Caso nº 00012: EL CRIMEN SIN ESCENA (CERRADO)

La calma reinaba en las oficinas de la Sociedad del Misterio. Boniatus seguía investigando por su cuenta la explosión en la vieja finca de Mariano Hormigo… una escena sin crimen, como me gustaba llamarla; pero había que reconocer que, a medida que avanzaba la investigación del equipo reunido por el Profesor, cada vez parecía más claro que no se había tratado de un accidente.

De cualquier manera, no nos había entrado ningún caso nuevo, y Boniatus se había llevado a algunos cuantos para su investigación, así que nuestras oficinas estaban inusualmente tranquilas. Y por “tranquilas” quiero decir “soporíferas”. Cualquier defensor de la ley y la justicia diría que una temporada sin crímenes es una buena temporada; pero Sherlock Holmes sabía que para todo investigador particular estas rachas sólo traen la apatía, el aburrimiento y el indeseable deseo de que alguien infrinja alguna ley.

Los tres golpes del mensajero en la puerta casi tuvieron que despertarme. Me levanté bostezando, acudí a la puerta, recibí el paquete (algo más grande que una caja de zapatos), firmé la recepción y volví a mi escritorio. En ese momento me di cuenta de que el remite decía “Suministros médicos”. Creo que esa fue la primera vez que realmente le presté atención al paquete que tenía en mis manos.

En el interior del paquete había un contenedor isotérmico. Al levantar la tapa, encontré pegada en su cara interior una carta mecanografiada en una funda de plástico. Pero cuando vi el contenido del contenedor, aparqué la carta para un análisis más detallado en otro momento. Sobresaltado, llamé de inmediato a Irene, nuestra contacto en el laboratorio forense. Necesitaba hacer una prueba, sólo para hacer las cosas bien, pero en el fondo ya sabía cuál iba a ser la respuesta.

Sobre una capa de hielo descansaba una mano humana cercenada. Y sobre su palma, cinco cartas de la baraja francesa: dos ases, dos ochos y un siete.

—Las huellas coinciden —me explicó Irene—. Es la mano de David Jiménez.
—El fratricida de nuestro primer caso —musité—. La puesta en escena era bastante clara. Mano cortada, jugada de la Mano del Muerto sobre la palma. Tenía que ser él.
—Pero dijiste que seguía en el centro Arca.
—Su madre murió la semana pasada. De cáncer. Se le concedió un permiso para asistir al entierro. Esto es reciente.
—No sabría decírtelo, Jack. El hielo ha conservado bastante bien la mano, pero no sabría decir cuánto tiempo…
—Han tenido que hacerlo antes del regreso previsto de Jiménez al Arca, o su desaparición se habría sabido antes de que recibiéramos el paquete.
—Entiendo.
—¿Qué más puedes decirme?
—El corte ha sido cauterizado. Por el estado del hueso diría que ha sido bastante quirúrgico. Podrían haber limpiado la muñeca, pero aún así se aprecia poca sangre para lo que habría cabido esperar.
—¿Torniquete?
—Y bien hecho. La amputación fue premortem. No hemos tenido suerte, no había piel del agresor bajo sus manos. Tengo que hacer algunas pruebas más para intentar determinar si había sido sedado o si el agresor iba cubierto de la cabeza a los pies… pero si fue eso último, busca algún lugar frío; con este calor, nadie trabajaría cómodamente así vestido.
—¿No puedes decirme nada más sobre dónde se cometió el crimen?
—Sólo tengo esa especulación, y ya te digo que necesitaría saber si la víctima fue sedada o no. No hay nada más que ayude a saber dónde ocurrió. ¿Qué tienes tú?
—Las cartas son de casino. Son plásticas, resisten al agua y no se rompen. Son dos barajas distintas… ¿ves? La doble pareja está sacada del Casino Night, el siete del Comodín Salvaje.
—¿Por qué barajas distintas?
—Aún le estoy dando vueltas a eso.
—¿Y la carta? La mecanografiada, digo.
—Aún no la he leído, primero quería saber todo lo que podíamos sacar del resto del contenido del paquete.
—¿Por qué?
—Porque quienquiera que me haya enviado esto, y estoy bastante seguro de saber quién ha sido, podría querer crearme una primera impresión con su carta y lanzarme a investigar en la dirección equivocada.
—¿Qué dice Boniatus?
—Está en otro caso.
—¿¿No le has llamado??
—¿Tenemos escena del crimen?
—No.
—Entonces prefiero que siga con su investigación. No quiero abandonar un caso sólo porque nos llegue otro un día después. ¿Podrías llamar al centro Arca y verificar que David Jiménez no ha vuelto?
—Tenemos su mano.
—Lo sé. Verifícalo, por favor.

