pues. Antonio, trae a Capuccio y arreglad el tema del dinero con estos señores. Y creo que le debemos una disculpa a Capuccio. Y ahora, si me disculpan…
    Giancarlo Rosano se levantó y salió de su despacho para reunirse con su mujer y su hija. Las personas como el señor Rosano parecen cambiar de tamaño según su estado de ánimo: imponente cuando nos mira sin hablar, monstruoso cuando grita a su hija, pero ahora que todo había terminado, ahora que la Familia que tantos años le había costado construir estaba rota, el emperador de la construcción y antiguo rey del crimen se veía más pequeño que nunca.

    CASO CERRADO.

  247. Jack Ryder dice:

    Lo conseguimos, equipo. El caso está cerrado. Ya tenéis la Escena del Salón en la Sala de Archivos. Dadme un momento para repasar mis notas, y tendremos las condecoraciones listas. Hasta entonces, ¡buen trabajo!

  248. Parmacenda dice:

    Vaya. Debo reconocer que no me había visto venir que María Teresa fuese una informadora para la policía. No me lo esperaba en absoluto.

    Reconozco que me imaginaba que había alguien trabajando con la policía, pero estaba convencido que se trataba de Piero. Pasa un tiempo en la carcel, está claramente reformado, y nada más salir pide un trabajo con su antiguo jefe, donde se dedica a hacer tareas variadas y tiene suficiente libertad para ponerse a cocinar y dar el día libre a la cocinera… vamos, para mi era el prototipo de «topo» policial.

    Supongo que tocará celebración, pero no se yo si la gente de la hacienda Rosano estará de humor para tenernos por aquí… y yo tengo ganas de irme a otra parte después de estar aquí a la fuerza. Alguna sugerencia?

  249. Hetty Callahan dice:

    Vaya perla que ha resultado ser la princesita Rosano…

  250. Yo no me había visto venir el hecho de que hubiera un informador de la policía, Parmacenda, ni la princesita ni nadie… Pero te diré que sospechaba de María Teresa desde el principio con el tema del dinero. Se me cruzó por la cabeza que Roberto robara para ella, pero mi idea más recurrente era que ella obtuviese ingresos «extra» hablando con competidores de la familia Rosano.

    En fin, me fui a ver una peli, y vuelvo con caso cerrado! Reconozco que pensé que cerrarlo nos iba a llevar al menos 2 días más…

  251. Lilly Christie dice:

    Bueno, pues que el caso quedó ya. Felicidades a quienes lograron resolverlo, de quienes nos enteraremos pronto, espero. Yo tenía una duda, pero ya no es relevante: si la luz del vestidor se encendía sólo mientras la persona estuviera cerca o si se mantenía encendida por unos minutos. Si hubiera sido lo segundo me hubiera gustado saber si el señor Roscano había visto encendida esa luz al entrar al cuarto…

    ¡En fin, que ya voy a por el Grog!

    (Señor Ryder, ya se que la emoción por poner la Escena de Salón era mucha, pero… ¿Dos veces y pegadas?)

  252. Jengibre dice:

    ¿alguien ha dicho fiesta????

    Veo que tengo el don de la oportunidad… ¡¡siempre llego justo a la hora de celebrar!!!!

    Me ausento el fin de semana porque mis padres han celebrado sus bodas de oro y se han vuelto a casar, y cuando regreso me encuentro que ya habéis cerrado el caso… ¡¡¡pero que buenos sois todos, jodíos!!!! 😉
    Pues nada… a celebrar… que yo ya voy vestida para la ocasión…
    Nunca me gustó la princesita narcisista…

  253. maureen1978 dice:

    Vaya… pensaba que Boniatus había movido el felpudo, y por eso había descartado que hubiera algo debajo, pero está claro que leí mal…
    En fin, que el caso está resuelto y eso es lo importante. ¡Enhorabuena a todos!