Irene fue a hacer esa llamada. Yo rescaté la carta mecanografiada en su funda de plástico y comencé a leer. La letra de máquina me resultaba alarmantemente familiar.

Mi muy admirado detective Ryder:

Lo que llega a vuestras manos
no es más que una imitación.
El fantasma de Morfeo
yo albergaba en mi interior.
Viendo con mi único ojo
el charco de vida ennegrecer,
ni tercios, quintos ni medias:
yo la clave he de esconder.

Considere esto mi regalo de cumpleaños atrasado. Motivos ajenos a mi control me han impedido hacer esto cuando lo tenía previsto; pero lo que cuenta es la intención, ¿no es así?
Encuentren el resto del cuerpo antes de que sea tarde. Que se diviertan.

A. K.

—En el centro Arca no consiguen contactar con los guardias ni el conductor que le escoltaban —dijo Irene—. ¿Qué dice la carta?
—Que David Jiménez sigue vivo, y que quizás no tengamos mucho tiempo.

Caso nº 00011: LA ESCENA SIN CRIMEN (CERRADO)

Estábamos Jack y yo revisando los antiguos casos en la sede de la sociedad, cuando por la tele dieron la noticia. Había explotado una casa abandonada. Se trataba de una casa en las afueras, cuyo propietario, Mariano Hormigo había muerto décadas atrás sin dejar descendencia. La explosión había tenido lugar la madrugada anterior y según parecía había sido debida a un fallo con el gas. En el interior habían encontrado un cadáver carbonizado y sin identificar. La policía creía que era de un vagabundo que había entrado en la casa para pasar la noche. En resumen, había sido un accidente y que el pobre diablo había tenido la mala suerte de estar en el sitio menos indicado en el momento más inoportuno. Jack saltó de su silla cuando empecé a gritarle a la tele…

Profesor… ¿Te ocurre algo?

¿Tú te crees esta mierda? ¡Esta claro que eso no es lo que ocurrió!

¿Y según tu que pasó?

Para empezar, el cadáver no es de un vagabundo… Tú has visto las mismas imágenes que yo… La casa estaba vacía excepto por el cuerpo y cuatro muebles. ¿Dónde has visto un vagabundo que no vaya con todas sus pertenencias encima?

Me temo que un tribunal no aceptaría eso como prueba…

Ya, pero ¿No te parece cuando menos curioso que haya una explosión de gas en una casa que lleva treinta años abandonada? Es decir… ¿Cuanto gas podría haber en esa casa?

Podía quedar algo en la instalación original.

Jack… No puedes creerte eso

Y no me lo creo. Lo único que te digo es que todo eso no es concluyente.

Si, pero analízalo desde fuera, Jack. Un cuerpo que no debería estar allí aparece carbonizado en una casa, que, mira que casualidad, acaba de explotar. Creo que hicieron explotar la casa para librarse del cuerpo.

La policía no ha encontrado ningún explosivo. Si lo hubieran encontrado, las noticias no dirían que fue un accidente.

Jack, sabes tan bien como yo que se puede preparar una instalación de gas para que explote, y mas si hablamos de una instalación antigua…

Profesor, no me entiendas mal, yo solo te digo que técnicamente tienes una escena sin crimen. ¿De verdad crees que puedes sacar algo de ahí?

Creo que solo hace falta buscar bien, si eso es lo que me preguntas.

Vale. Reúne un equipo y vete a tu escenario sin crimen.

Aquello me pilló a contrapié.

¿Lo dices en serio?

¡Claro! Creo que estas preparado para dirigir tus propios casos y esta es una buena oportunidad para empezar. Además, llevamos una temporadita sin novedades. No te lleves a todos los investigadores, por si entrase algún caso nuevo, pero no veo ningún impedimento para que investigues la explosión. Hablaré con la policía para que te permitan acceder al escenario.

Dándole las gracias a Jack, salí disparado revisando mi agenda. Había que reunir un equipo.

Mientras me dirigía hacia la casa fui rememorando lo que sabía de ella.

La familia Hormigo había vivido allí durante generaciones. La ciudad había ido creciendo hacia el norte y alejándose poco a poco de aquellas tierras, pero los Hormigo no quisieron dejar sus cultivos. Algunos se mudaron a la ciudad, pero conservaban la vieja finca como casa de veraneo. El último de los Hormigo, Mariano, vivió entre aquellas paredes hasta su muerte. No volvía a la ciudad si no era para vender lo que cosechaba o para comprar la bombona de butano de 12 kilos y medio que cargaba, según quienes lo recordaban, en su cochambrosa camioneta cada mes.

Los campos de cultivo ahora estaban secos. El sendero por el que la vieja camioneta de Hormigo viajaba a la ciudad permanecía escasamente cubierto de una vegetación aplastada. Según la policía, gracias a eso habían encontrado la forma de llegar hasta la hacienda, el lugar estaba en medio de ninguna parte. La casa, ahora medio derruida, conservaba el estilo rústico con el que había sido construida. La piedra no parecía de mala calidad, aunque la estructura se había debilitado con los años. La explosión solo había acelerado lo inevitable.

El inspector Cuervo me recibió al llegar, me acompañó a la entrada de la casa mientras esperaba que llegase el resto del equipo. “Aun podría haber algún nuevo derrumbe” me dijo, “Por si acaso no toquen nada que pudiera estar sosteniendo una pared” concluyó. Luego me dio una charla, insistiendo en que estábamos perdiendo el tiempo y que no había nada que averiguar.

¿Y si encontramos algo que demuestre que la explosión fue provocada? – Le dije

Si lo encuentran, que no lo van a encontrar, tendrán que demostrar también que el vagabundo no fue el que provocó la explosión.

En caso de que fuera un vagabundo.

Lo que usted diga, si consiguen demostrar algo de todo eso, nos plantearemos escuchar sus especulaciones. Hasta ese momento, esto es una investigación cerrada y lo único que me queda por hacer es recordarles que procuren no matarse en este desastre.

Cuervo se despidió y nos pusimos manos a la obra. Decidí empezar por donde se encontró el cuerpo. Las fotografías de la policía lo situaban boca abajo y medio enterrado por los cascotes. El punto donde fue hallado estaba a unos cuatro metros del origen de la explosión. El espacio entre ambos puntos estaba despejado, así que técnicamente el cuerpo podría haber sido catapultado hasta ese lugar por la explosión. Quizás Vortice y su afición por las explosiones podrían concretarme ese punto.

Aunque la casa llevaba décadas abandonada, aun quedaban algunos de los muebles originales. Especialmente los más aparatosos y difíciles de transportar. Durante años la casa había sido lentamente saqueada. Apenas quedaba una amplia vitrina medio hecha trizas, un piano que se caía de viejo y las encimeras chamuscadas y astilladas de la cocina. Aquellos muebles parecían no haber sido barnizados nunca y todos habían sufrido los estragos de la explosión.

La instalación del agua también parecía haber sido saqueada, el cobre de las tuberías era extremadamente tentador para los ladrones, aunque el retrete también había sido arrancado de cuajo de su sitio, por lo que parecía bastaba dejar una casa abandonada unos años para que cualquier cosa que no pese demasiado se convierta en un botín apetecible. De todas maneras el suministro de agua había sido cortado hace años.

Finalmente me concentré en la cocina, el punto de origen de la explosión. La bombona de seis kilos que había allí, estaba, tal como era de esperar, cubierta de hollín y con la espita reventada. Revisando la goma era difícil determinar si las quemaduras que tenía habían sido causadas por la explosión o ya estaban allí.

Cuando estábamos a punto de irnos, tropecé con algo. Era la cubierta roja de plástico de un mapa callejero. Estaba deformada por el calor, pero el plástico parecía haber sobrevivido a la quemadura, aunque su interior no había corrido la misma suerte. La edición era reciente, del año actual. Aquello demostraba que alguien había entrado recientemente en la casa antes de la explosión; pero ¿Se trataría del misterioso cadáver… o de alguien mas?

Los Archivos de la Sociedad del Misterio: Casos 00001 a 00010.

Bien, equipo, lo hemos conseguido. La Sociedad del Misterio ha logrado resolver sus primeros diez casos. Robos, secuestros y, en su mayoría, asesinatos. Durante todo este tiempo hemos ido ganando renombre, algunos de vosotros habéis subido puestos en esta Sociedad, e incluso hemos llegado a ser tan importantes que nos hemos ganado un enemigo. Pero quizás algunos de vosotros os preguntéis en qué hemos ayudado, en qué hemos hecho cambiar las cosas.