  254. Jack Ryder dice:

    Ooops, cierto, Lilly, gracias por el aviso. Anoche me iba tan mal el ordenador que raro es que sólo se me haya pegado dos veces, pero igualmente no me había dado cuenta… corregido, gracias!

  255. Hetty Callahan dice:

    Se me ocurre que para esta celebración aprovechemos el calorcito y nos vayamos a la playa, por supuesto con la bañera de grog que no puede faltar. Y eso que escucho a lo lejos… es una sirena??

  256. Jack Ryder dice:

    Bien, damas y caballeros, no voy a teneros esperando más tiempo: he aquí las condecoraciones.

    INVESTIGADORA JENGIBRE: Primerísimo Primer Golpe. Esto se está empezando a poner de moda… En la Sociedad del Misterio se premia la puntualidad, y por eso esta condecoración se mantiene, pero ya van dos casos que os presentáis antes que yo. Ansias, que sois unos ansias.
    JEFE DE DEPARTAMENTO PROFESOR BONIATUS E INVESTIGADORA LILLY CHRISTIE: Sobre la pista. Este caso ha sido una marabunta de mentiras. Acostumbrados como estamos a buscar al único mentiroso, descubrir que todos mienten nos dejó un tanto descolocados. Sin embargo, el Profesor Boniatus fue el primero en observar que, pese a tanta mentira, debía existir una base de verdad en los puntos que todas las historias tuvieran en común; Lilly Christie, por su parte, fue quien primero se dio cuenta del patrón: todo el que mentía lo hacía para incriminar a alguien
    JEFE ADJUNTO DE DEPARTAMENTO PARMACENDA: Pista clave. ¿Pero dónde se escondió la bolsa robada? ¿Cómo lo hizo el asesino para llegar hasta la escena del crimen sin llamar la atención? ¿De dónde salía ese maldito residuo rosáceo? La respuesta a todo eso era, curiosamente, otra pregunta: ¿por qué el aplique de la pared iluminaba el felpudo? Bien visto, Parmacenda.
    INVESTIGADORA MAUREEN1978: El nexo. Si bien era esencial tener acceso al arma del crimen, no serviría de nada sin poder también hacerse con la llave. Maureen fue quien primero reparó en este hecho.
    INVESTIGADORES UNA DE RIZOS…, MAUSER STILL Y URIEL EUGENIO: Descartes. Con tantísimos sospechosos, el primer paso tenía que ser descartar a los imposibles. Una de Rizos… se dio cuenta de que sólo Piero dudaba de Paolo, mientras que el resto de testimonios le situaban fuera de alcance para cometer el crimen. Mauser fue el primero en apuntar que, con noventa años y una artritis reumática particularmente virulenta, difícilmente podría Alfredo utilizar la Tommy. Uriel, a su vez, quien dio por inocente a Carla Auditore al constatar que dos personas distintas la exculpaban.
    INVESTIGADORA MAUREEN1978 Y JEFE DE DEPARTAMENTO MR. ZALAYA: Pieza perdida. Dos elementos nos despistaban en este misterio: ¿cómo lo hizo el asesino para entrar por la puerta de la cocina sin ser visto? Y ¿por qué sus pisadas eran tan extrañas? Por suerte, Maureen se fijó en que las columnas podían servir como escondite, y Mr. Zalaya pensó en un pie pequeño dentro de una bota grande. El caso se podría haber resuelto sin esto… pero así está más que blindado.
    JEFE DE DEPARTAMENTO PARMACENDA E INVESTIGADORES MAUREEN1978 Y URIEL EUGENIO: Recopilación. En casos como éste, con tantísimos hechos y contradicciones, a veces es más que necesario poner las cosas en orden, quitar la paja y quedarnos con el grano. Maureen, Parmacenda y Uriel se han esforzado por hacer este trabajo en más de una ocasión a lo largo de esta investigación, un trabajo que creo que es más que de agradecer.
    INVESTIGADORAS UNA DE RIZOS…, JENGIBRE Y HETTY CALLAHAN: Bulldog. Bueno, bueno, bueno, esta vez tenemos una jauría de bulldogs en condiciones. Esta condecoración se otorga a quien se agarra a una idea desde el principio y no la suelta ni con agua caliente. En este caso, estas tres investigadoras enfilaron a María Teresa Rosano desde el principio. Mención especial para Jengibre y la Rizos, que prácticamente atacaron este concepto en equipo.
    INVESTIGADORA HETTY CALLAHAN: Participación activa. Una vez más, Hetty ha sido la investigadora que más conjeturas ha planteado en todo el caso.
    JEFE DE DEPARTAMENTO NICOLÁS: Eficiencia bajo presión. Como ya sabéis, la vida real tiene la mala costumbre de entrometerse en nuestras investigaciones. Nicolás ha tenido que repartir su tiempo entre elaborar su informe y atender sus asuntos personales, y creo que todos hemos visto la calidad de su informe. Buen trabajo, Nicolás.
    INVESTIGADORES AGATHA DETECTIVE Y MAUSER STILL: Salto de fe. A veces una misma prueba puede apuntar en dos direcciones distintas. A veces, una de las posibles interpretaciones parece tan improbable que nadie se atreve a seguirla. Y aquí pueden pasar dos cosas: que por no arriesgarnos estemos ignorando la verdad… o que al final resulte que si nadie seguía esa interpretación sería por algo. En cualquiera de ambos casos, esta condecoración se concede a los valientes que se arriesgaron con la interpretación minoritaria de una prueba ambigua.
    INVESTIGADORA HETTY CALLAHAN: CASO CERRADO. El asesino necesitaba acceder a la llave, al armero y al túnel, tendría problemas para manejar el arma, podía usar botas más grandes de su talla para dejar huellas falsas, necesitaría volver a acceder al túnel y al señor Rosano para devolver la llave a su lugar, además deun motivo para incriminar a la doncella. Demasiadas piezas en el mismo rompecabezas, y Hetty Callahan fue quien las puso todas juntas. ¡Buen trabajo!