Por eso he creído que os interesaría echarle un vistazo a esto. Durante estos diez últimos trabajos he estado haciendo un seguimiento de todas las personas implicadas. ¿Queréis saber qué ha sido de ellos?

Caso nº 00001: La Mano del Muerto

David Jiménez fue hallado culpable por el cargo de asesinato. Entró en prisión, pero pronto cometió dos intentos fallidos de suicidio. Su abogado recurrió la condena alegando enajenación mental. Actualmente está interno en el centro psiquiátrico El Arca. Si me lo preguntáis, diría que de la expresión “intentos fallidos de suicidio” nuestro buen David se volcó más en lo “fallido” que en lo demás. Su madre, enferma desde hacía tiempo y muy afectada por haber perdido a dos hijos, fue hospitalizada hace dos semanas; los médicos no le dan mucho tiempo de vida. Cecilia Ordóñez, ex-pareja sentimental de la víctima, había abandonado la ciudad para volver a casa de sus padres; pero cuando ha sabido del delicado estado de la anciana, volvió para hacerle compañía en el hospital. No hablan de Andrés; ninguna quiere hacerle daño a la otra. He sabido que, con ayuda de sus padres, Cecilia ha decidido empezar a estudiar Bellas Artes.

Caso nº 00002: El Asesinato del Doctor Watson

“Isabel Alterio”, la asesina a sueldo contratada para matar a Watson, cumple condena en una prisión de máxima seguridad; sin embargo debió conseguir un buen trato, porque a pesar de estar cumpliendo la condena íntegra tiene todos los privilegios imaginables. No así los policías corruptos que la contrataron. Ahora alguno de ellos dice que obedecían órdenes, y que por un buen acuerdo está dispuesto a revelar de quién provenían. Ninguno de los demás suelta prenda, pero tampoco parece importarles… la fiscalía no está muy convencida de que haya nada de verdad tras esa historia. En cuanto a la familia Watson, les está costando pero os alegrará saber que están saliendo adelante. Jaime ha pintado una serie de retratos de sus padres, basándose en viejas fotografías, y los expone ahora mismo en Nueva York; María ha decidido vender la casa, pero se la ha vendido a unos viejos amigos de la familia a los que visita con frecuencia, así que aún mantiene sus raíces; por supuesto ya sabéis cómo le va a Irene; y Samuel, el mayordomo, logró encontrar trabajo al servicio de un magnate del mundo editorial.

Caso nº 00003: Asesinatos Anticipados

Ernesto Núñez y Míriam Esquivel, los dos asesinos, cumplen sendas condenas por asesinato y conspiración para cometer asesinato en dos centros penitenciarios separados. El juez consideró que el riesgo de fuga era elevado, por lo que dictó sentencia sin fianza.

Caso nº 00004: La caza del Zorro

Diego Banderas, el asesino de Víctor García, cumple actualmente condena por asesinato. A día de hoy, sólo se arrepiente de haberse dejado coger con tanta facilidad. Simón Jimeno reunió el valor necesario y llamó a su antigua novia, Elena, a la que García había seducido en la fiesta de graduación. Pero como todos sabemos cuál es el cotilleo que realmente nos interesa… Antonio Vega y Patricia Mármol (la Catwoman de la fiesta) se estuvieron viendo durante dos semanas, antes de descubrir que se estaban poniendo los cuernos el uno al otro desde el principio. Ahora se habla de planes de boda.

Caso nº 00005: La escena y el crimen

Federico Aquino sigue escribiendo desde la cárcel. Especializado como estaba en crear personajes de criminales, para él la prisión es una especie de “oportunidad de oro”. Leopoldo Romero ya había decidido rodar el guión póstumo de Gabriel Rojas incluso antes de leerlo, a modo de homenaje. Cuando finalmente lo tuvo en sus manos, no se arrepintió de su decisión. La fecha de estreno está prevista para Diciembre de este año. En cuanto a Susana Montero, la secretaria, consiguió trabajo en la empresa de su novio. Hace dos meses cogió vacaciones y se fue de viaje. Desde entonces le tengo perdida la pista.