    Pero claro, no podíamos dejar esto aquí. No sin nuestras condecoraciones especiales, y más aún sabiendo que una de ellas esta vez ha sido esencial para la resolución del caso:

    INVESTIGADOR KILFER – FERNANDO BELAZA: ¡CUCU! (No, no es ésta) Como ya sabéis, en la Sociedad del Misterio también queremos reconocer el mérito de quien entra en una investigación, saluda y no vuelve a aparecer hasta el cierre. Esta vez sólo KilFer se ha alzado con esta condecoración, temida y odiada por algunos (no lo entiendo, de verdad), ansiada y codiciada por otros, que tanta solera tiene ya en esta Sociedad.
    JEFE DE DEPARTAMENTO NICOLÁS E INVESTIGADOR MAUSER STILL: ¿Dónde está Wally? Esta vez el premio es ex-aequo. Por un lado, Nicolás fue el primero en sugerir que la caja de porno y la caja fuerte del contable fuesen una misma cosa, aunque ya sabéis que eso no se premia si no se aportan pruebas; pero al enterarse de la fijación de Capuccio por Cavalleria Rusticana (antes de terminar de redactar su informe), en privado me comentó que creía que la clave de la caja fuerte tendría alguna relación. Por la otra parte tenemos a Mauser, quien valiéndose de las pruebas que ya se habían publicado llegó a la misma conclusión. De no ser por ellos, en este caso no habríamos encontrado porno (y eso es inadmisible), y probablemente tampoco tendríamos el móvil de María Teresa, así que… ¡buen trabajo!

    A los premiados, ¡enhorabuena! A los demás, ¡buen trabajo! Habéis hecho todos un trabajo admirable. En serio, yo pensaba que con tanto testimonio íbamos a tardar al menos una semana en resolver el caso. Esta vez, me temo, nuestra reputación se mantiene como está (acuerdo de confidencialidad, ya sabéis, si los medios no se enteran de lo que hemos hecho difícilmente nos van a aplaudir por ello). Pero a cambio, hemos conseguido un buen trato para que lo que ocurrió con los crímenes que encubrió Mendoza no se vuelva a repetir.
    ¡Bien! ¿Dónde hemos dicho al final que será la fiesta? Digo porque los bomberos ya están llamando pidiendo la dirección.

    (oh, y… no pensaríais que esta vez no iba a haber créditos, ¿verdad?)

  257. Jack Ryder dice:

    Ufff… cuidado, Hetty, tú llevas poco tiempo por aquí, supongo que te referías a la de los bomberos pero… no sé si sabes las terribles, TERRIBLES implicaciones que puede tener en la Sociedad del Misterio combinar los conceptos «Fiesta», «Playa» y «Sirena».

  258. Jengibre dice:

    Pues no se… porque esta vez no he sido yo la que ha llamado a los bomberos… 😉

    Me gusta tu idea… ¡¡¡¿¿¿playita para fiesta loca???!!!

  259. Jengibre dice:

    Cierto Jack… ¡¡¡había olvidado el episodio de la sirena!!!
    No sabes lo que has hecho, insensata…
    Por cierto, recuerdo que en aquel caso se me acusó de no querer confraternizar con los compañeros… y luego mira como acabo la fiesta…

  260. Jengibre dice:

    Por cierto, que antes no había leído las condecoraciones así que:

    ¡¡¡¡ENHORABUENA A TODOS LOS PREMIADOS, EN ESPECIAL A HETTY!!! buen trabajo compañeros…

    Y Jack, no era ansia… lo juro por Snoopy… y esta vez tampoco ha podido ser lo de ganar la Cu-cú… me gusta demasiado conjeturar (con o sin pruebas), pero me llevo esa Bulldog, que tampoco está mal… soy bastante cabezota cuando algún sospechoso no me da buena espina… (de hecho sigo pensando que Carlos Ashmoor no es trigo limpio)

    Venga chicos, animaros y nos vamos a la playa… creo que todavía quedaban cocoteros para bailar y Nicolás seguro que se trae el órganos de San Corrado…

  261. Parmacenda dice:

    Enhorabuena a los condecorados! Otra enhorabuena para Hetty!

    Y ahora voy a recoger mi bañador para ir a la playita a celebrar. Y un localizador GPS, por si vuelven a aparecer las sirenas de aquella vez…

  262. Felicidades a los que ganaron condecoración, y también a los que no! 😉
    ¡Ya me había olvidado de los créditos!

    Jack, una duda tonta… la condecoración «Salto de fe», ¿por qué se dio? Me refiero a cuál fue la prueba ambigua.

  263. Jajajaja, Jack, ¡lo del secreto de la nonna Scalpellino es un puntazo!

  264. Jack Ryder dice:

    Uriel, la Salto de Fe se ha concedido por las dos teorías más arriesgadas que he visto en este caso en torno a la señora Auditore y su pasión por la ópera: su posible aventura con Roberto Capuccio (fundamentada en las dos únicas ausencias de éste de su puesto de trabajo) y su posible ceguera (basada en el palillo en el medicamento). Ambas resultaron ser incorrectas (aunque fácilmente comprobables con sólo una pregunta al señor Rosano), pero hay que reconocer lo arriesgado de las dos.

  265. Nicolás dice:

    ¡Enhorabuena a los condecorados! ¡Y felicitaciones a Callahan en especial!
    ¿Playa? ¿Órgano de Iglesia? ¿Sirenas? Ay.
    Doble ‘Ay’. ‘Ay’ a la enésima.
    Bueno, si no hay más remedio que ir a la playa (sin Mariana, por favor), habrá que ir. Voy llevando el órgano y a la orquesta. Pero estaré al cien sólo después del miércoles.
    Felicitaciones, compañeros.