Caso nº 00006: El Faisán de Oro

Lo poco que sabemos del asesino es lo mismo que sabíamos hasta ahora. A. K. sigue burlándonos cada vez que nos lo encontramos. Ahora sabemos que fue un candidato a miembro del club, que se identificó como Edward Pierce, quien habló al presidente, Gerónimo Sáez de Vidal, de la Sociedad del Misterio seis días después del robo. La excusa fue la pasión de Sáez de Vidal por la literatura detectivesca. Edward Pierce es el nombre (probablemente falso) de la mente maestra que organizó el Gran Robo del Tren… así que creo que podemos adivinar quién era realmente ese candidato. Sáez de Vidal apenas recuerda nada de su cara, sólo que tenía una mirada penetrante y aguda. En cuanto al registro del barco de Quintanilla, por las marcas en el polvo sabemos que han desaparecido tres objetos de tamaño mediano, aunque no podemos saber qué tres objetos eran.

Caso nº 00007: Cinco días para morir

Ágata Castro sigue viva gracias a nosotros, pero también gracias a un enorme equipo médico. Su doctor le da poco tiempo de vida, esta vez por causas naturales. La enfermera, Berta Pocino, sigue cuidando de ella. Sus servicios los paga Ofelia Salazar, nuera de la víctima. Aída Cubero, la nieta, visita a su abuela todas las semanas y se asegura de que no le falte de nada. Nadie le ha contado nada de su secuestro, ni por qué su hijo, Héctor Cubero (actualmente cumpliendo condena por detención ilegal) no va ya nunca a visitarla. La buena mujer es feliz en su ignorancia.

Caso nº 00008: Réquiem por un payaso

Primero lo primero: os alegrará saber que el cuerpo de Jorge Brezo descansa ya finalmente en suelo sagrado gracias a nuestros descubrimientos. Su hermana Virginia nos da las gracias de todo corazón. En cuanto al resto de los implicados… Armando Mazas cumple condena por el asesinato de su compañero de escena. Su abogado está intentando recurrir su condena alegando enajenación mental. A la fiscalía le parece un poquito tarde para probar con ese farol. Violeta Sanpedro ha reforzado su amistad con Virginia Brezo, se han estado apoyando mutuamente; actualmente ensaya para su próxima ópera, Salomé, de Richard Strauss. Juan Nicolaides ha decidido dar un giro a su carrera y ha empezado a escribir una ópera por su cuenta. Y en cuanto a la participación de A. K. en este misterio… todavía no se ha determinado cómo supo nuestro viejo archienemigo que Mazas cometería el asesinato.

Caso nº 00009: Las tres muertes de Gonzalo Estrada

Águeda Benítez, la única víctima superviviente de Gonzalo Estrada, sufrió una recaída cuando supo que su hermano Pablo había sido detenido por asesinato; pero los cuidados médicos del Centro Arca para enfermos mentales la han ayudado a reponerse. Pablo sabe cuánto sufre su hermana, pero también piensa que ha hecho lo único que podía hacer para protegerla. Bernardo Ceballos opina lo mismo, aunque a día de hoy ha recapacitado sobre sus acciones y piensa que dejar escapar a un asesino sólo porque él mismo odiase a la víctima podría no haber sido una idea tan buena… ha comprendido que entonces no sabía si el asesino tenía intención de volver a matar. De quien apenas se ha vuelto a saber es de Alejandro Ruiz. Sigue vivo, pero ha cerrado la tienda y apenas sale de casa; según se rumorea, está pensando mudarse de barrio. Tal parece que su jugada de “decir que lo hice yo y convertirme así en el héroe de mis vecinos” le ha salido un poco al revés, y ahora es el hazmerreír del vecindario.

Caso nº 00010: El caso del tomo transformado

Simón Olazábal, el restaurador, aún está esperando al juicio, así que su abogado está preparando la mejor defensa que pueda fabricar. La fiscalía me ha pedido que participe como testigo, así que los que habéis participado en este caso estad atentos porque podría necesitar la colaboración de alguno de vosotros. El director del museo intenta limpiar su buen nombre tras el escándalo, pero por ahora no le va demasiado bien. Ahora que el director está demasiado ocupado con sus propios problemas, el becario, Casimiro Pino, y la secretaria, Nuria Osasuna, se han visto libres de la censura y han empezado una relación seria. Elías Monje, el vigilante nocturno, podría ser degradado por haber permitido el robo, pero personalmente no creo que le acabe pasando nada.

Ahí tenéis. La Historia de la Sociedad del Misterio hasta ahora. Como podéis ver, no hemos pasado precisamente inadvertidos… vuestro buen trabajo ha dejado su huella.