  266. Ole ole, me han dado dos condecoraciones! Ya me puedo dormir tranquila, que hasta he soñado con la mafia estos días (no preguntéis) xD

    Y¿ veis? LO SABÍA. Esa mujer no era trigo limpio. Tengo un radar para arpías, si ya lo dice mi madre.

    Felicidades a todos los participantes y ale, ale, ¡ahora a tomar mojitos!

  267. ¡Gracias por la respuesta Jack! Era sólo que no me acordaba, y la explicación de la condecoración no lo mencionaba.

  268. Mauser Still dice:

    Pero…. ¡Me voy medio día y me encuentro el asunto cerrado!

    ¡Yay! ¡Tres medallas! (Mitessssssoroooo) 😀

  269. Mauser Still dice:

    Pues si eso os parece una teoría arriesgada, no queráis saber a donde me llevaba.

    Llegué a pensar que nadie mentía… con eso os lo digo todo. Pero la Respuesta de Rosano me desarmó el castillo antes de que terminara de cimentarlo.

    ¡Y ahora que se ha desactivado el protocolo de seguridad, ya no necesitamos las palomas mensajeras! ¿Quién quiere pichón asado con el grogh?

    Y antes a ver que trae hoy el periódico…. «Hallada rica heredera en el fondo del Ebro con Zapatos de Cemento: la policía cree que se trata de un triste accidente durante las actividades de un campamento de verano»

    😀

  270. Jengibre dice:

    Vale, pues fiesta en la playa…
    Vamos preparando la logística de la fiesta.
    1- bomberos avisados, y esta vez prometo que habrá para todas las investigadoras, vendrán un par de dotaciones y traerán el camión cisterna con el grog y también la bañera… Esta vez no se si podremos contar con ese grog añejo poderoso de Zalaya, así que no debería haber problemas de transformaciones sireniles y se podrán tomar baños de grog. Nicolás, tranquilo, nada de sirenas esta vez…
    2- Para mojitos, caipiriñas y demás cócteles caribeños he avisado a un colega que tiene el mejor chiringuito playero de nuestra costa…
    3- Mauser, tú te encargas de asar los pichones… y ya puestos si convences a Piero para nos prepare el catering de la fiesta perfecto… me muero por probar la receta secreta de la nona!!!!
    4- Nicolás se encarga de la música a partir del miércoles… hasta entonces podemos empezar con un karaoke ¿que os parece?

    y por último, como la fiesta es en la playa y es la primera de la pequeña Baby Boniatus, habilitaremos una zona infantil donde la más peque de la sociedad podrá divertirse con el agua y la arena… Así el profesor podrá participar también de la fiesta. Jack, como tu no bebes alcohol podrías ejercer de canguro… 🙂

    ¿me dejo algo?

  271. Hercule Poirot dice:

    Enhorabuena a los condecorados!!! Buen trabajo, compañer@s.
    Me uno a la celebración en la playa. No os preocupéis, que yo llevo la pelota hinchable y la red de boley (no pueden faltar en una fiesta en la arena…)

  272. Mauser Still dice:

    Bene: io posso parlare con con Piero per disponere il mangiare a la celebrazione Piaggera. Io Parlo la sua lingua per que he visionato «A Mandolina dei Capitano Corelli» y «Il PAdrino» Catordici vecci.

    Además, lo de la playa es necesario: y los bomberos tendrán que firmar un acuerdo de confidencialidad. Si la poli se entera de que estamos haciendo fiesta, sumarán dos y dos y deducirán que hemos resuelto un caso. Y entonces empezarán a hacer preguntas. Preguntas incómodas 😀

  273. Jengibre dice:

    Va benne Mauser…
    Tendremos que buscar un buen abogado y hacerle una oferta que no podrá rechazar… 😛

  274. Jack Ryder dice:

    ¡Hurra, por fin alguien me habilita una zona infantil para m…! digoooo sí, buena idea, seguro que a la pequeña Boniatus le hace ilusión 😛

  275. Jack Ryder dice:

    Oh, y una cosa, si esta vez no va a haber sirenas…

    … esta es mi oferta: fiesta playera, fogatas, la gente se anima, celebramos nuestra victoria, se nos une un grupo de enanitos peludos tocando las marimbas, y en el último momento, en un rincón, aparecen los fantasmas de Aldo y Piero, sonrientes y serenos, agradecidos por haber resuelto sus asesinatos.

    Entonces aparece el fantasma de Hayden Christiansen.

    O la fiesta desmadra hasta este punto, o para mí no es válida 😀

  276. Jengibre dice:

    Jack… necesitamos un departamento de organización de fiestas ya!!!!!! 😛

  277. Jengibre dice:

    Jack, técnicamente si que van a haber sirenas… las de los bomberos…

    Además, seguro que en cuanto comience a correr el grog la fiesta se va a desmadrar hasta el infinito y más allá…

  278. Mauser Still dice:

    Pesci está dispuesto a redactar el acuerdo: a cambio solo me ha pedido que levante el campamento que he puesto en la sala de trofeos de los Rosano. Va a ser duro, pero por la causa me sacrifico 😀

  279. Lo de los bomberos yo lo veo muy correcto. Si la poli empieza a hacer preguntas, le decís que es mi despedida de soltera y punto xDD

  280. celdelnord dice:

    Felicidades a todos los condecorados!! En especial a Hetty!!

    Playa… fiesta… sorry, mi sosez no me lo permite. Pasadlo bien que yo mantengo las oficinas controladas.

  281. Hetty Callahan dice:

    Mi primer caso cerrado! Yujus!!!! Aquí tengo el karaoke para pasando el rato hasta que Nicolás se nos una 😀 Enhora buena a todos los condecorados, esto hay que celebrarlo con un buen baño de grog y muchos pinchitos, que siempre molan en la playa.

    Creo que prefiero no saber que ocurrió con las sirenas… mejor no vuelvo a comentar nada y hago mutis por la bañera….

  282. Jengibre dice:

    Hetty, no te enfades, por favor…
    El jefe se refería a la fiesta del caso 22 (el asesino asesinado), la fiesta más alocada de todas las celebradas en la sociedad. En ese caso batimos el record de conjeturas, más de 400 y más de la mitad sólo eran de la fiesta. En esa fiesta aparecen unas sirenas que secuestran a Nicolás, a mi se me acusó de nos estrechar lazos con los compañeros y fue en la primera fiesta en la que aparecen los bomberos…

    que os parece si empezamos con el karaoke?? Uno empieza una canción y la vamos completando…

    Eva Maria se fue
    buscando el sol en la playa
    con su maleta de piel
    y su bikini de rayas

  283. Hetty Callahan dice:

    Dioses! Eso sí que tuvo que ser divertido :). No me enfado, más bien era un poquito de susto ;). ¡¡¡Que siga la música!!!

    Ella se marchó
    y solo me dejó
    recuerdos de su ausencia
    sin la menor indulgencia
    Eva María se fue

  284. Lilly Christie dice:

    Paso las noche así
    buscando a Eva María…
    Cuando no puedo dormir
    miro su fotografía…

    ¡Felicidades a todos los Condecorad@s! (Me llevé una medallita con sólo tres conjeturas, wiiii) Y a ver si me pongo a practicar esa receta, que se ve muy buena n.n

    Ah, y… Señor Jack, creo que le adulteraron el té, que yo recuerde Piero no era uno de los muertos, sino Aldo y Luca n.n

    ¡Fiesta playera!

  285. Profesor Boniatus dice:

    Baby Boniatus se queda en casa… Conociendo estas fiestas, seguro que pasa algo… desaparicion de calcetines, alucinaciones colectivas, vortices dimensionales… yo que se…
    ESo si, yo una jarra de Grog y un pichon me los tomaria…

Plantea tu conjetura

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.